7.5.11

La mañana sol de limón (II), por Hugo Savino






Vive de migas no vive del pasado vive de migas está sentado en una mesa y mira la ventana de enfrente un clásico del cine pero es así espera que le salte algún pasado o quiere ver ese velador prendido o a los vecinos en el piojar diario dejó el cuaderno se aburrió vive de migas zanjado se dejó crecer la barba lo visito una vez por semana hablamos del esteta que va al café y se burla de los escritores argentinos el pobre manco degradado no puede escribir una línea no escucha los libros los lee con los ojos por qué no se pone alguna vez a escuchar el campo pisingallo y después hablamos por qué tanto miedo el esteta dejamos a los sordos como sabe que me gustan las citas justas me la regala: “y no soy ni un gran industrial ni argentino ni estadounidense. No hay nada que esperar de mí.”

sentencioso: de los amigos allá sólo vienen frases. Sólo un chamuyo prometedor. Alguna burla. Malicias.

Estamos en el Paraíso perdido. En esta mañana de color de limón la pelea contra el sentimiento de inutilidad muerde la mano. La mano de escribir. Porque el Paraíso estuvo siempre perdido, para nosotros fue rápido, porque siempre miramos para la vereda de enfrente, enseñanza suprema, esa era la felicidad, que estaba allá, y no aquí. Y esa marca es para siempre. Es una herida más que una marca. Odio la palabra marca odio la palabra huella odio la palabra rasgo. ¿Y qué hago con este rechazo insistente? No sé ni cómo sigue esto. Mi vida. Esa, la de ganarse la vida. Miro la ropa colgada en el fondo de Sarandí. No está el tero. El tero ya fue. No se puede volver a escribir ese tero. ¿O se puede? Lo extraño. Extraño mis hallazgos. Pero no se escriben una y otra vez los hallazgos. ¡Ahora me quiero ver! No está el tero. Es un montón de recuerdos de la mañana. Hay que poner la botella en el mar. ¿Quién decía barcos perdidos? Acá todo el mundo se mueve entre las seis y la una del mediodía? Pasa el pastelero, lo esbozo, apenas, camina en arritmo, sonámbulo, es un pastelero a los dieciséis años. Pero se puede cambiar de casa. Yo esbozo en notas. Tres líneas que junto muy despacio. Pero las escribo y las junto. Me las hago visibles de a poco. Soy lento. En la otra pieza vive la novia. La ventana da al jardincito. La abre fatalmente en las mañanas de sol. Ella manejaba sus remilgos para ganar novio. Lo agarró. A gancho de novia. Y se instalaba siempre en las piezas de al lado. De acá no se moverá nadie. Seguirán aquí. Es un lirismo desesperado. ¡Ah! los idiotas de la devoción, no entren, no vengan, no encontrarán ninguna bohemia folklórica. Detesto la bohemia. Y detesto a los artistas. En la otra pieza la que está en sesgo a la de la novia vive un viejo que miraba con sus ojos negros esa felicidad en medio de todos esos pobres diablos. Uno hubiera dicho de ser culto: puro Soutine. Siempre a la puerta, posición de sentado y de tres cuartos, casi piramidal, las manos sobre las rodillas, las rodillas bien juntas, sin barba, mucho pelo, ¿qué mira? ¿hacia dónde mira cuando no mira la felicidad?

La Primera Argentina en la vereda donde muerden los perros. Es un salto al cordón, había agua y los dos perros gemelos esperaban al candidato que salte para morderlo en la pierna: los perros muerden ahí, qué se va a hacer. El alelado va a perro. Otro clásico. De la vida. Vigilan a los que van por factura. Son perros mañaneros hijos de puta que se prenden a los pantalones y el dueño los adora como a dos estatuas de jardín. Los tipos que aman a sus perros hasta el delirio de dejarlos morder. Amor al perro es lo que más entiendo pero los mataría a esos dos. Los mato en el presente del pasado.

la palabra traqueteo no es de nadie, es del lenguaje.

El silencio habla. ¿Quién dijo que no habla? Despótico silencio, a veces. Ahora vi el silencio. Pero también vi un costado de la malicia. De la maledicencia que brota así, de los que la llevan pegada a la suela de los zapatos. Se dio vuelta y dijo a la audiencia: “¿Creen que se aburre allá, tan lejos?” La malicia la lleva pegada a la suela de los zapatos. Vi a los falsos amigos. Su malicia es repentina, incontrolable, más repugnante, más mala, más incisiva. La de la burla, esa tampoco puede leer pisingallo. Los tipos carcomidos por la burla tan llenos de ideas generales no saben de secuaz, no eso no, seguro, no oyen los libros los leen con los ojos. Con los ojos de burlar. Que son los ojos del desamparo. Del terror.

Y yo que me siento perseguido paranoico integral de intermitencias aliviadoras olfateo la burla y al burlón en el aire lo veo desintegrarse en risa fernética perder equilibrio deshacerse en argumentos siempre por la pureza de la vida y de la literatura traducida es un obseso de la traducción de las lenguas que no domina hurga en los recovecos de los posibles errores y no domina ninguna si lo pienso bien apenas lee una cuál el burlón de porte académico que no puede despreciar desdeñosamente no se anima no sabe nada de la soberana indiferencia nada de nada pobre diablo del desamparo intoxicado de saber no pienso contradecirlo.

Mi desayuno: una tostada con tomate y aceite un café. Como soy un perturbado por el jazz detesto el Banquete como todos los verdaderos perturbados por el jazz me pongo a escuchar jazz desde muy temprano en solitario escucho el viento que viene de Lavalle y Constitución el viento de invierno ese que congela las sábanas cuando no las plancho. Ese que te pone las manos en sabañón, casi. Hay un poema en el viento siempre hay un poema en el viento como en la pintura de Lacámera escucho viento escucho Lacámera armo lo desvencijado en mí alejo al parásito al perezoso en acechanza.

¿por qué digo todo esto? ― caminos perdidos.

una manera de censurar libros ― declararlos poco viables.

La noche está sobrando llega inevitable para salir del círculo maldito de los dimes del fragote de la malicia pero no se puede renunciar a todo pasado a las gotas de lluvia a la nostalgia de esa noche sobrada no se puede que nadie entienda nada no es una coartada para no seguir y hasta con todas las ternuras del adiós no se soporta claro que no se soporta lo sé pelotudo arrogante te cuento mi vida no escuchás nada te escucho la cantinela de lo congelado pero no te oigo ninguna música no oigo tu vida cuándo vas a escribir tu vida yo escribo mi vida no le tengo miedo a las onomatopeyas que van y vienen por acá tengo el piano en la cocina y hay que soportarlo ese toco de lo que hay que pagar son los santos fantasmas del pasado del adiós de esas baldosas vestido de lunares rescatado a la cornamusa medio free medio tarareo muchos sonidos adentro que salen para algún oído que espera del otro lado de la mesa.

Todas las incertidumbres presentes desaforadas enroscadas.

Hoy leí la palabra brezo.

Dos hojas más: desamparo.

Poética: no soy el único que pone gallinas abusa de las gallinas conventillea. Él no pone gallinas. Queda claro. También es claro que no describo lugares: no: sitúo. Fondo de casa chorizo en Sarandí, calle O´Higgins. Otra cosa que no puedo evitar. ¿Para joder al burlón? Le escucho la voz al inquilino voz perfumada de agua colonia Soto, mañana de verano fresco, lo dejo acá, fácil el burlón ese saco de papas que se cayó del camión en la estación de Ranelagh, lo dejo, prefiero la voz Soto que abre misterio en puerta, no tan ronca, sale de la mañana de la pava, pasa al baño, el único, el del fondo, pasa como una sombra en echarpe, buche y gárgara, cuántos minutos. Remacha en rincón. Vida social: nula. Sí, se puede.

Escuché un disco de Lucio Demare al piano. Una voz, hay voces, sí, hay, acentos felices.

Ese es el paisaje el único el que viene en fulgurancias el de la pava de la mañana como el viento soleado del mes de enero como los jardines o las higueras de higo negro o el orden desacatado de las frases o las apariencias impenetrables que me hacen delirar la de Pipa e´moco que es otra sombra reclamante que anda como un patrón de estancia pero ni a peón llegó la entreveo no la tengo la pierdo ¿le tengo miedo? y Alucema en la ventana hace y deshace ni sombra de miedo en el banco del carpintero borda novio que viaja a marido rincón olvidado de la pava de la mañana.