5.1.10
Cielito de Mayo: Poder popular y Revolución, por Gustavo Calandra
1.
Período revolucionario e independentista. Etapa inicial, bajo la conducción de la burguesía agroganadera. Dirigiremos nuestras herramientas analíticas, con el fin de libertar una más legítima fuerza potencial nacida en el corazón del Pueblo. Ese primer impulso popular y guerrero, con interesante actuación en las invasiones inglesas, complementa el impulso burgués en el plano de las ideas -alimentadas de modelos foráneos. Si en las primeras composiciones se sigue una estética neoclasicista, será la literatura gauchesca la expresión más genuina, acorde de ese prístino momento de rotas cadenas y gritos sagrados de libertad. Es “una creación literaria encuadrada por un vertiginoso cambio político–social al que sirvió y cuya incidencia sobre temas y formas establece un primer modelo de literatura revolucionaria [que] tendrá posterior aplicación…” (Rama; Los gauchipolíticos).
Porque después de “los ruiseñores”, “veristas muy sabidos” que escribían “puras flores”, bien “puede cantar la rana”, representante del hombre de la campaña. (B.H. “Al triunfo de Lima y el Callao” vv. 19 a 24). Bartolomé Hidalgo (1788– 1822): Primer poeta gauchipolítico y fundador del género. Peluquero. También escriba ministerial, empleado y funcionario del estado, y cuando Lecor invade Montevideo, censor. De 1811 a 1815 sirve a su patria: comisario de guerra, director de correos… y poeta con función cívica y popular. Deficiencias físicas le impiden ser soldado y actuar en el campo de batalla. Hidalgo será recompensado con un ascenso por Artigas. El Triunvirato lo declara “patriota benemérito”. En adelante, y desde hace un renglón, B.H.
Será el poeta, no ya para el grupo culto de pertenencia, quien haga del habla popular materia prima de la invención, quien establezca las bases de una auténtica poesía nacional. Implícitos, los mecanismos de control del nuevo gobierno: “Se dio a la poesía del género una aplicación y un destino saludable, en cuanto contribuía a convertir a los espíritus de la gran mayoría del país a los dogmas de la revolución, inculcando en el público, aquellas generosas pasiones sin las cuáles no hay independencia ni patria.” (Juan María Gutierrez, “La literatura de Mayo”, en Los poetas de la revolución, Bs As, Academia Argentina de Letras, 1941.)
Dos instituciones disciplinarias, el ejército y la poesía, se abrazan y complementan, funcionales al Estado naciente. En este trabajo visualizaremos cómo la gauchesca se pone al servicio de la domesticación del margen. Anota Zum Felde que el cielito procede de la copla. Un baile derivado de la contradanza, de fines del siglo XVIII. Del romance español hereda metro y asonancia. Esta serie de cuartetas octosilábicas abcb, está dispuesta de a pares, donde la primera no atiende a patrón alguno pero la segunda empieza siempre con el estribillo. ¿La libertad inicial es sometida, rápidamente, a una norma que la sujeta y se afianza en la repetición de sus prácticas? Contenido y obediencia a la forma. Experiencia y forma de vida del gaucho.
1810. La facción revolucionaria toma Buenos Aires. Con la población subordinada, otro vínculo: el estilo autoritario del viejo orden no fue abandonado. Demasiada euforia genera sospechas. Hay que poner un límite a la movilización política y subyugar la adhesión al nuevo orden, un estricto control de movimientos, “aún a esa población marginal que los administradores coloniales habían juzgado más prudente ignorar.” (Tulio H. Donghi, Revolución y guerra, 2000.)
2.
El poeta cede su voz a una lengua diferente y la captura con su lazo ideológico. El gaucho-narrador abandonará sus actividades rurales, alternativa laboral en tiempos de paz: o mano de obra o soldado. Así se discute el espacio interno del género, el lugar y la función del gaucho en la distribución social. Un deber ser escrito como ser: “Enseñando que el trabajo honrado es la fuente principal de toda mejora y bienestar”, “inculcando en los hombres el sentimiento de veneración hacia su Creador, inclinándolos a obrar bien,” regularizando “costumbres, enseñando por medios hábilmente escondidos la moderación y el aprecio de sí mismo, el respeto a los demás, estimulando la fortaleza por el espectáculo del infortunio acerbo, aconsejando la perseverancia en el bien y la resignación en los trabajos”, (José Hernández, “Cuatro palabras de conversación con los lectores”, Martín Fierro).
El efecto de producción de realidad y diseño de información viene a reforzar el origen verista y el didactismo del mensaje. ¿Y no convenía frente al “pobre gaucho”? Es sabida “la falta de enlace en sus ideas, en las que no existe siempre una sucesión lógica…”. (Hernández, carta prólogo a José Zoilo Miguens, “La ida”, Martín Fierro.)
Pero no sólo la realidad económica es reabsorbida en la visión natural del paisaje de este capitalismo agrario en desarrollo (Raymond Williams, cap.III, El campo y la ciudad), no sólo un capataz de estancia; y una hacienda, alambrado, propiedad privada, pago, peones y animales marcados en venta; no solo enemigos-“chanchos”, encerrados en “su chiquero” o el godo-avestruz “contra el cerco” (B.H. “Cielito patriótico”, vv. 102 a 104), sino también el tema del hambre, donde hasta los enemigos, si se pacifican, pueden venir y comer “carne gorda” mientras que “encorralados” pierden “el pan y el queso” (B.H. “Cielito”, vv. 1 a 8). Bloqueo y falta de alimento por estar en infracción: “flacos, sarnosos y tristes”, a los prisioneros, ni mate (en el Callao, muchos “se pasaron” porque “de hambre morir no quisieron”, B.H. “Al triunfo de Lima…”, vv. 97 a 102).
Un “cielo hermoso del sud”, “de la merienda”, tierra de la abundancia y de la finca, y nos enteramos que el gaucho “desprecia las riquezas” ni “tiene ambición” (B. H. “Diálogo Patriótico Interesante”, vv. 379 y 380). En adelante “D.P.I.”. ¿Y así no resulta más fácil repartir en “el cielo de los liberales”?
3.
¡Vaya si es un suelo fértil este cielito! Abonado con poesía, produce objetos culturales para consumo de cierto grupo, a cuyo gusto, el poeta, de diferente filiación, debe adecuar expresiones y sentimientos. ¿A quiénes? Gabriel Di Meglio (“Un nuevo actor para un nuevo escenario”) habla de “plebe urbana”: jornaleros, changadores, aguateros, peones, lavanderas, prostitutas, matarifes, boteros, vagos. Vivían alejados del área de decisión política y eran analfabetos. Para ellos, otra palabra sagrada: “el evangelio yo escribo”. Este Nemoroso criollo canta su alianza con el poder: “vivan las autoridades”, (B.H. “Cielito patriótico”, vv. 142). Ha nacido la Patria y cualquiera hace oír su voz: “tenemos obligación/ de ser buenos ciudadanos/ y consolidar la Unión” (B.H. “Cielito de la Independencia” vv. 33 a36). El “buen ciudadano” acepta al “jefe” justo, no al “tirano”, (B. H. “Un gaucho de la guardia del monte” vv. 113 a 116). Unidad, sí, pero vertical.
Sí, “es güeno vivir en paz/ con quien nos ha de mandar”. Que lo diga Martín Fierro: “conozco que nada valgo; / soy la liebre o soy el galgo/ asigún los tiempos andan; / pero también los que mandan/ debieran cuidarnos algo.”, (J. Hernández, “La ida” c. VI.)
Habrá, desde el comienzo, cierto recelo hacia el pueblo hambriento y armado. Temor histórico de la clase burguesa. En Francia, en 1789, un acuerdo temporal durante la toma de La Bastilla, se desmigaja de inmediato, una vez que los dirigentes alcanzan el mando. La burguesía se aprovechó del levantamiento del “pueblo bajo” para deshacer el antiguo gobierno feudal y nombrar nuevas autoridades. Al mismo tiempo, utilizó ese pánico producido para armar su guardia, restablecer el orden y ejecutar a los agitadores populares. (Piotr Kropotkin, Historia de la Revolución Francesa).
No sea cosa que esas milicias de los suburbios vengan a reclamar –y a disputar– su participación política, como actor social emergente. Pero no sucedió así, y el lamento del paisano, siempre, llega tarde.
Sin embargo, se nos dice que hubo un tiempo que fue hermoso. Alusión a un paraíso natural, interrumpido y corrompido por los conquistadores españoles. Una especie de edad de oro atemporal sin referencia histórica concreta. Aunque tal vez, sí existía: “Todos los antecedentes reales procedían históricamente del campo, donde la vida ganadera creaba a sus expensas las posibilidades de evitar que los menesterosos muriesen de hambre, al mismo tiempo que los colocaba a las puertas de las más duras desdichas…” (Gastón Gori, Vagos y malentretenidos). En el Martín Fierro, otro cantar: “Yo he conocido esta tierra/ en que el paisano vivía/ y su ranchito tenía/ y sus hijos y mujer…/ era una delicia el ver/ cómo pasaba sus días.” Los pasaba madrugando y trabajando. O “pión de domador” o a recoger la hacienda. La “gauchada; / siempre alegre”. Y en las yerras, ni siquiera, “era trabajo, / más bien era una junción”. Nótese la implícita presencia del patrón, quien solo aparece “pa darle un trago de caña” al gaucho, (J. Hernández, “La ida” canto II).
Y “los del Río de la Plata/ cantan con aclamación/ su libertad recobrada” (B.H. “Cielito de la Independencia” vv. 17 a 19), porque ya “se acabó/ el tiempo de un tal Pizarro” (B.H. “Cielito patriótico” vv. 113 y 114), cuando “cristianaban al grito/ y nos robaban los pesos” (B.H. “Un gaucho de la guardia…” vv. 167 a 169). Entonces, indios y paisanos se le van a ir al humo a los godos, ni bien vean sus cañones. Unión verdadera, porque si entre hermanos se pelean… ya sabemos qué pasa… “ellos andan cabuliando/ a ver si nos desunimos”. Afuera acecha el peligro. Ahí están las fronteras. Tocamos los límites del género gauchesco.
Por un lado, la revolución y la guerra, con la utilización del gaucho patriota; la infracción lo convierte en desertor. Por el otro, las leyes que obligan al paisano a conchabarse y tener papeleta, o engrosa las filas de delincuentes. El sentido de la palabra “gaucho” oscila en la disyuntiva de aceptar o no la disciplina. “El género es un tratado sobre los usos diferenciales de las voces y palabras que definen los sentidos de los usos de los cuerpos.”
4.
Ha aguantado embestidas y entreveros en la Guardia del Monte, Ramón Contreras, sin embargo, un paisano matrero parece causarle más temor: “[El vago] es una amenaza singularmente subjetiva que agudizaba la animadversión a un orden constituido, para la generalidad incomprensible dentro de los caracteres anárquicos de la campaña y en medio del predominio de la inestabilidad gubernativa.” (Gastón Gori, Vagos y mal entretenidos, 1950.)
Ojo con el gaucho malo, divorciado de la sociedad, héroe del desierto. Su espacio se vuelve peligroso para los gauchos buenos. Hasta la casa de Chano, hay que atravesar “un tirón temerario”. Un camino del mal. Un mal camino escogido y que está “pesao” con “tantos aguaceros”. A ver si uno no acaba también hundiéndose en el lodo. Empantanarse. Misma situación ocurre a Contreras (“D.P.I.” vv. 247 a 250) cuando entra a la ciudad. Podría ser equivalente a la Caída, en una vizcachera. En la frontera, a Fierro y a los paisanos, los tratan “como se trata a malevos”. Tendrá “el gaucho que aguantar/ hasta que se lo trague el oyo”.
Se define el delito en oposición al mundo del trabajo: “Las leyes contra vagos y mal entretenidos, parecieran haber sido dictadas por los hacendados cuyas propiedades necesitaban estar protegidas en los parajes más apartados y difíciles de ser sometidos a custodia; por lo que todo hombre sin bienes raíces y sin ocupación que transitara por sus tierras, era un delincuente que ponía en peligro la integridad de la hacienda. (Gastón Gori)”.
Ley injusta. No se aplica con el mismo rigor si roba un “Señorón”. Hay distinción por clases, hay jerarquías. Pero esa queja prepolítica de los subalternos está teñida de derrota e impotencia. Ludmer: “Son campanas de palo/ las razones de los pobres”, (J. Hernández, “La ida”, VIII). Así recibe la madre patria a ese recién nacido de la sociedad, a la fuerza, de parto artificial. Ese cuerpo sin formación, virgen de símbolos burgueses, solo se humaniza en la identificación. Hay que subordinarse al jefe militar, al capataz, a la ley. Chano es capataz, cantor, “escrebido” y “hombre de razón”. A él, Contreras, “medio payador”, le rinde las armas. Aún así se tratan de usted, aunque Chano, como letrado, informa e instruye. Pero emplea el voseo con sus hijos-peones-criados. Sabemos que el aparato conceptual del género requiere la reiteración, hacia abajo, de una diferencia. A las autoridades pide, “humildemente”, “la justicia y la razón” (B.H. “D.P.I”; vv. 366 a 375).
La respuesta es la leva. “Es así como, sin contar con las fuentes rurales de reclutamiento a las que ahora se recurre, la composición de los cuerpos militares ha cambiado profundamente; surgidos de un movimiento en que el elemento voluntario había predominado, están siendo anegados de vagos y malentretenidos y esclavos incorporados a ellos por acto de imperio. Hacer de cuerpos así formados el principal apoyo del poder revolucionario, no sólo contra sus enemigos exteriores sino también contra los internos, encierra peligros que sólo podrían salvarse mediante cuidadosas precauciones”. Sobre la leva rigurosa del 29 de mayo de 1810.
5.
Existen dificultades, pero hay tiempo. El “pueta cristiano” es perseverante. Falta entendimiento, sobra voluntad. Con la herramienta del señor los versitos forjan un ingenuo imaginario cristiano. Debe seguir el gaucho el sendero del sacrificio… “para disfrutar placeres/ es preciso sentir penas” (B.H. “Cielito patriótico” vv. 39 y 40) Su aprendizaje, por la ruta del dolor: “y no será malo, amigo/ si por fin escarmentamos.” (B.H. “N.D.P.” vv. 215 a 216)
La Constitución no es la Inquisición pero quien hiere a la ley, que la repare como “manda Dios” (B.H. “D.P.I.” v. 163). Sabemos que la figura de Dios emblematiza a la autoridad en estado puro. Por eso, la emancipación de toda tutela exige impugnar esa ficción de poder, su jerarquía celestial y todos sus homónimos modernos. La idea de su existencia implica el abandono de la razón y de la justicia humana, para vivir en el callejón de la esclavitud.
6.
Dentro de la danza bélica, la lengua-arma espeta el desafío a los enemigos de la Patria. La guerra no es sólo fundamento, sino materia y lógica de la gauchesca. Será San Martín la figura militar que mande en el género. Dirige la rebeldía popular –puros mozos amargos. ¿Cómo no “ha de cambiar nuestro Estado” si “renace el patriotismo/ en el más infeliz rancho”? (B.H. “N.D.P”. vv. 277 y 278)
Para su “soldadesca corajuda”, una violencia disciplinada. La pasión tiene medida y cálculo. Pensarán al soldado, los estrategas bélicos, desde mitad del s. XVIII, como algo que se fabrica a partir de un cuerpo inepto, siguiendo una coacción calculada. Un ejército utilizable por el aparato de estado que lo capta y lo liga y que, en el caso de las milicias revolucionarias de 1810, debe desarrollar, en un primer momento, mecanismos colectivos de inhibición, evitando, así, el furor y la potencia frente a la mesura y la soberanía. La irrupción de una “máquina de guerra” ponía en peligro al gobierno naciente. Había que domesticar a la manada y a su forma pura de exterioridad, a ese devenir animal que actúa en batallas a punta de facón y tiñe un arroyo de sangre. El general Paz, estratega militar, observa: “Cuando alcanzamos a percibir la derrota del enemigo, el señor Escalada [oficial al mando], en la exaltación de su patriotismo y de su júbilo, dio algunos vivas a la patria (…) y excitaba a la tropa con la más repetida instancia, diciendo a cada momento: ¡Griten muchachos!”. Victoria del ejército del Alto Perú en las inmediaciones de la Quiaca. Festejos: “Nunca he visto ni espero ver cuadro más chocante, ni una borrachera más completa (…) parecía más una toldería de salvajes que un campo militar.” (José M. Paz, Memorias póstumas, Tomo I). Paralelo a ese periodo de aprendizaje del bajo pueblo, cuya libertad dosificada era tránsito obligado hacia la igualdad, ocurrieron sucesos donde el desafío iba a ser hacia las autoridades, y el lamento, de la burocracia en crisis.
7.
El 5 y 6 de abril de 1811 estalla un conflicto entre las facciones revolucionarias. Los saavedristas convocan a la “masa plebeya” mediante la influencia de los alcaldes. Los alcaldes eran autoridades menores, herederas del antiguo régimen e investidas de atribuciones nuevas: captura de vagos para su reclutamiento en el ejército. Desde la perspectiva de los grupos populares, éstos representan el nuevo poder, a la vez que son los mejores valederos frente a él. Preocuparán, y mucho, esas bases de poder ajenas al gobierno, en condiciones de sostener pretensiones de control e independencia. Movilización. Es una “invasión rústica”: “El Cabildo débil otorgó cuanto en nombre de ese supuesto pueblo pidieron los faccionistas de la maldad… Suponiendo pueblo a la ínfima plebe en desmedro del verdadero vecindario ilustre que ha quedado burlado, bien sabían los facciosos que si hubieran llamado al verdadero pueblo, no habría logrado sus planes el presidente. (El subrayado es mío.) Juan M. Berutti, “Memorias curiosas”, en Biblioteca de Mayo, Buenos Aires, Senado de la Nación, 1960.”
Es cierto que ningún grupo ha logrado afianzarse y generar lealtades duraderas; nosotros preferimos pensar que el verdadero espíritu revolucionario nace ahí, en el corazón del pueblo y es manipulado por grupos burgueses. Donde hay poder, hay resistencia a la eficacia de ese poder. Pero el poder no es ciego y sordo, hay poder allí donde hay resistencia. Precisamente por eso. El poder se ejerce contra determinadas prácticas peligrosas para el estado que, desde su nacimiento, intentó aniquilarlas. Confiamos en el Pueblo y la fuerza que lo apuntala y en la lucha por la emancipación política y espiritual.
Etiquetas:
ángel rama,
bartolomé hidalgo,
crónicas,
gustavo calandra,
josé hernández,
literatura,
raymond williams