20.8.25

Manifiesto hacker

 

 

Lo siguiente fue escrito poco después de mi arresto...

 

                     \/\La conciencia de un hacker/\/ 

                                          por 

                           +++El Mentor+++ 

                      Escrito el 8 de enero de 1986

 

Hoy agarraron a otro. Está en todos los diarios.
“Adolescente arrestado en escándalo de crimen informático”,
“Hacker detenido después de manipular un banco”...
Pendejos de mierda. Todos son iguales.

Pero vos, con tu psicología de manual y tu cerebrito tecnológico de los años 50,
¿alguna vez miraste detrás de los ojos de un hacker?
¿Alguna vez te preguntaste qué lo mueve, qué fuerzas lo moldearon,
qué lo hizo ser como es?
Yo soy un hacker, entrá en mi mundo...

El mío es un mundo que arranca en la escuela...
Soy más inteligente que la mayoría de los demás pibes,
esta basura que nos enseñan me aburre...
“Vago de mierda. Todos son iguales.”

Estoy en la secundaria. Escuché a los profesores explicar
por decimoquinta vez cómo reducir una fracción.
Ya lo entendí.
“No, señorita Smith, no lo resolví en el papel. Lo hice en la cabeza...”
Pendejo de mierda. Seguro lo copió. Todos son iguales.

Hoy hice un descubrimiento. Encontré una computadora.
Un segundo... esto está buenísimo.
Hace lo que yo quiero.
Si se equivoca, es porque yo me equivoqué.
No porque no le caiga bien...
Ni porque se sienta amenazada...
Ni porque piense que soy un agrandado...
Ni porque odie dar clases y no debería estar ahí...
Pendejo de mierda. Lo único que hace es jugar jueguitos. Todos son iguales.

Y entonces pasó... se abrió una puerta a otro mundo...
corriendo por la línea telefónica como heroína en las venas de un adicto,
un pulso electrónico que busca refugio contra las torpezas del día a día...
aparece una board.
“Esto es... acá es donde pertenezco...”

Conozco a todos los que están acá...
aunque nunca los haya visto, ni hablado, ni vuelva a saber de ellos... los conozco a todos.
Pendejo de mierda. Ocupando la línea otra vez. Todos son iguales.

Y claro que somos todos iguales...
En la escuela nos dieron papilla cuando teníamos hambre de carne...
y los pocos pedacitos que dejaron pasar estaban masticados y sin gusto.
Nos dominaron sádicos o nos ignoraron indiferentes.
Los pocos que tenían algo para enseñar nos encontraron dispuestos,
pero esos pocos son como gotas de agua en el desierto.

Este es nuestro mundo ahora...
el mundo del electrón y del switch, la belleza del baud.
Usamos un servicio que ya existe, sin pagar por lo que podría ser baratísimo
si no estuviera en manos de glotones codiciosos,
y ustedes nos llaman criminales.
Exploramos... y nos llaman criminales.
Buscamos conocimiento... y nos llaman criminales.
Existimos sin color de piel, sin nacionalidad, sin prejuicios religiosos...
y nos llaman criminales.
Ustedes fabrican bombas atómicas, hacen guerras, matan, mienten y nos estafan,
y encima quieren convencernos de que es por nuestro bien,
pero los criminales somos nosotros.

Sí, soy un criminal.
Mi crimen es la curiosidad.
Mi crimen es juzgar a la gente por lo que dice y piensa,
no por su aspecto.
Mi crimen es haber sido más vivo que ustedes,
y eso nunca me lo van a perdonar.

Soy un hacker, y este es mi manifiesto.
Podrán detener a este individuo,
pero no nos pueden detener a todos...
al fin y al cabo, somos todos iguales.

 

+++El Mentor+++ 

 

 

Traducción: Mirta Nicolás

17.8.25

Otros ámbitos, por Cecilia Bainotto

 

Un hueco en el cantero

 

 

Esta mañana algo pesaba sobre mi costado. Un ardor, un hueco…

Era algo inidentificable incluso pudiera ser un cosquilleo.

Salí temprano y caminé varias cuadras. De una avenida seguí hacia una calle medio desierta decorada con un cantero de piedra laja rebosante de plantas. Cuando llegó a este punto de contar la experiencia, la escritura se detuvo y además de lo que sentía se sumó el desasosiego de la página blanca, las “divinidades blancas” de una llanura que está muy lejos.  Era   demasiado en ese cuarto pequeño de hotel francés y además lo que quiero contar no tiene nada de extraordinario.

Envío  un mensaje a HB, un amigo avezado en estas cuestiones. Él escribe y es filosófico, pero no sabía que diera diagnósticos médicos a la distancia. Me dice que es otro aprendizaje que le viene de la meditación y cada tanto levita. Para él pueden ser síntomas de una enfermedad y las asociaciones, que realizó en segundos, parecían las de un algoritmo especializado.

Casi una catástrofe.

Por suerte en este caso el algoritmo estuvo equivocado Y retomé la escritura sin descartar que la conversación pudo ayudar porque escribir también es una coralidad aun cuando las otras voces estén ocultas. Pero dejamos aquí para no incurrir en teorías literarias. De todas formas, le digo a otra persona amiga, después de leer su publicación en este blog, lo bueno que estaría viajar y grabar testimonios de la gente, diseñar un poco “la maqueta” o la reconstrucción con cientos de autores anónimos. Nace un libro, una obra homérica.

Con este tema y dilema, el ardor, el hueco o lo que fuera seguía como una extensión de mi cuerpo. Al mirar de cerca ese abigarrado de hojas, en el cantero descubrí espacio en un ángulo. Si hiciera la descripción geométrica era lo más semejante a un cilindro de tierra vacío.

Me di cuenta de que lo que sentía en mi costado hacia minutos había desaparecido y de cierta angustia pasé a una curiosidad hiperbólica. Sentí que lo que ya no tenía era ese hueco oscuro por contraste con el verde de las hojas. Ese espacio era el lugar de algo truncado en el inicio. Sea por debilidad o por engendro. Tomé un puñado de tierra y tapé con apuro el hueco que deslucía en el conjunto. Mis zapatillas mostraban manchas y las uñas estaban ennegrecidas por mover tierra. No había agua cerca. Pedí al viento por ella y por si fuera insuficiente mojé con saliva.

Entre la brisa que movía las hojas y dos chicos que hacían cabriolas con sus bicicletas el espacio quieto comenzó a moverse. Me alejé del lugar con el deseo de que allí renaciera alguna hoja.

En una vereda frente a un taller de carpintería vi a un artesano en tarea de reparar sillas rotas: los respaldos no eran los mismos de antes, al igual que los asientos y los travesaños. La escena me llevó a deshacer un anhelo de crepúsculo. Cuanto más miraba el ceño fruncido, las manos en lucha con martillos y la camisa sudorosa, algo providencial me unía al hombre. Quizá la lucidez de una metáfora. 

 

 

 

Justo el Día de la Pachamama

 

“Sigamos” dice J.

“Preparar tus cosas y empacarlas”  Para ir... ¿a dónde?

Prever el destino de viaje y  sobre todo por el clima. ¿Por qué? pregunta Alicia.

¡Vamos al grano! Científicos de la Universidad de York y The London School of Economics anunciaron que en el planeta aparecieron dos nuevas estaciones. Una síncopa en la música tradicional de las cuatro estaciones. La irrupción de dos fenómenos: la niebla y la basura alteran el ritmo de la naturaleza. No es espontáneo. La mano del hombre es la responsable. La estación de la niebla se observa en Indonesia, Malasia e India cuando queman los residuos de cultivos.

En Bali la estación de la basura es de diciembre a marzo y los vientos monzónicos arrastran residuos hacia las costas. Países a los que afecta: Filipinas, Tailandia y Estados Unidos.

Registrar los lugares y meses para que los fenómenos no sean obstáculos de tu viaje. Hace tiempo que hay señales del estrés climático. Más allá de ciertas contriciones espasmódicas, las cosas se toman con toda naturalidad como el caso de El bigote de Emmanuel Carrère .

“Credo quia absurdum” dice un amigo emulando a Tertuliano. No lo dice por los fenómenos expuestos sino por la sinrazón del hombre en la falta de cuidado del lugar que habita. Elon Musk lo previene. Quiere construir estaciones en el espacio porque dentro de 8 millones de años la Tierra será inhabitable  por el fuego del sol. Un hombre previsor con todas las letras. Resulta gracioso de tan “ Cómo decirlo” pregunta Samuel Beckett.

 

 

8.8.25

Usos del grabador, por Javier Fernández Paupy

Al pasar, en un cuento de Bernardo Jobson aparece esta frase: «Con un grabador y una filmadora uno podría, en diez minutos, escribir los diez tomos del Testut». Humorada que, hipérbole mediante, solapa una verdad sobre los usos del grabador. Son muchos los libros escritos a partir de las ventajas de la tecnología. Pienso en Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis; Memorial de los infiernos, de Julio Ardiles Gray o Magnetizado, de Carlos Busqued. Libros en los que la oralidad está trabajada explícitamente. Libros que salen de un grabador, como El fin del «homo sovieticus», de Svetlana Aleksiévich. Libros que parecen reportajes novelados y se leen como novelas hipnóticas. Pero ¡Oh, nuestra maestra de canto! Una biografía de Lucía Maranca  (Mansalva, 2022), de Pablo Dacal, se inscribe en otra saga que posiblemente haya inaugurado Jean Stein en colaboración con George Plimpton, con su Edie, an American biography (1982). Me refiero a las memorias corales. En ese sentido, Del infinito al bife. Una biografía coral de Federico Manuel Peralta Ramos, de Esteban Feune de Colombi (Caja negra, 2019) o Fogwill, una memoria coral, de Patricio Zunini (Mansalva, 2014) revelan, en parte como punto discutible, la mitificación del artista y la apología del personaje por encima de la persona que hizo posible una obra. Pero más allá de la perspectiva encontrada y el recorte de sentido, en toda biografía coral la aglutinación de diferentes voces hace que el relato avance sin pausa. Sea Edith Sedwick, Billie Holiday, Luca Prodan o Fabián Poloseski, los  relatos de vida que recuperan testimonios suponen puntos de vista y subjetividades intercaladas. ¿A Lucía Maranca le gustaba cómo cantaba Frank Sinatra o prefería el registro de Tony Bennet? Es lo de menos. Si hay testimonios que se contradicen lo que ratifican es otra cosa.


El libro está dividido en capítulos que son las letras vocales de nuestro abecedario. También recupera la voz de Lucía Maranca, maestra de canto: «Hay que tirar para atrás y hacerse a un costado para que salga el Aparecido. Hacerse a un costado del ego con humildad, sin falsa modestia, para que un enano picarón corte los hilitos que tenemos en la quijada y la boca se abra completamente. La mandíbula entonces se suelta, como sucede a los idiotas, hasta que vuelve a subir. Se abre hacia abajo, blanda, y el Aparecido sale a ocupar el espacio. Lejos de nuestro cuerpo. Nosotros no somos necesarios y mucho menos nuestra buena voluntad, que solo interrumpe su presencia. (…) No abrimos la boca para llenarla de a sino que la abrimos porque decimos una a» (…)  «Tengo que decir, para ser honesta, que yo me replegué mucho, en mí misma y ya no formo parte del mundo funcionante. Pero estoy en contacto con la radio, con la televisión, y me da la impresión que es un mundo más rápido, más superficial y más arribista» (…) «Entonces, si vos me contás lo que sentís mientras revolvés el azúcar en la taza de café… No, hay que encontrar una forma más sublimada y poética de contar lo que a uno le pasa, suponiendo que al otro le interesa». (…) «A lo mejor el deber de alguna gente anciana, digámoslo así, es el de conservar cierto mundo que yo no existe sin plegarse al mundo nuevo. Yo, que también soy joven, conservo ciertas cosas, incluso ciertos ritos, que la gente ya no tiene» (…) «La masa popular rehúye de la música culta porque no la entiende y los que pueden entenderla se aburren. ¿Quién nos escuchará?» (…) «Hablé de cultura. Una de las formas de adquirirla es leer, leer, leer, conocer lo desconocido. Escuchar lo que hacen otros: no cómo cantan, si no lo que cantan».

¡Oh, nuestra maestra de canto! es un elogio de la música, de la disciplina, de la entrega a la enseñanza, de la transmisión, del trabajo. «Estaba deseosa porque todos seamos libres», recuerda Daniela Aphalo. El libro, de manera oblicua, habla de la importancia del arte. Pretende a un músico médium, en oposición a toda persona que pida ilusiones a la altura de su ego. El periplo vital de Lucía Maranca evocado en el libro, de Italia a la Argentina, repone buena parte de las búsquedas vanguardistas musicales del siglo XX, el dodecafonismo, la técnica del “parlar cantando”, la técnica Brugnoli y un método personal en el que la postura corporal, la relajación y el peso de los brazos ocupan un lugar central.  Portadora de la clave para descifrar el  secreto de la interpretación de los  nuevos sistemas armónicos y tímbricos, Maranca, según sus propias palabras: «cantaba todo y lograba que la gente que no entendía nada dijera: “no entendí nada, pero me encantó». Según la maestra de canto: «Cantar es mover el mundo. Decir con verdad». Como si se diseccionara a la maestra, el libro revela secretos o un legado, como cuando Maranca afirma: «Las alturas, en la música, no existen. El  que afina es El Otro. No hay notas altas ni bajas: hay notas más o menos exigidas». Apunta Pablo Dacal: «La música, para ella, dejó de ser una carrera profesional para transformarse en la práctica diaria de un ejercicio espiritual». Lucía Maranca: «Pienso que, al hacer algo, el primero que tiene que estar emocionado es uno. Y en la emoción van unidos el talento, pero también lo que llamamos alma, corazón, estudio. (…) Mi función es muy clara: se trata de enseñar lo que yo sé y lo que he aprendido. (…) ¡Un maestro tiene que ser implacable! Yo no lo  soy suficiente, porque aguanto que un montón de mis alumnos no estudien, pero hay que pedir cada vez más. La dulzura queda en último plano y lo importante es no dormirse nunca, como maestro». Consejos prácticos de una maestra de canto: «No cantamos con el aire: cantamos hablando y para eso hay que hablar bien relajado, dando importancia a la pronunciación y a la modulación. Para cantar tenemos que recuperar la belleza en el hablar cotidiano». Como si en Lucía Maranca se actualizara esa divisa de Nietszche: «El que nació para maestro, no toma las cosas en serio sino en cuanto se refieren a sus discípulos; ni aun se toma en serio a sí mismo».

El libro también despliega un repertorio que inspiró o formó a Lucía Maranca y propone una introducción a la música clásica tanto como contemporánea y de vanguardia. Es posible armar una lista de autores y composiciones a partir de la lectura de ¡Oh, nuestra maestra de canto! Música popular florentina, música renacentista, música del medioevo, música barroca, Falú, Cuchi Leguizamón, Atahualpa Yupanqui, Troilo, Gardel, Mozart, Bach, Schubert, Schumann, Debussy, Chopin, Ravel, Eric Satie, Haendel, Monteverdi, Mahler, Berlioz, Stravinski, Schönberg, John Cage, Charles Ives, Luigi Dallapiccola, Anton Webern, Luciano Berio, Alban Berg.

A través de testimonios de quienes la conocieron, el libro propone una práctica de la memoria como ejercicio colectivo y construcción coral. Todo retrato plural supone la operación de narrar una vida particular –o escenas en las que una vida singular adquiere cierta trascendencia– desde un punto de vista múltiple. ¡Oh, nuestra maestra de canto! sugiere, incluso sin pretenderlo, una reflexión sobre la escritura biográfica y testimonial.

2.8.25

La pradera de bidets, por Santiago Armando

Una tela -para continuar con el cuento- son los pedacitos, botellas de neblina, o- ¿por soñados?- quiméricos simplemente soldaditos de plomo, ¿bajo qué rueda ese pequeño lago, que el ocre transparente en tierra? O diríamos ardillas, domingo de suburbio.

Lorenzo García Vega, El cristal que se desdobla

 

Otra vez escribo en el teléfono sentado en un water al sol. Las villas y los terrenos se entreveraron con bidets inodoros y bañaderas que la gente en camiones fue colocando, que fueron apareciendo, enormes cadenas de montañas donde anidan los gavilanes, aguiluchos, cotorras y demás pájaros han borrado el horizonte.

Mañana iré a buscar dos frascos de porro y mamá me va a requisar a la vuelta. Voy a pasar rápido y decirle que me estoy cagando o tendré que saltar la puerta del costado y apalancarme en el asiento de la bicicleta y subir al ténder y pisar el sostén del aire acondicionado para llegar a la terraza. La última vez que hice eso tenía el hombro bien pero el ténder de madera crujió. Si esta vez cede el ténder me rompo la nuca. Tampoco tenía tan mal las rodillas.

Mate de madrugada. Empiezo a sentir el efecto del Rivotril y la Risperidona. Tiré por el inodoro el Valcote, dos Pregabalinas y una Quetiapina.

Antología de Bukowski, The Pleasures of the Damned. Escribe con la muerte al lado, dice, cosa que a veces comparto. También refiere unos pies azules de mono. El poema The Bluebird lo leí transfigurado, como otras tantas fascinaciones perdidas, cosas leídas que se borraron, ¿será eso lo que llaman desleído?

Bueno. Volveré esta siguiente noche fumado para relajarme en la terraza y escribir, si Dios quiere.

Un escritor que no puede escribir está muerto. Yazgo sobre el bidet-cama.

Me quedé dormido a última hora, me desperte con la fuentecilla de agua al oido. La veo a mamá trepando los bidets oblongos con los que me cubro, levantando un machete de cortar sorete.

 

Fuimos con mi hermano y mis sobrinos a ver Argentina-Colombia a la Sívori alta, subiendo a la taza me lesioné la rodilla, la tengo como un pomelo, son los meniscos, un día uno, otro día otro. El asiento era más angosto que un water, el partido un embole. A la vuelta los trapitos rompieron el vidrio de la camioneta y se llevaron una guita que se habían olvidado.

Hoy es mi cumpleaños. No llamó nadie.

Doná tu sangre a Haití. Vestite con una sábana blanca con la cara de cal y los frutos labiales rojos de beber sangre con órganos, como Larreta en mis sueños.

 

Ayer fui con mamá a una clínica en La Paternal donde me hicieron las recetas. Tuve una breve entrevista con un psiquiatra rengo. La gente horrible, las mujeres gordas, deformes, caras de torta con ojos enormes. Nos vimos con un compañero de habitación de donde estuve internado pero nos hicimos los distraídos.  No puedo escapar a la guardia de mamá, o voy al psiquiatra a que me haga las recetas o llaman a la ambulancia del psiquiátrico, o la calle. En la calle hace mucho frío, en los pastitos verdes bajo los bidets caminan los bichos del sorete. Acurrucarme en un depósito de bidets, inodoros y bañaderas es mi destino obvio. Otro viernes que no busco faso.

Sueño escenas porno con la hermana de Tomás, pétalos rosas y ojos azules de manga. Se caen las ramas del bosque de la casa, me saluda la madre y todo empieza a vibrar en violencia mientras busco mi whiski con Coca Light. Empieza una fiesta.

Belén debe haber heredado la dentadura de Sara Gallardo, según refiere la nota de la Lucía Mazzinghi en Cuarta Prosa.

 

Día del padre, mundial de clubes, comida en casa, mi sobrino hace un chiste con mi pobreza, voy a comprar puchos con la rodilla hecha concha, a siete cuadras, y no hay, charlo con Julieta, escucho Vespertine, tomo mate pasa el tren ya estoy empastillado, mañana feriado.

 

Sin compu ni porro. El técnico se esconde. Son las 16:00. Mandé el Diario del mes anterior a Verónica, Coque y Omar, también a Juli.

No sé cuándo voy a poder fumar. Me gustaría fumarme un Exodus Cheese con doble hoja.

Hoy me tenían que mandar la compu.

Me pedí Eisejuaz por la entrada de Mazzinghi en Cuarta Prosa. El porro queda muy lejos y por las rodillas no puedo trepar por el desierto de inodoros y bidets hasta el tren de la Civilización Sur. Hay que pedirse los libros por el Expreso del Choriducto.

Anoche perdimos dignamente contra el Bayern Munich con un golazo de Merentiel. Le compré la camiseta de Boca nueva a mi ahijado por cábala, la 120 aniversario. Bostero soy.

 

Yo no soy como esos

Que se quedan en casa

Escuchando la radio

Para ver lo que pasa

Yo soy hincha de Boca

No me cabe ninguna

Si me andan buscando

Estoy en la tribuna

 

Pasan días, ahora sopla el viento, golpea el blackout de la terraza, olor a mierda hiperconcentrado. Mi viejo me manda noticias del interés de un club europeo por un jugador de Boca inservible. Me despierto muy tarde estos días. Sigo con los poemas en inglés de Bukowski. Es domingo 22 de junio 18:15. Remolinos del Choriducto. Verónica cambió la foto del mail por una de su nueva cara de mamboretá o Tata Dios, vagamente reconocible.

No sueño. Las pastillas me sacan todo lo que pueda tener para escribir. Yazgo en un bidet de una plaza y media.

120.7 kilos dio la balanza. Uno punto cinco por ciento de aumento en la pensión por kilo engordado.

Le mostré las semillas de CBD a mamá pero no hay caso, me amenazó con internarme. Le dije que ya no tengo vida, que no puedo escribir estos diarios de mierda, que estoy todo el día tirado y que pronto voy a morir desdichado. Me contestó que quiere vivir en paz. Voy a fumar y olvidar, esta semana voy a salir, me voy a fumar a la Plaza Lavalle con los kirchneristas.

Me rompen las pelotas con las pastillas e inyecciones pero no por el hombro, mi manguito rotador. El centro de kinesio de Norverga no tiene entrada desde mi barrio y no hay acceso, solo el corredor vial y cinco kilómetros de pajonales al costado, y del otro lado el alambrado.

Barrí mi cuarto.

De pasar tanto tiempo en el water, el baño tiene olor a riñones. Leonardo Gentilli es el pelotudo insigne de los medios deportivos.

Vuelvo a La Paternal solo con nevisca y aguanieve, me cubre una arboleda de un camino de mantenimiento hasta la parada, bondi y Chorisubte a Palermo y subida por Juan B. Justo hasta San Martín con gente en ropa vieja y cagada como yo. En la clínica tienen te, café con galletitas Vocación, que nunca me gustaron, para las largas esperas, me los como todas. Me atiende la psiquiatra, otra burócrata de obra social, que tiene un lomazo, me pongo los anteojos sucios de vergüenza por sus gomas tremendas, le digo que hoy es la primera vez que salgo solo en casi un año. Me dice lo mismo que todos los psiquiatras, primero el sobrepeso, luego el tabaquismo. El espejismo de las gomas se va cuando pienso que solo es otra mujer trabajando.

Israel advierte sobre posibles atentados iraníes en Argentina.

Me trajeron la compu, me falta el Eisejuaz que llega hoy. Escucho al Embajador de Alfajores Guaymallén don Marcelo Palacios desde Estados Unidos, analfa de aquellos que me hace compañía, mi gordo sonrisas de manzanita, logra que yo sienta que alguien me habla. Me reconcilia con la vida, también con el teclado.

 

Llegó Eisejuaz, esta noche me lo termino, voy a poder terminar un libro. Pero cómo me cuesta la literatura. Eisejuaz llama al Ángel del suri, con un comentario sobre la caza del ejemplar escurridizo y la indefensión de su cría. Ya no quedan más Suri, hay que escuchar los chistes del Pochi Chávez recordando su infancia. Los extinguieron hace décadas. El suri es el nombre del avestruz o ñandú en el NOA y Bolivia. Salvajes solo quedan unos pocos en Corrientes, también se crían en corrales.

 

Boca empata contra el Auckland City, equipo semi-amateur, en Nashville, Tennessee. El Bayern Munich le tenía que ganar al Bemfica para que Boca pase a octavos de final, pero ganó el Bemfica. Bajé a verlo pero como no pasaba nada y estando solo sin papá, subí y puse AM La Red. Los días límpidos. En el campito se alzan las ondulaciones de los bidets antiguos e inodoros apilados, todos buscan nuevos modelos artesanales o italianos, hasta Ferrari hace bidets. El Presidente Javier Zanetti tiene su juego de baño y de café diseñado por Pirinfarina. Y pensar que El Diego murió con un bañito químico con un biombo en su cuarto. Renunció la jueza del caso de la muerte de Maradona con jubilación de cuatro palos a los 47 años.

Suspenden el partido por amenaza de tormenta eléctrica. Reanudación para las 18:10. La gente de Boca no se quiere ir de las gradas. Perdió el Bayern, siamo fuori. Se reanuda el partido, jugamos por dos palos verdes. Anulan un gol. Milton Gimenez es una bolsa de papas. Cavani no salió a la cancha en el segundo tiempo. Jugador retirado, gana doscientos palos por mes y no juega nunca.

 

Final de Eisejuaz con muertes de inválidos, manosantas con putas, hijos y envenenamiento no esperado del héroe mataco y místico. Pero muy lindo el castellano tosido, y fumar las semillas del cebil (anadenanthera colubrina) que se tuestan y se fuman con tabaco para cantar lo que dicen sus dioses. Hermosa novela. Así con tan poco escriben los que transcriben un lenguaje inhóspito. Los especialistas la cruzan con Zama, pero el tosido me da más al arrastre de chancleta de Diálogos en los patios rojos, con otro eco, uno de baldozas y el otro de polvo del NOA. El polvo de Zama es barroco, o más bien no hay polvo, y es de otro río, otra costa con otro color, y tiene otra distancia la lectura del paisaje, otra visión menos miope que Diálogos y Eisejuaz.

A mi me gusta el castellano derechito y árido de Josep Plá, pero ¿a quién le importa? Quizá alguien me lea nombrarlo sentado en un transbordador quema-soretes de la ciudad.

 

Me pedí La rosa en el viento pero me aburre, la dejo. Todavía tengo que ir a vender libros a Capital, ya se juntaron unos cuántos. La termino y ya ni la recuerdo.

 

Estaba tratando de escribir en un sueño

que no tengo un espejo en el oído

ya me olvidé por qué

pero estaba en el estacionamiento

de un centro comercial

que era de mis viejos

y no tenía luz

y me paré de esta misma compu

y empecé a dar manotazos en una columna

y se rompió el switch

al mismo tiempo escuché una voz decir no no

una voz de quejarse

que pensé que era mi vieja

por prender la luz

pero era un chico de la calle

 

 

4/7

Ya tuve dos sesiones de kinesio en Norverga, mamá espera en el Havanna y me compra un alfajor a la vuelta. Debo caminar hasta el auto con gran dolor, todavía no puedo ir a buscar el faso. Leo que la cepa de porro Wedding Cake produce dos kilos y mantiene a las esposas hornies for Romantic evenings (wink, wink). Veo una foto en el Twitter, un frasco de Purple Punch y otro de Wedding Cake, hay que elegir uno, leo los comentarios, gana Wedding Cake. La veo en el Semishop pero son las de granel que se hacen hermafroditas. Qué bajón va a ser no poder sembrar estas temporadas, no hacer la Purple OG Punch de Super Sativa Seeds, la Franco Loja’s Lemon Cheese, la Kosher Haze. Plantar el propio porro es lo más lindo del mundo.

 

7/7

Sueño que no me importa morirme, que tengo excelentes razones para morirme, que tengo cortada una narina por comerme los mocos con la uña de la palma del pulgar y chequeo asustado, me despierto. Son las doce y diez, me dormí temprano. Prendí un cigarro, si quiero lo dejo. Si quiero sigo mi novela y digo como llegué a la Civilización Sur a buscar el porro. Hay túneles en la cerámica o porcelana sanitaria, la ciudad metida ahí dentro, negocios y oficinas como barrios chinos infinitos. Las habitaciones con baño compartido cuestan doscientas cincuenta lucas. Está todo bien ventilado. La panamericana tiene un domo de bañadera por arriba de la capital y el transbordador toma por un techo entubado y baja por La Boca hacia el tren Roca en la parada de Sarandí.

 

Me llegó Hotel Pelicano, ¿Cuántas páginas le sobran a esta novela? La voy a seguir con grandes resoplos y accidentes de decepción. Pocas luces en esta época. Lo arrojo por la ventana.

Entre Hotel Pelícano y los ensayos de Samoilovich, más la biografía de Osvaldo Lamborghini, tiré ciento veinte lucas a la basura. Estaba fuera de ritmo con tanto Kindle.

Cobro. Café en el Havanna de Norverga con conito y alfajor con sal marina. Cuarta sesión de kinesio me hicieron masajes y ventosas y me puse a llorar y a putear del dolor. Me prohibieron operarme.

Me pido Gargantúa y Pantagruel de editorial Acantilado increíblemente barato a sesenta lucas en Buscalibre, más el Diario de la edad del pavo de Fabián Casas y los Cuentos Reunidos de Sherwood Anderson. Por ciento vente lucas.

 

17/7

 

Cancelo esta compra porque veo el nuevo Londres de Céline, continuación de Guerra -con nueva traducción, de las que nadie dice nada, solo esto en la faja de Anagrama

«Describe un número impresionante de personajes perversos o desnortados, de escenas violentas o sobrecogedoras, en la más sombría de las megalópolis modernas» (Hugues Honoré, La Presse).

«¿Erotismo o pornografía?... Una inmersión en el horror de la vida cotidiana» (Jean-Paul Brighelli, Marianne).

«Londres es una novela del desarraigo, la errancia y el exilio» (Le Devoir).

«De una brutalidad inaudita» (Nelly Kaprièlian, Les Inrockuptibles).

«Un novelista colosal» (Damian Catani, Times Literary Supplement.

 

Pero volvía acá porque leo esto de Juan Abreu sobre mi amado Lorenzo García Vega en su blog Emanaciones.

Jueves, 17 de julio de 2025

Detesto la cosa cubana pero no puedo escapar de ella, aunque algo has conseguido no exageres abreu. Así que hago un alto en mi lectura de Robin Lane Fox (ah, si la pavorosa hubiese producido al menos un historiador así) y me pongo a leer La invención de Lorenzo García Vega, de Duanel Díaz Infante. Conocí a García Vega en Miami y me pareció un hombre resentido, envidioso, agrio, retorcido y mezquino. Un hombre convencido de que el mundo le debía algo; a su edad y ni siquiera había aprendido que el mundo no le debe nada a nadie.

Pobre hombre, me decía siempre que me lo encontraba, en los años que viví en Miami. Carlos Victoria lo admiraba y yo me divertía burlándome de García Vega para picar a Carlos. La obra de García Vega siempre me ha parecido una excrecencia menor del gran Lezama. Se benefició de la cercanía del Maestro, pero dada la naturaleza rastrera del alumno, nunca se lo perdonó.Trató de menoscabar a su mentor, retorció su escritura hasta extremos ridículos. Y al final su empeño por tener un estilo, terminó por devorarlo. Nunca se enteró de que un estilo sin un gran genio dentro es sólo una carcasa desolada.

Compré el libro de Díaz Infante porque me atrajo el título, me dije, a ver si alguien al fin dice la verdad sobre este escritor sobrevalorado hasta lo grotesco. Le leído 133 páginas y no es lo que yo esperaba, pero es lo más objetivo que he leído sobre el personaje García Vega. El más objetivo. El menos fantasioso.

Lo que García Vega decía de Lydia Cabrera, consignado por Díaz Infante en su libro, me ha provocado cierto malestar. Conocí a Lydia y amén de su inmenso talento como escritora, era una mujer llena de grandeza. Algo que se echa mucho de menos entre escritores cubanos. Véase al autor de Espirales del Cuje.

Qué tipo tan miserable García Vega.

 

Me sorprende la mezquindad de Juan Abreu con Lorenzo García Vega, no haber disfrutado de su obra que es literatura pura, la más pura que encontré en mi vida, mucho mayor que la del “Maestro” Lezama Lima. Cómeme los huevos, Abreu, Lezama Lima es un plomazo. Lorenzo García Vega fue changarín de supermercado hasta casi los ochenta años, es por eso que tiene derecho a ser todo lo dice Abreu, y todos le debemos algo. Ya quisiera deberle yo algo, comprarle una computadora Mac como la de Abreu, etc. Mejor no hablar de miserables. La bronca viene desde García Vega dijo que Reinaldo Arenas había estado con la revolución en sus comienzos, y por no impresionarse con su drama, además de cierta aprensión a los homosexuales, ya que Lorenzo no tuvo ninguna clase de vida sexual.

Abreu no es un poeta, no puede amar los últimos diarios de sueños ni sus libros como Erogando trizas donde gotas de lo variopinto, o los publicados en Argentina. Un poeta es como fue Lorenzo, desgraciado, desdichado, y resentido, pero no agrio como dice Abreu.

¿Qué escribió Juan Abreu? ¿Cinco Cervezas, y, qué más? Algún cuento suelto. Es todo. Sus memorias no tienen la menor importancia y son solo papel impreso.

 

Inodoros de baja estofa

 

Compro Londres de Céline, el primer ejemplar disponible, traducción abominable; perdemos en la Copa Argentina contra Atlético de Tucumán. Milei vende candidaturas, Milei-Recesión, me quedo ciego, engordo, tapo el bidetazo, limpio el rocicler con un cepillo viejo a medias.

Me bajo al Kindle los Collected Poems de Sylvia Plath y listo. El dólar tarjeta carísimo. Pongo

Megadeth. The Sick… The Dying… and The Dead. Devuelvo Sylvia Plath y no me devuelven lo que se queda el banco central que son cinco lucas.

 

Mamá se olvidó de cargarme el pastillero

y dejármelo al lado del bidón

en la cocina

y yo me había comprado

unos lillos de fumar

que de casualidad había en el kiosco

con un préstamo

un préstamo para picadas

hago caminatas con picadas

alfajores, salamines, Twistos

al tiempo que camino, como

y me traje los puchos y los lillos

y no me di cuenta

que ayer no tomé ni una pastilla

que cuando bajé ya tarde no estaban

junto al bidón

y usé los lillos

cuando el paquete se acabó

casi los termino

con tabaco de sobras de colillas

en el harto basurero

con restos de mate

y envoltorios de picadas

 

 

***

 

Tengo las uñas largas

y los dientes flojos

ya me cagué un segundo

por comerme las uñas.

Los terceros, los colmillos

volaron hace mucho

mi hermano occiso se burlaba

"se te ven las teclitas"

a mi lo que me importa

son las muelas que me faltan

cuatro y media, porque

ya no va el tratamiento de conducto

después de 35 años de pucho

 

Vi que ahora hay como esos dientes

de Drácula que había en los cumpleaños,

prótesis de plástico, baratas, para

salir del paso, lavables

con eso me alcanza

 

 

Luis Thonis me dijo que me haga más el poeta maldito pero elegí la pensión por discapacidad

 

Nunca podría ser un poeta maldito

como me dijo Luis

soy un escritor latino

como El Skunkman

como Ignatius J. Reilly

soy un gato naranja

en la punta del verso

pisando bandadas de gorriones

sobre el hipopótamo de oro chino

 

Ah el sol y los rayos

de la Corea dorada

comiendo con maníes pegados

con la Corega Dorada