14.5.19

Una narrativa del descontento, por Javier Fernández Paupy




Sobre Barricada (Ediciones del Trinche, 2019), de Gustavo Calandra

En su último libro, Gustavo Calandra muestra una época, la nuestra, de manera oblicua y esquinada. Son las condiciones materiales de nuestro tiempo. Su literatura es un espejo de tinta. El autor refleja un mundo hostil en el que muchxs temen y otrxs miran. En este libro hay un enemigo menos claro y más difícil de identificar que el que aparece en Lxs lo que luchan (Palabras Amarillas, 2016). Son libros que hacen serie, escritos en el tono de una denuncia recitada. Con escenarios confusos que desorientan a personajes extraviados. Un cruce entre el diario de viaje y la crónica social enmarca este catálogo de vicios y defectos que también muestra posibilidades de vida, muchas veces fallidas, o manifestaciones erróneas. Armados de crítica y grotesco, estos relatos levantan el escudo por excelencia de las revueltas populares, la barricada. Un freno para el avance de una energía hostil. Son relatos de ficción que postulan una realidad que no impugna otros tipos de pensamiento. Son posibilidades de vida. Es ficción. Pero no es un invento. Néstor Sánchez: «Cuando la escritura se pone al servicio de una ideología política, me da miedo que se confundan una y otra». (El drama sin atenuantes. Conversaciones con Carlos Riccardo). En Calandra la escritura no está al servicio de ninguna ideología partidaria. Es pensamiento y política vueltos ficción. Roberto Arlt, en el prólogo de Los lanzallamas, escribió: «¡Cuántas veces he deseado trabajar una novela que, como las de Flaubert, se compusiera de panorámicos lienzos…! Pero hoy, entre los ruidos de un edificio social que se desmorona inevitablemente, no es posible pensar en bordados». Los relatos de Calandra hablan de ese desmoronamiento social y presentan caminos laberínticos que en algún momento se topan con una barricada final. Ya en el 2011 Calandra había vislumbrado, en la novela gráfica Malón Mestizo, la muerte de altos funcionarios de turno y de otros idiotas de la sociedad del espectáculo. Guy Debord sabía que el espectáculo es una droga para esclavos. En Calandra se mezclan Boris Wladimirovich, Kurt Wilckens, la Revolución Mexicana, los descamisados,  la tercera posición, el anarcoperonismo, Leopoldo Marechal y Samuel Tesler con una frase que aparece en Adán Buenosayres: «Buenos Aires, la perra que se come a sus cachorros para crecer». ¿Postulan los relatos de Barricada la convicción de que solo la violencia puede barrer la injusticia social? Algo queda deliberadamente sin decir. ¿Hay confianza en los fusiles como si fueran la mejor política para denunciar los atropellos? Este libro mata fascistas. La frase podría aparecer en la solapa de Barricada. Arrebatos de exaltación permanente. Sin miserabilismos ni patetismos ni chantajes. Excepto que neguemos el terror que todavía se ejerce contra la mayoría explotada.