9.4.11

La vigilia, discreta, de ver el abismo, por Laura Estrin






Claridad del saltimbanqui de Hugo Savino marca fuerte, son pinturas de un ojo transfigurado. A veces abandona a los personajes que retrata por los colores del día: “la luz de la mañana, el carro de la madrugada”.

Me gusta esa lírica que hace desde el primer poema: “memoria extralúcida/ del sol de la mañana” y la palabra convoy! Camina y arma buen ritmo con ese primer poema que baja bien al final y cierra perfecto. “Rasca la mejor frase” como en Viento del noroeste dijo en “el fondo de la olla”.

Rey de algunos verbos, como “tijeretean”, dueño de algunas palabras: “rantifusa”. Hugo Savino hace listas, orgullo loco o humildad perfecta del artista como saltimbanqui según escribe Jean Starobinski.

“El polvo el viento”: el tiempo. Siempre se trata del tiempo… del tiempo que lo arruina todo –como dice Graciela Schvartz. Se trata de La línea del tiempo… Siempre será “En la mañana soleada”: esa lírica, el tiempo–que–hace, la escena, la luz. Casi siempre en los poemas de Hugo Savino es “el sol de la mañana”… Que no te roben la mañana –escribió Tsvietáieva– aunque cueste “meterse en los zapatos” porque hasta los zapatos duelen –y eso me lo dijo Nicolás Rosa caminando y entendiendo. Aunque cueste salir de la queja porque se nace con el rencor en la cuna (y ahora se trata de La mañana sol de limón). Los poemas andan, por desolados, por el vértigo y la visión de la impostura… en la vocación contradictoria del día: la “tarde es alegría”, como escribe en otro poema. Será que sólo es cuestión de pasar la mañana… Osvaldo Lamborghini también la tenía así… Hay que nacer con el día armado o hay que armarse el día, divina reconvención de Milita Molina.

Y sí: todo tendría que dividirse entre los que son y los que no son “amarretes del tiempo”… Hay que saber dejarse ir, como “a favor del río” –según me dijo de una mujer pueblerina, una vez, Hebe Uhart… o a favor de la mañana… provincia y ciudad, Hugo Savino, son a veces lo mismo.

El poema de la Richmond con la atmósfera que trae Couto es hermoso. También eso es escribir “con el culo”… como Tsvietáieva recuerda y retrata a sus amigos, como se le canta el culo, como en Una Dedicatoria en que se pone a corregir, violencia del amor, lo que dicen de su relación con Mandelstam. Como si dijera: quieren saber: fue así. El que interviene, el que grita: una delicadeza… Savino lo dijo y lo repetí mil veces… la delicadeza de intervenir… Hace años que él la escribe.

Otro poema de atar es el “del mellizo de Pinamar”… lo repetiría todo… Me acercan mucho a esa escritura “en mi mano está mi voz”… Hugo Savino trata con lo más difícil, con lo que “huye(n) del demonio de la comparación”… Hay que escribir lo que no se puede escribir.

Y pasa Zelarayán en “una perla/ que ningún mar se tragará”: era de La Gran Salina lo de una gota de sangre intelectual que ningún mar borrará? (no cito bien, seguro). Es de Lautréamont –me dice después Savino–, pero es de nosotros. De quien lo lee y yo lo leí en Zelarayán. Creo en las propiedades y los dones, como se ve.

El de Pirozzi, “aires colados”… tiene esa pregnancia de los hallazgos tranquilos, también ahí está el agarrar el tiempo. Que sigue en “la queja de la tarde”… el tiempo del día y la otra palabra genial que atrapa su oreja: las parvas… La pintura, muy cerca de esta voz escrita.

Norberto Gómez “escucha con las manos”, como dice Savino de Adriana Yoel en Bloc. Y al compararlo con el salmista… encuentro a Meschonnic… que cuánto nos ha mostrado…

Alguien…“que no sabe del sombrero chistera” queda marcado: los que entienden y los que no entienden, uno escribe para los que agarran sueltos, a los otros hay que abandonarlos –como me dijo Irina Bogdaschevski, asombrada de mis cuidados literarios. La contundente frase que una vez nos tradujo Hugo Savino: “Sartre sabía, Baudelaire no sabía”, escribir es el más fuerte no explicar.

En los poemas de Hugo Savino todos los amigos estamos muy cerca. Es muy bueno para los apelativos: las bovarys, los retóricos, los festejantes o discípulos, los becarios, las profesoras de letras… Pero, además, todo viene del “pasado dormido”… Todo está en la infancia, todo lo demás es ensimismamiento.

Genial el verse y oírse en el poema que espera… Porque Claridad es un libro que se va tejiendo con un hilo delgado, el de la vida, pero una vida que acecha, que es siempre vigilia sin consuelo, la que une todos los fragmentos de todas las páginas.

Hugo Savino compone un mundo propio con sus cuatro libros: es el “rodete irmiano”, el de la costurera, esperanza y tristeza del poema, de un mundo propio, del pasado propio. Muy cerca un libro de otro: La línea del tiempo, Viento del noroeste, Salto de mata y Claridad del saltimbanqui.

Subrayo casi todo, sobre todo las apuestas a las descripciones: “al pie de una pureza”, “patas de miel”… y ahí se vuelve más enigmático: cuando se esperan las cosas y sólo viene el “mito de la claridad/ cascado de cloqueo”… Pero él sabe lo que dice, igual… y se sabe y se dice lo que se arrincona y no sale, como algunos cuadros en el taller.

Qué buen paso da ese modo de seguir el tranco del escribir, del encontrar, de Mastronardi y la pregunta por el Diario de Correas!

Hugo Savino busca, en el vacío del tiempo, Hugo Savino busca, conciente, apretando la poesía.