24.4.21

Un gran saludo, por j. j. romero

  

Bueno, ahora me calmo.


Aterricé y no pasó nada. 

 

No me duele nada, no tengo nada roto. Cuando estoy solo soy de plástico.

 

Después de tener días extremos (es decir, de locura extrema) cuando uno está volviendo hace falta una explanada bella y asombrosamente brillosa en la que caer.

 

Poder estirar los pies para que se mezclen con la tierra, agarren brillo y se deshinchen. Luego caminar para que no se vuelvan a hinchar por la inmovilidad.

 

Quiero encontrar todos los lugares escondidos. Hay un lugar entre los yuyos donde no existe el miedo. 

 

Me gusta muchísimo saludar gente. Hay una gran potencia en los saludos. 

 

Solo tengo que pensar en ese lugar cuando estoy con gente y ya no me da miedo saludar.

 

Es una gran oportunidad para generar un tema de conversación en el futuro.

 

Si tenemos la suerte de volver a encontrarnos alguno puede decir: nos hemos saludado muchas veces.

 

No sé dónde estamos pero si miro el teléfono me voy a perder el paisaje. Este poema no lo estoy escribiendo ahora, sino en un momento en el que tengo enfrente una pared blanca, y me cuesta menos imaginar las cosas.

 

Ahora me imagino una noticia lejana: una piedra de coral destrozó el aspa de un submarino.

 

No soy un gran conversador, muchas veces viví dentro de un trueno. En mis ojos se ve el estallido. Eso espero. Espero que no se sienta como otra pared que hay que atravesar.

 

El blanco es un color metálico muy extraño. Cuando aterrizaba crucé capas y capas de blancura que me dejaron temblando como si me hubiese convertido en una rama seca.

 

Crucé capas de rojos y violetas y esas directamente me destruyeron.

 

En los demás ojos también hay capas como éstas. Cuando intuyo que pueden cortarme en dos como una rebanadora quiero acercarme y saludar.

 

No quiero estar tranquilo. No quiero que nada me proteja. Busco una luz radiante para mi cuerpo y para eso tengo que disolverme y para eso algo tiene que perturbarme.

 

En solo dos días una planta trepadora en la casa creció 5 centímetros. 

 

Espero que crezca mucho más y se acerque a mí para hacerme parte de ella.

 

Que se exponga a un ventarrón que la sacuda y la arranque de raíz, pero que donde sea que caiga pueda crecer de nuevo.

 

Que copie el movimiento de las antenas.

 

Que vaya con nuestras ideas lentas, que se mueven para un lado y para el otro.

 

Quedarse temblando es el menor de los problemas. Por levantar la mano y que la mano se abra como una estrella en lo alto y que me saluden de vuelta.