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4.9.21

Todos los días en la vida de una mujer, por Pablo Moreno

Apuntes  a la ligera sobre Ash is a purest white (2018) de Jia Zhangke

 

 

Sound affects


En Ash is a purest white (2018), último opus del realizador chino Jia Zhangke, los miembros del jianghu se reúnen a mirar películas de triadas hongkonesas. Más precisamente The Killer (1989) de John Woo. Rituales de representación que llegan del cine, lejos de la acción a gran escala de la narrativa cine del propio Woo  (o de Johnnie To), aquello que se importa es el gesto de camaradería. Gánsteres de poca monta liderados por Bin, un afable mediador que regentea un club de baile de salón y que por supuesto, no llega a tener el anonimato de una discoteca, en donde los habitúes se entusiasman con YMCA de Village People. En Unknown Pleasures (2002) retrataba la discoteca con idéntica alegría con una cita a Pulp Fiction de Tarantino. En Mountains my depart (2015), Tao (Zhao Tao) liberaba sus frustraciones, la definitiva separación de su hijo, bailando bajo la nieve al compas de Go West de Pet Shop Boys. La jianghu de Ash… lima sus asperezas y sellan la amistad brindando una mezcla de bebidas que cada miembro arroja en una fuente de plástico. Entonces la banda de sonido arroja la melancólica canción de The Killer interpretada por Sally Yeh.  Y en ese gesto, Zhangke aleja al film de un mero retrato de mafias de la China continental.


Todo lo sólido se desvanece en el aire

El marco de Ash… es la ciudad de Datong, una ciudad minera en vías de desaparición. Culpa de la baja del precio del carbón y de los negociados que ejercen las autoridades locales, que el padre de Qia denuncia en la radio local, extenuado y alcoholizado, una voz que resuena sin que nadie la escuche. El acelerado proceso capitalista produce ciudades fantasmas.

Ciudades que terminan sumergidas como Fengjie en Still Life/Dong (2006), díptico de ficción y documental, en donde se narra la desaparición de la mencionada ciudad por la monstruosa construcción de la represa de las Tres Gargantas.

La ciudad del parque temático de The World (2004) es el telón de fondo del hiperdesarrollo y la industrialización que hacía trizas toda posibilidad de afecto.

En Platform (2000), un grupo de artistas de un colectivo que trata de adaptarse  a la privatización de las prácticas heredadas de revolución cultural china. Los cambios se manifestaban casi imperceptiblemente, Desde las temáticas de las obras, el vestuario y la música hasta que  la ciudad impone toda su presencia.

Lugar común es señalar que Zhangke es el gran narrador de la transición al mundo capitalista de China. En estos films los cuerpos son sometidos al plano general. Solo los primeros planos nos recuerdan que quienes habitan ese espacio son obreros. Y que esos rostros anónimos son avasallados por el peso de la Historia, un espacio que narra, un espacio que disemina figuras en un paisaje que todo lo avasalla, que provoca migraciones internas, que destruye comunidades, que la experiencia moderna de la China contemporánea es la vulnerabilidad ante la fuerza del cambio.


Esta salvaje oscuridad

Desde Unknown pleasures, la violencia en el cine de Zhangke era un estado latente con ribetes trágicos. En A touch of sin (2013) lo implícito cede a un realismo desbordado, a una puesta visceral. Imposible que la china contemporánea no haya transmutado a una ferocidad salvaje.

La jianghu de Ash…sucumbe ante la furia de nuevos grupos que buscan controlar una ciudad ya corrompida. Uno de los miembros es asesinado por oscuros negocios inmobiliarios. Bin primero es advertido con un golpe hecho con caño de plomería. Los jóvenes encarnan ese panorama brutal tratando de desbancar a un Bin mira el presente con cierta perplejidad e ingenuidad. Llevar un arma no implica emplearla. Luego será desfigurado por un grupo de motociclistas en una emboscada. Quien entiende esos cambios es Qia. Un disparo en el medio de la noche impide que maten a Bin. El arma es ilegal. En ese acto, Tao ingresa al jianghu, en el silencio, en no delatar a su amado. La cárcel implica asimilar el código.


Melo

Los rostros del melodrama hongkonés configuraron el melodrama del cine Wong Kar Wai. Un sistema basado en la fidelidad a los actores que encarnaban esas historias. Tony Leung y Maggie Cheung encarnaron el tríptico conformado por Days of Being Wild (1991), In the mood for love/Con ánimo de mar (2000) y 2046 (2004). Los años transcurridos entre una obra y otra no imposibilitó que la historia de esos personajes se siguiera escribiendo en el tiempo.

No es osado decir que Zhangke haya construido una idea de reformulación del melodrama a partir de la historia de la China contemporánea. Qia es un rostro joven, novia de un mafioso en Unknown pleasures (2000). Luego aparece tratando de comunicarse con Bin en la represa de las Tres Gargantas en Still Life (2006). Aquella comunicación que parecía truncada reaparece en Ash… (2018). Qia es enviada a la cárcel. Vuelve a buscar a su amado, es engañada por una pasajera, embauca a un empresario en un hotel, sufre y sobrevive. Qia es encarnada por Zhao Tao en todos estos films. Su personaje es el punto donde confluyen todas las perspectivas del melodrama y que ya confluían en el protagonista  de su film anterior Mountanis my depart, su primera incursión en el género y obviamente también protagonizado por Zhao Tao, quizás uno de los rostros más bellos y expresivos de lo que podríamos denominar como una cierta idea de cine contemporáneo, porque Jia Zhangke es un narrador de cine y no un formulador de nuevas narrativas. La familiaridad del personaje de Qia nos dice: la Historia como un melodrama y el melodrama como Historia. Tamaña ambición de contar a través de un género popular la vida en la china contemporánea no solo refleja un gesto inusual del cine político de Zhangke (sí, Zhangke hace films políticos). Da un paso más allá que narrar el estado de las cosas. Es narrar la vida de una mujer. Una sensibilidad cargada de futuro.