27.2.22

San Perón y los signos, por Sebastián Bianchi

 (Sobre Derrotero argentino, de Guillermo Neo, Buenos Aires, Palabras Amarillas, 2018)



En las crónicas sobre el delta del Tigre publicadas bajo el título de El Carapachay, Sarmiento deja por escritos sus preocupaciones, descubrimientos y propuestas con respecto a esa tierra de aluvión que año a año va formando jóvenes islotes y, como buen estadista, pone un ojo prospectivo en esa “nueva California”. Así, en el capítulo titulado “Expedición exploradora. Invención de la Delta. Mimbres” relata una incursión fluvial en un bote impulsado por doce “fornidos” remeros que remontan los ríos y arroyos de la Primera Sección y describe las bondades agrícolas y el aspecto geográfico de la zona; se suceden los nombres –también actuales– del río Luján, el Rama Negra, Abra Vieja, Capitán, Toro, Esperita, en un derrotero de prohombres entre cuyas cabezas asoman las de Mitre, Carlos Pellegrini y el propio Sarmiento. Si la epistemología semiótica que subyace a las investigaciones sígnicas de tan ilustrada comitiva es la del binarismo saussureano de Significado/Significante, esto mismo traducido al imaginario liberal de los exploradores se trueca en un signo bicéfalo compuesto por Civilización/Barbarie. Tras este, su bautismo decimonónico, el Delta del Paraná arrastrará mezclados con el barro los ítems de un binarismo excluyente que sólo podrá quebrarse al introducir -tipo cuña- un tercer elemento. Gracias a un nuevo signo trifásico que destrabe la semiosis y promueva la fuga de la significación al infinito, la oposición reductiva de los contrarios podrá ser abierta al embate liberador de las luchas sociales por la construcción del sentido.

Es, precisamente, a partir de este triadismo de sesgo peirceano que Guillermo Neo ensaya su poema fluvial, no ya enhebrando las líneas que progresan de estrofa en estrofa, sino a partir de la construcción de un artefacto verbal que avanza por tres corredores discursivos, cada uno con su tipografía respectiva: en las páginas pares, una descripción de temas náuticos; en las impares, versos de corte subjetivo y, debajo, contenidos en un rectángulo, el inserto de fragmentos textuales sobre la vida política del peronismo. El libro se abre con una serie de “Instrucciones y advertencias sobre su uso”. Ya desde el comienzo el poeta apela a la interactividad de los lectores o “navegantes”, lo cual queda dicho de manera explícita en el punto 3) “Este Derrotero debe ser complementado en todo sentido.” Del mismo modo en que el timonel establece un rumbo sobre la carta náutica a partir de unas coordenadas leídas en el compás magnético, así deberá el lector bosquejar el recorrido de su lectura como lo hace el pueblo argentino, siguiendo un Norte ciego “en el trazado de su derrota”. A estas instrucciones iniciales se las complementa al final del poemario con otro conjunto paratextual: “Palabras que deberían estar en el texto y no están; Palabras que sobran y debería haber sacado; Glosario del río; Glosario peronista.” Frente a tanta señalética ordenadora del trayecto que debe guiar al ojo entre la selva de signos, la actividad del navegante se parece a la del lector que en la noche busca el destello de las boyas, la luz parpadeante que señala el escollo donde las escrituras se van a pique. En ese fondo sucio confluyen, entonces, el lastre de las palabras que no pudieron ser explicadas, los barcos que pifiaron su derrota y el Pueblo.

Ahora bien, si nos propusiéramos buscar por fuera del corte y pega de los discursos prefabricados y externos al yo lírico, voz esquiva que destila su melopea nacional y popular, terminaríamos hallándola entre los versos centrados de las páginas impares: “Al terminar el primer día del viaje / el pelo se me ha endurecido, / la piel de la cara brilla su grasitud”, etc. Esta voz que progresa errante, remisa incluso a su propia entonación, no vacila en poner en duda la solidez de sus afirmaciones o la efectividad de su método: “Esto no es lo que quiero decir / Ni como lo quiero decir. / Pero es lo último que escribí.” Y a continuación anota lo que al parecer sí quiere decir, fruto de una alegría exclamativa de quien encuentra el tono soñado para sus versos: “¡Mañana es san Perón! / ¡Que trabaje el patrón!”.

Este retorno del autor de Sucesos orilleros al paisaje fluvial del Delta lo muestra menos proclive al elemento narrativo o naturalista de los personajes, a la captura fotográfica de un sociolecto y su color local, y más atento al paso parmenídeo del río en el flujo del discurso, al avance de la historia en la figura de un rumbo náutico entre bancos de arena, boyas apagadas y chatarra que acecha bajo las leonadas aguas. En su compleja articulación retórica, el artefacto poético emite cada tanto señales verbales que refieren al propio corpus, bucle metatextual mediante el cual el poema se señala a sí mismo, se analiza o critica las estrategias discursivas que usó para fabricarse: “Sinceramente hay un punto, hay un momento en que estoy convencido de que la poesía no sirve para nada”; en otros casos, pone en escena las correcciones hechas al bordado de las palabras como si se tratara de una escritura provisoria, en progreso: “Eliminar desde donde dice: desde dónde…”, “Al final de la página agregar: destellos de luz verde”. Podríamos aventurar quizá que este plegado metapoético encuentra su clímax en el poema “Circunvalación”, justamente el último, cuando le hace decir al fragmento que recorta –o cita– de un derrotero náutico: “La presente edición anula la edición publicada en el año 2015 conocida como el Orillero, o algo así, como así también su respectivo Suplemento. De ahora en más, este es el camino a seguir.” Detrás de la máscara de ese Orillero se esconde precisamente el volumen de su poesía reunida, aquellos Sucesos orilleros publicados por la editorial rosarina Neutrinos en 2015, y que ahora vuelven para articular –gracias al trabajo nodal de la lectura– los restos tipográficos de una letra triplemente partida que el río arrastra hacia la desembocadura.


Tomado de: BazarAmericano / Actualización marzo-abril 2019)

 

 

22.2.22

Un proyecto de vida, por Lucía Aguirre


Desde hace 20 años, Francisco Garamona viene elaborando una de las obras más sutiles y complejas de la poesía argentina. Apartado de modas y de gestos epocales, sus libros ya se cuentan por decenas, además de sus discos, películas y otros proyectos. Aprovechamos esta entrevista para hablar un poco de su mundo tan inquieto.

 

 

Vos que sos un hombre interesado en distintas disciplinas, ¿encontrás diferencias entre las artes?

La diferencia en el arte sería la del impulso, ya que no es el mismo que se utiliza para construir un pequeño poema o edificar una novela. Hay una araña que trepa por el árbol del lenguaje, que de lejos es invisible pero de cerca da miedo. La mano que hace una escultura es la misma que cava el foso en donde después será emplazada. Como dijo Rimbaud hace más de 150 años, “este es un siglo de manos”. A mí siempre me interesó expresarme de las formas más diversas. Cuando era niño soñaba ser un actor trágico que interpretase su muerte una y otra vez en la televisión, y ahora solo quiero vivir, porque la vida te va llevando, como un río que te arrastra y te deposita en una de sus orillas. La poesía, la música, la pintura, el cine, el teatro, la edición, ¿qué son sino pequeñas actividades del espíritu y participaciones en la vida?

 

A diferencia de El gusanito, mucho gusto, en el que recreaste composiciones de Jorge De la Vega y la orquestación despliega una sonoridad más relacionada con la música de los sesenta, o Los sentimientos, quizás tu disco más roquero, Hemisferio aparte da cuenta de un sonido más cercano al jazz. Canciones de una gran delicadeza en las que suenan trompetas, violines y guitarras eléctricas, además del piano y del contrabajo ¿Cómo concebiste el concepto de este nuevo disco?

Este disco salió sobre todo del deseo de hacer música y llenar el espacio de sonidos. La sonoridad del disco surge de un concepto que hicimos con Ulises Conti y Juan Ravioli, con la intención de darle más naturalidad a la música acústica, y hacer un disco de cámara con violas, violines, contrabajo, pianos. Un disco esencialmente acústico donde brillara la atmósfera de la canción. Alejarme un poco del rock e ir más hacia la música popular e incluso romántica. Canciones que son como fotografías de pequeños instantes. Es muy interesante ver como una canción va creciendo a medida que se le agregan capas de instrumentos, a partir de la colaboración de otras personas, con las que juntos encontramos su forma final. Contó con la participación de grandes músicos y músicas. Entre ellos Melingo, Juan Ravioli, Ulises Conti, Javier Maldonado, Noe Murier, Eugenia Brusa. También participó mi hija Clarisa. Quisimos hacer un disco coral, cantado por muchas personas, con muchas voces en cada canción y creo que lo logramos. Está editado por el sello Metamúsica y también se puede escuchar en garamona.bandcamp.com

 

¿Qué le pedís a una canción?

Que sea como un manto que cae sobre la vida, un momento, y la llena de intensidad, de frescura y de pasión. Además de tener una intención y un deseo de algo transferible, que pasa de mano en mano y continúa. Que la música refleja un momento espiritual y que a la vez sea un vehículo de liberación de la emoción.

 

Este año en tu editorial Mansalva, editaste algunos títulos que son parte esencial del canon de la literatura argentina. Libros como Todas las noches escribo algo, que compila los textos ensayísticos de Carlos Correas que estaban dispersos, o las conversaciones reunidas de Rodolfo Walsh, por ejemplo. ¿Cómo conviven los clásicos de la literatura nacional con la literatura emergente latinoamericana?

En Mansalva siempre quisimos tener un pie en la tradición y otro en el presente. Es así como confluyen Rodolfo Walsh con Mariela Gouric; Carlos Correas con Diego Meret; César Aira con I Acevedo. A la literatura de cerca se la puede ver como todos objetos en sí mismos pero al alejar un poco el lente nos damos cuenta de que es una fuente inacabable donde las partes sueltas conforman un todo. Esa es un poco, para mí, la tarea del editor. Traer al presente voces del pasado y del presente y hacer que esas voces estén más vigentes todavía. A veces me encuentro con personas que me dicen: Gracias por todos los libros que nos hiciste leer. Eso me sorprende. Sin darme cuenta con Mansalva colocamos muchos libros en los estantes infinitos de la literatura argentina. Me alegra encontrarme con esas manifestaciones de cariño que me hacen muy feliz.

 

Tu obra parece la de una persona incansable. Si no me equivoco, sos el poeta que más libros publicó en la Argentina. Más de 45 libros publicados, 7 discos, 3 documentales realizados. Tus últimos dos libro de poemas, Para siempre, editado por Iván Rosado, y Tener un amor, editado por Arroyo ediciones, dan cuenta de las variaciones y las constantes de tu obra. ¿Tenés algún plan en relación a tu obra?

A veces me sorprendo viendo la cantidad de libros que publiqué. Aunque cuando empecé a hacerlo era difícil porque no abundaban las editoriales independientes. Pero tuve suerte. Mis primeros libros fueron acogidos muy generosamente por Daniel Durand en ediciones del Diego que fue una editorial muy importante de la década de los noventa y los primeros dos mil. Creo que escribí para vivir mis sueños y para alejar mis pesadillas, que a veces son la misma cosa, ¿no? Aunque ahora, a veces, me pregunto el porqué de tanta escritura y proliferación y no sé qué responderme.

 

¿Tenés algún proyecto de escritura?

Ahora estoy terminando mi primera novela y en vez de escribirla, nos juntamos con mi editor, Javier Fernández Paupy, y se la dicto. Cierro los ojos y la acción bajo mis párpados comienza. A veces es graciosa y a veces es tristísima. Yo que soy un hombre de la poesía, a veces me sorprendo de todo lo que hay que hacer para construir un lienzo narrativo.

 

En la película Tertulia N° 250, de Mariano Galperín, se muestra la escena literaria que rodea a la editorial Mansalva y cómo tu librería La Internacional argentina, la editorial y lxs autores y artistas allegados conforman un salón literario contemporáneo. ¿Cómo cambió con la pandemia ese modo de relacionarse?

Es un registro de época y también una fiesta, un documental sobre literatura. Tiene muchas facetas. Pero lo más importante es que es muy divertida. Es una película que habla de la amistad, los sentimientos y la aventura. Participan muchos amigos y amigas. Esa película es casi un registro de otra época, con otros modos de intercambios humanos. Es un testimonio de cómo era la vida antes de todo lo que nos pasó.

 

¿Seguís pensando que la poesía tiene que ser trangénero?

Sí, sigo pensando lo mismo. Porque para hablar de las cosas hay que convertirse un poco en las mismas cosas. Hace poco, Marta Delfino, en un artículo crítico, escribió que mi poesía era neo gótica. Me sorprendió.

 

¿Cómo te encontrás con esa definición de poesía neogótica?

Encuentro que se puede ser neogótico en el corazón aún usando camisas hawaianas.

 

¿El arte tiene secretos?

Sí, muchos. Pero no voy a ser yo quien los devele. Me gusta que la obra de arte se oculte y se reste un poco del mundo para darnos la ilusión, al llegar a ella, de que somos sus descubridores.

 

Tomado de: Infobae Cultura/ 24 de Noviembre de 2021


21.2.22

Composición, reflexión, acción, por Federico Leguizamón

(Sobre Cuaderno del poema, de Gabriel Cortiñas, Palabras Amarillas, 2017)

 

 

No son muchos los poetas argentinos de la nueva generación que hayan pensado y escrito consideraciones sobre la escritura y lectura del poema. Más allá de la propia escritura como postura estética en comentarios de libros o ponencias universitarias, no se vieron libros como los de César Aira sobre Pizarnik y Copi, Arturo Carrera con Nacen los otros, Diana Bellesi con La pequeña voz del mundo, o ya recopilados los ensayos de Fabián Casas.

El libro de Gabriel Cortiñas (nació en 1983, autor de BrazadasHospital de campañaPujato, premio Casa de las Américas de poesía 2013) encara este proyecto con este Cuaderno del poema escrito en párrafos con recuerdos, propuestas y observaciones sobre el oficio, y abre el juego para pensar la poesía y sobre todo la escrita a partir del 2001 en plataformas digitales, lecturas públicas y nuevas publicaciones. El ensayo sobre la escritura plantea una estética, acaso la intuye, la yerra, la planifica, y reabre el juego desde este plano: ¿qué es el poema, la poesía, el poeta, hoy?

Cortiñas piensa el poema como verdad, y plantea al poema como “un espacio o territorio de conflicto, de tensión”; recuerda la violencia en el poema y su composición, idea de creación que parecería perimida pero no; y vuelve a la acción política: “la soberanía como la escritura no son ideas, son verbos,”

Estas son algunas de las ideas que se pueden consignar en este libro ¿de ensayos, párrafos, prosa poética, diario, inclasificable? Cuaderno, claro, lo dice el título.

Inconformismo: “¿Qué pasa hoy? Hay entretenimiento disfrazado de “nuevas tecnologías”, donde el hedonismo y un tibio existencialismo doméstico acumulan un porcentaje mayoritario de las publicaciones o performances poéticas”, e imposibilidad: “Nombrar el fracaso de nombrar nombrando compone el necesario parto lingüístico”, formas de la poesía, sedimentan posibilidades en este libro de ensayos sobre el poema, ya poema, y en este caso escrito por la principal persona a la que puede interesarle reflexionar sobre el estado de la lengua y su sociedad.

Entre poemas legibles, objetivismo influenciado por las redes sociales, e ilegibles, acaso barrocos, la puesta en voz, y algunos autores que le sirven como disparadores, el libro trae el debate, la lectura y la escritura que alimenta y circula en la estética regional.

Oraciones solitarias, párrafos que llegan a las setentas palabras y textos más extensos, se terminan de significar en la pos y re lectura.

“La literatura también necesita de críticos apóstoles para poder transmutar, de lo contrario ese lugar lo ocupa el mercado”, dice Cortiñas.

Escritos entre 2013 y 2015, el libro también empieza y contribuye a armar un mapa escrito del espíritu de la época: kirchnerismo y macrismo.

Mientras releo el libro, nuevas posibilidades se abren en cada párrafo cerrado, y sucede que cada uno podría servir para producir nuevos párrafos sobre la creación. “¿Qué escucho cuando leo un poema?” “¿De dónde surge un poema?” “¿Podemos pensar el poema como una carencia?” “¿De dónde viene la palabra tensión?” Estas son algunas de las preguntas y encontramos también las respuestas en este Cuaderno que invita a poner en conflicto el estado de las cosas.

 

 

Tomado de: BazarAmericano/Actualización septiembre - octubre 2017

 

 

16.2.22

Una década a diario, por Emilio Jurado Naón

 

(Sobre Diario, de Alejandro Rubio, Buenos Aires, Palabras Amarillas, 2017)


El 
Diario de Alejandro Rubio se anuncia como la reedición del «clásico de culto oculto chileno» ya que había sido publicado en Chile en 2009 pero no llegó a integrar las páginas de su poesía reunida, La enfermedad mental (2012). ¿Qué pasa cuando un texto “exportado” vuelve a publicarse, diez años después de su escritura, en el sistema local? ¿Cuál es la vieja y nueva noticia del Diario? Como anuncia la contratapa, viene a «confirmar que no hay guerra externa, solo interna».


Estética y política forman la pareja que se entrelaza, baila, discute y consensúa a lo largo de toda la obra de Rubio. Cada poema es un ensayo de las posibilidades de este binomio, pero en el caso de Diario (que sigue la «línea experimental» de otros artefactos verbales como FoucaultFalsos pareados y Samuel Horribly), el ensayo se somete a constricciones estrictas: entradas breves de una misma jornada, anotadas sobre un cuaderno Avon. Por acumulación, estos párrafos cortos y frases contundentes van dando forma a una mente que no deja escapar detalle, que observa el entorno, oye, analiza los discursos y humores sociales, para garabatear, como de paso, las líneas de un borrador que se quiere perfecto. Porque la guerra es interna, también, a cada entrada del diario, y sus batallas se dan en el terreno de la lengua.

La escritura de Rubio se despliega según la ética de la precisión, la efectividad y el riesgo: «7 mayo 2007/ Una sola, última, digna frase antes de que se estrelle el avión». Y en esa misma línea se conjuga (con el eco de la didáctica de Pound) su enemigo: «7 mayo 2007 / El lenguaje nebuloso de las clases fraudulentas sirve sólo a un propósito temporario». Los propósitos de esta prosa, en cambio, no son temporarios: son insistentes. Se trata de un texto cansado del tiempo, de sus reiteraciones y farsas:


7 mayo 2007

El siglo XXI recién comienza, pero no veo la hora de que se termine. Es un embole pasatista y letal, una pesadilla de aire acondicionado en un país escaso de energía. No me alcanzan los dedos de las manos y los pies para contar todos los retornos surgidos hasta el momento: retorno de Marx, retorno del folk, retorno de la música disco, retorno del rock de los 70, retorno de Silvia Pérez, retorno del cine negro, retorno de la moral trascendente, retorno del tercermundismo... Vuelven todos a una casa vacía que conoció épocas mejores y se sientan a la mesa a esperar que aparezca una sierva y les cocine.

 

Pero la escritura de Rubio hace apropiación de ese tedio del tiempo, para asegurar que la poesía dé en el blanco: «7 mayo 2007 / Una rosa a repetición». Se podría afirmar que gran parte de toda pedagogía se basa en repetir y reformular, una y otra vez, hasta que el estudiante se harte (o aprenda); bajo restricciones claras, el texto de Rubio se pone a escandir el pensamiento en unidades textuales mínimas que varían sus puntos de vista, tonos, estilo y género, pero sin correr la mira del asunto central: una ética del escritor que apunte a desarticular el conformismo, la hipocresía y el cinismo en el lenguaje.

Las frases que recopila el Diario abordan la crítica a los medios masivos y sus trending topics (el paco aparece como protagonista de los comentarios televisivos; dato que muestra, a los ojos de hoy, cómo a pesar de que los problemas sociales no cambian, sí lo hace la agenda mediática); la semblanza de personajes barriales; los juegos de palabras, furcios, malentendidos y palabras sueltas, registradas por su eufonía («7 mayo 2007 / Apodíctico.»); imágenes objetivistas («7 mayo 2007 / Veinte monedas de un peso en un frasco de mayonesa.», «7 mayo 2007 / Envolturas de celofán por todas partes. Envolviendo cebollas.»); y frases barrocas, ceñidas a la melodía y el ritmo («7 mayo 2007 / En la base rufa, en el sucio suelo, alguna, quemando todavía, brasa que desciende a chispa y cuando cae la primera gota se apaga.»); también indagan en el ensayo, la sátira, el rol social de la poesía y, de manera lateral, en el entorno doméstico del diarista.

Pero el mínimo común múltiplo de la jornada «7 mayo 2007» consiste en la torsión que produce el lenguaje para pensarse a sí mismo. Sin discriminar su objeto –del vecino que remodela la casa con la plata del hijo traficante a la blancura en los dientes de Washington Cucurto; desde una crítica sobre el «american psycho» hasta los poetas entrerrianos que leen a Li Po–, el texto de Rubio formula la relación entre preciosismo verbal y toma de posición política no sólo como una posibilidad sino, más bien, en términos de necesidad.

 

 

Tomado de: BazarAmericano/Actualización septiembre - octubre 2017

2.2.22

Figuras sin Forma, por Theo Guggiana Bravi

 

Parecía estar esperando. Tenía la cabeza entrecana, imperturbable con la gomina y la grasa de la ciudad. Le cruzaban la frente dos cejas pobladas, crispadas de dolor. Estaba cruzado de brazos, golpeando el anillo robusto de su mano contra el techo del auto. El ritmo era nervioso, desacompasado. La frente apoyaba contra el metal; el sol estaba golpeando. Del costado le regaba un tiro una mancha punzó.

 

Te vas, Augusto, te vas al diablo y se acabó. A los tiros como de pibe, con la mano extendida y los dos dedos apuntando a la fantasía. “¿Vamos a cuidar la casa de los malos que están viniendo?”. De los malos que venían, decías. De noche no se distinguen los malos de los buenos, Mechi; de día tampoco. Nos rompíamos contra las paredes, la casa se venía abajo y qué con esas cosas… porque en la cabeza a un niño le crece una flor. Se venía abajo y no supimos nada de eso. Y un día lo vi en tus dos ojos enormes, nos vi ahí tirados bajo la mesa, desnudos, con el día blanco; y era inminente sobre las baldosas frías, blancas de la cocina, y con el horno que tenía el vidrio engrasado con el reflejo. Ahora estoy roto yo y de esas cosas no creía ni acordarme. Mamá y papá se rompieron también y con los pedazos no hicimos nada. Mamá se va y se está yendo por la puerta ahora y allá se la lleva la hora y agosto terrible, y nos quedamos solos, pero no sé por qué me acuerdo.

 

Del lado opuesto al auto seguía estático el otro con el brazo extendido, mirando, mirando, apretando bien los dientes.

 

Ahora él estaba de rodillas, abrazando trabajosamente su propio cuerpo. El anillo disparaba un brillo intenso al sol.

 

El otro siente secársele los ojos, y luego una lágrima que no comprende. Así que matar es así de fácil y el resto es estar parado, bien quieto, a verla ocurrir, que es una cosa que no parece llegar nunca, se sigue aplazando y de algún modo un dedo torpe que es la ínfima parte de la vida tiene algo que ver con el cuerpo que se está olvidando ahí. Pero no lo pensó.

 

El Torino estaba detenido en el medio de la calle con la puerta del conductor abierta. No se escuchaba nada. No se escucha nada, ni un pájaro, y él está ahí atrás, pero no está. La muerte está adentro, no es el alma, es la muerte che, que por un agujerito se abre paso. Se mira las manos. Dando discursos quince años, entre garzos y el cuello de la camisa que jode, y los compañeros que sí, secretario, que Viva Perón, secretario. En la punta del edificio de Azopardo se ve la veta del río gris al fondo, atrás de Madero y el olor a prostíbulo y a palazos y a bolsos con la guita fresca. Ahí no hay ideas, no hay nada que piense las cosas de la calle. Antes sí se escuchaban cosas, en los tambores había ruido y había quince millones de ojos detrás del humo, todos negros eran, cantando con las gargantas cocinadas. Caían bombas antes y no había ideas tampoco. Maté unos cuantos, los maté, los mató el teléfono y las manos con los fierros. A la noche los veo con la boca contraída, cada ojo en alguna parte del cielo y ninguno me mira, nadie me mira, están tirados todos juntos, triturados a balazos. Es por la patria y por Perón. Y la pe es de duda, pe de nada. Están todos muertos, uno, cuatro, seis, doce, veintidós, treinta y seis. ¿Hola? Hacelos callar. La unidad gremial. Por el aparato me enteraba de todo. Un cable negro, una vena unida a los cuerpos de todos, a las casas de todos, a los hijos de puta del gobierno, llevando y trayendo las órdenes, fumando y fumando y a esperar que por todos lados se muere gente. Así me llegaban a veces llantos partidos, nada más, llantos de alguno rogando piedad, que Perón somos todos, y yo de la bronca pisaba con un dedo las letras del legajo de esos infinitos que tenía sobre el escritorio, borroneaba bien todo y me miraba el pulgar, con la tinta todavía tibia que escupía de a litros la tipógrafa. Augusto Timoteo… Secretario General… movilización… Sin Perón… váyanse a la mierda. A veces, eran los gritos, la carraspera, el timbre rojo, te vas a morir, lobito, te vamos a matar a vos y a toda tu familia. Perón me mira de frente, él me está mirando en Madrid, me ve que me muero. Las conquistas, compañeros, la lucha salarial, a resistir y alambre de fardo. Y me cortaron como a un diente de león, sí, como a un cardo de esos del pago que se pisan con todo el perfume del mundo, me cortaron. Este tiempo sin ninguna idea. Antes también se lloró raspando la cabeza contra el cemento de la pared, si no hay pendejos metidos coimeados de ideal que se les escuchan los mocos en la nariz, la respiración pesada y el último grito contra el veterano vendado que lo mira sin ver nada diciéndole 'cerrá el pico, pibe; no te va a doler', con certeza de extremaunción y la vocecita aflautada del cura, y el fusilado no vive porque se mea encima y agarra olor a mierda antes de que lo baleen. No hay ideas en los paredones. Estábamos lejos de las ideas, bajo el sol, ¿te acordás? Te quemabas de lo lindo y me mirabas cerrando un ojito. Andá al lago, Eli, hacete un chapuzón que hace calor y hasta los álamos son bravos los kilómetros. Te estoy amando. Pisabas la arena y yo con una oreja escuchaba… escuchaba los pasos, los pasos, los pasos, y la apretaba fuerte en la palma antes de soltarla entre los dedos. Me quema la piel y te amo. Salís con el pelo revuelto y lo echás todo para atrás. Para mirarme te ponés la mano en la cintura, Eli, no me mires así, con las piernas en el agua. Se respira fácil lejos, que fácil ser acá. Cuando recordaba me reventaba la emoción y no podía hablar. Todas las imágenes de mi vida no las veo, ni ahora. Los de la escolta del sindicato te miraban también para que después los pusiera a cada uno en su lugar, que a mi reina no la mira un cualquiera, que no hay democracia gremial con mi reina y la puta que los parió que no los agarre mirando. Nos balearon toda la casa con una MAC. Rompieron el florero de tu vieja. Los agujeros de plomo estaban pintados con un patrón que me dió risa y te dije “Mano de artista, corazón”. No me pueden matar, te decía, al lobo no lo mata un cuatro de copas a horcajadas de una MAC, van a tener que venir con el diablo y tal vez con Onganía mismo a ver si me encuentran estos pendejos hijos de puta. Te fuiste al mes. Y ya no estabas, yo con toda la casa baleada y un fardo de recuerdos que me mataba mirar. Vos, bien lejos. Di vuelta todos los marcos de las fotos. Si me vieras, tan bravo como me decías que era, sos bravo, sos lobo vos. Alcanzame la vida. Es un punto de luz y estás solo. Ninguno, no hay nadie. No hice nada, nunca.

Quedó tirado contra el auto. Abrió bien los ojos.

 

El otro bajó el arma, bajo la vista, había matado. Salió corriendo. Dejó tirado el fusil. Se corría el pelo de la cara. Miró varias veces hacia dónde correr. Hay que correr.

 

–Por la patria y por Perón, gorila inmundo–  gritó.

 

Estaba llorando.