10.5.19

Bichos raros a propósito de Bichos raros de Nadia Gómez, por Paula Labeur


Bichos raros, Nadia Gómez. Ilustraciones de Muriel Bellini (Buenos Aires, Palabras amarillas, 2018)

Muriel Bellini

Cuando los teléfonos eran fijos y no dependían de los datos, algunes hablantes desarrollaron  mejor o peor la habilidad de dibujar con birome bic finita todas las superficies de papel en blanco que estuvieran al alcance de la mano  y / o el cable. Los dibujos en cuestión proliferaban  -sin un plan demasiado prefijado-  al ritmo de la charla y en relación inversa al turno de habla. Escuchar, parece, incentivaba las ganas de dibujar en ilustraciones que iban tomando toda la superficie disponible para converger o sobre todo divergir libremente del asunto de las largas charlas amarradas a la mesita del teléfono.

Quizás no es  birome finita lo que usó Muriel Bellini, pero es en lo que me hicieron pensar las ilustraciones que hacen de Bichos raros un delicado librito álbum no mucho más grande que un celular. Las ilustraciones , como portadilla de cada texto o como un resumen cuando llegaste al final del capítulo preparan para el desconcierto, acompañan la incomodidad, renuevan la inquietud en la que se mueven los textos,  invitan a releer cuando la  birome finita fue para donde ni nos imaginábamos que podía ir y resulta entonces una encantadora lectura multimodal seguir los recorridos de Muriel en la escritura de Nadia y la escritura de Nadia en la leve y punzante ilustración de Muriel que en los blancos del blanco y negro sugiere incluso la posibilidad de pintar (con las otras biromes finitas, la roja, la azul, la verde) mientras se puede seguir pensando y viendo en cómo dialogan textos e ilustraciones y si combinan o no combinan nada  como los zapatos justos para un casamiento al que  una ni siquiera quiere ir como el que cierra la taxonomía de Bichos raros.


El profesor Revillod

El rasiberado, un gracioso animalillo cubierto de pelo del celeste imperio,  es un animal con cabeza de rata, un cuerpo parecido al de cualquier lomo con pelos que puede ir de un perra grande a una búfala, de una leona de cierta edad a una vaca y una cola despampanante de pez tropical de acuario o de mantel individual de plástico de los polirrubros  chinos  o de documental de Jacques Cousteau.  Difiere levemente del rasibedillo , un gracioso animalillo cubierto de pelo de la región del Orinoco, que no cuenta con la magnificencia de semejante cola pero luce en sus ubres, siempre, un perro pequeño, quizás un cachorro,  que encaramado a un banquito chupa sus ubres con insistencia saltarina.

Como un libro álbum de bichos raro, el primer libro de Nadia Gómez viene a hilvanarse en una larga tradición de literatura infantil y no tanto que propone mezclar lo que la realidad o la lógica occidental o las buenas costumbres tienden a separar. Así como Fabuloso animalario del profesor Revillod de Javier Sáez Castán y Miguel Murugarren nos permite descubrir la friolera de 4096 animales con solo ordenar pacientemente las tres partes de sus 17 páginas ilustradas, el Bichos raros de Nadia nos lleva de la mano de una a otra situación, situaciones que chirrían como los cortes de Revillod, situaciones que se pegan por el capricho de la autora. O de les lectores si deciden hacer caso omiso a la voz delirante del narrador y se pegan las vueltas como quieran dentro de la materialidad de un libro que de última empieza y termina en cualquier parte. Como todos, si depende del lector, claro;  pero en este esa desmesura está instalada en la misma decisión autoral. Pero podría ocurrir que les lectores se mostraran dispuestos a seguir la voz ordenadora del narrador y entonces se encontraría, en el orden elegido por Nadia, con las  mismas ágiles anécdotas que podrían sucederle a cualquiera que habite lo previsible del mundo atento y dispuesto  a su imprevisibilidad. Y que acepte que lo grave es leve y lo leve, grave según como vengan barajadas las cartas y quién sea la mano.

Ema Wolf

Ema Wolf cuenta que la idea de hacer un libro sobre animales extraños le vino de una costumbre de sus hijos que, cada vez que un documental de televisión mostraba un bicho raro, la llamaban a los gritos para que lo viera. En esa familia, saber que un escarabajo del desierto de Namib refrigera su cuerpo con la misma ventilación que la de los autos Volswagen resulta tan importante que no importa  tener que refregar las ollas porque la comida se pegó cuando la atención se desplazó de las hornallas a la tele. En el prólogo de su libro, Wolf se ve en la necesidad de aclarar que los zoólogos que escucharon sus dudas insisten en que los animales extravagantes no existen, que solo es una manera de mirarlos. “Sucede que yo los miro de esa manera”, aclara Wolf por si a alguien le quedara alguna duda en un libro que se llama Qué animales.

Un viaje en auto, un encuentro de taller, un congreso en Mar del Plata, una clase de la escuela primaria no nos llamarían en primera instancia a dejar todo quemándose en la cocina para ir a ver qué sucede y sin embargo, en  la obligación de detenernos a mirar eso que se vuelve extravagante solo porque alguien lo cuenta mirándolo en la supuesta objetividad del registro documental y con cara impávida, tienen en el Bichos raros de Nadia el hipnotismo envolvente de cualquier cocción que requiere su tiempo y se acelera inesperadamente.

Quienes se dedican a estudiar Letras

A cualquiera que estudia Letras le enseñan tempranamente que no debe preguntar por la biografía del autor/a en el texto, que el texto es el texto y su mundo ficcional es autorreferente. Cualquiera, estudie o no Letras y quienes estudian Letras cada vez que no tienen que caretearla, se pregunta indefectiblemente por qué de la vida real aparece en eso que ahora es texto sobre todo si tiene algún tipo de relación con quien se ha animado a mostrarlo que es mostrarse y develar cuánto de raro hay en su percepción del mundo que al fin y al cabo es lo que hay. Hurgar en la propia vida y sus circunstancias para volverla texto resulta en el Bichos raros de Nadia tan peligroso como correr con unas tijeritas cerca de la lengua sobre todo cuando una se da cuenta de que ha sido vuelta personaja y teme haber hecho aquello que mejor no y suspira aliviada si le ha tocado un lugar más o menos tranqui en el escenario delirante de las aventuras de Nadia Gómez en el papel y en la vida.

Alcira Bas

Cuando Alcira Bas nos comparte -entusiasta como es- sus experiencias de escritura en los primeros talleres de Grafein –y lo ha hecho y lo hace en clases, congresos, jornadas, viajes en auto y tomando un café- siempre nos recuerda que para les participantes de Grafein la única condición de “bueno” de un texto es que invite a escribir, a seguir escribiendo, que genere nuevas escrituras que se descuelgan como continuidades de ese texto primero que resulta, en su evaluación de “bueno” de un  pretexto para todos los que le sigan.   Qué bueno es entonces el Bichos raros de Nadia que desde la levedad de una escritura que vuelve posible la idea de remedarla y desde una perspectiva para mirar el mundo que lo vuelve extraordinario en su misma cotidianeidad nos invita y desafía a volver a mirar para encontrar esos otros bichos raros que sí o sí seguramente andan por ahí.