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5.8.11

Oesterheld ¿La última aventura?, por Jorque Quiroga




-I-

Si la Historia, con las características que determinan su participación en la cultura artística de una época, mantiene respecto a otras formas o géneros una cierta marginalidad, puede considerarse como formando parte de los textos parcialmente excluidos de un período o momento histórico-cultural, pero por esa misma circunstancia dispone de elementos que le permiten ser un particular medio de expresión.

Ese margen cultural donde está colocada le deja, por ejemplo, incluir toda una problemática que no tiene lugar en otras formas narrativas.

Reflexionando sobre nuestra realidad, quizás es la Historieta el sitio donde el tema posible del “país invadido” puede pensarse con acuidad relacionándola con nuestras limitaciones. Ese rasgo no precisa, como en otros itinerarios artísticos, de ninguna legitimación, porque es otro el espacio que se busca instalar y trasladas a la lectura.

El carácter alegórico con el que se lee la obra narrativa de Oesterheld está hablando de zonas a las que la Literatura tradicional no accede, y que si se encuentran lugar en su producción historietística. La tentación que primera aparece, es considerar estos trabajos como constituyendo parte de esa “otra historia” y “otra voz” que fue conformando poéticamente una narración indirecto de nuestros conflictos.

Es sabido que la Historieta incorpora un marco propio, un modo y recorrido singular de presentarse como forma narrativa, como recurso y como potencialidad de vehiculizar un relato. Y para nuestro caso, sin pensamos la estética oesterheldiana de narrar nuestros desencuentros.

El hecho que el género Historieta, haciendo palpable su marca de reproducción/provisoriedad, se constituía con transparencia en entretenimiento/producto comercial, establece su medida, pero paradojalmente deja abierta la posibilidad de pensar su materia como un lugar en movimiento.

A Oesterheld este espacio de posibilité unir y fundir la cotidianeidad y “lo aventurero” y permitirse en ese juego sobrepasar y romper los límites del género.

Porque escribir Historieta no fue para él realizar una forma literatura, sino hacer que ella cumpla la intención la intención de narrar. Es decir dar su verdad a través de una modalidad excluida, cambiar el signo de una narración.

Ser guionista para estar a la vez cerca y lejos de la Literatura y encontrar allí elementos sus propios medios y extralimitarse, infringiendo las normas en un espacio en el fondo transgresivo.

Podemos decir que sin la Historieta producida por Oesterheld seguramente habría un gran vacío que no deja pensar adecuadamente su época cultural. Porque la copiosa y proficua dedicación a un género considerado “menor”, lo llevan a formular al conjunto de su obra como el cuerpo de una gran narración, bifurcada en historias con personajes que de desdoblan, siguiendo, como lo dicta el medio, el interés que se presiente en la masa de lectores.

Oesterheld lo piensa y lo manifiesta: el gran Autor de las zagas de la Historieta es, casi siempre, el guionista-escritor que muchas veces pasa al anonimato, ni siquiera figurando en las recopilaciones.

Hay una lucha silenciosa o declarada por la paternidad de tal o cual serie, de hecho algunas Historietas cambian de dibujante o de guionista según las alternativas que se van sucediendo, pero esto ocurre en la etapa heroica. Inclusive el género y su consumición demandó en su momento que algunas Historietas desaparecieran o se recrearan, todo ello de acuerdo a la lógica del mercado o al imaginario presumible de los lectores, o a la intuición de los productores del género. Lo que consigue todo este juego, es establecer a la Historieta como un modo absolutamente inserto en la realidad.

Por eso Oesterheld autor/editor es en verdad alguien en que al participar en lo íntimo, en la “cocina”, y conocer así todas las alternativas de la producción historietística, se va convirtiendo en un narrador nato, que desde ese conocimiento práctico, construye su poética que, al ser muy consciente del medio y de ese arranque, coloca ciertos toques, ciertas colocaciones muy particulares dictadas por su productividad artística y profesional. Agrega, también paulatinamente, la marca de una reflexión acerca de la sociedad nacional que le tocó vivir.

La intención de pensar su producción cultural, que es integrante de un circuito donde caben escritores, textos excluidos, significaciones que se procesan en un campo que no ha sido suficientemente analizado, o que de alguna forma fuimos sepultando, (por la acumulación y por el paso del tiempo), no es una búsqueda meramente arqueológica. Por el contrario constituye parte de nuestra actualidad.

-II-

En la narrativa de Oesterheld encontramos dos caminos que se superponen debido a motivos específicamente relativos a las características del género. Primeo la búsqueda que intenta captar la particular modalidad de una “buena historia” y luego el necesario encuentro del camino hacia el análisis de lo real.

Guionista: “un escritor que piensa en imágines” (“La Historieta en el mundo moderno”, Buenos Aires, 1970) y que se adapta al febril y repentino ritmo editorial. Pero la Historieta “nos cuenta siempre una historia concreta, una significación determinista” y en relación a los géneros y su parentesco lejano con la pintura (donde se invalida una apariencia que parecería ser un dato) se puede decir que la Historieta ha realizado un desprendimiento, convirtiéndose un esa “figuración narrativa” que organiza y nos cuenta relatos de lo imaginario.

Esa “narratividad”, rasgo definitivo del género, mediante la imbricación entre diversos elementos que concurren a la historia, espacio donde estarían presentes su acierto y contundencia, establece su propio recorrido artístico.

La “marginalidad” habría que pensarla más bien como un no-lugar, o cierta negativa a constituirse como un museo anacrónico.

¿Qué hace Oesterheld en una Revista de Literatura? Nada más que ser convocado como un gran guionista, que pensó siempre su trabajo como el ejercicio de una profesión artística y que sobreasó las fronteras del género, o mejor dicho, utilizó los recursos de su oficio o arte, para inventar un espacio propio, donde encontraban cabida historias acordes con el medio. Pero que eran pensadas por él dentro de nuevas concepciones, en las cuales siempre agregaba componentes muy singulares. Un “anónimo trabajador cultural” que la posteridad reconoce como uno de los “Guionistas-narradores” (Carlos Trillo “Héctor Germán Oesterheld un escritor de aventuras”. Una visión de la historieta argentina entre 1957-1961, impregnada por el crecimiento de este guionista excepcional, en “Historia del Comic”) más importantes.

Determinada época histórico-cultural puede ser caracterizada por el espectro de temas que convoca, por lo indispensable que pueda resultar su método de indagación encargando en poéticas determinadas. Nuestra actualidad sabe que la Historieta nacional es parte de una forma penetrante de pensar nuestra realidad, sometida a tensiones críticas constantes.

En ese sentido releer a un escritor del tipo de Oesterheld, tratar de entender sus alusiones que conforman un sistema poético, a veces obvio, redundante o simplemente destinado a referir, pero la más de las veces construido como un intento valedero que intenta desentrañar el caudal dictado a partir de la “pérdida de la esperanza” (Martín García, “Oesterheld releído”, Revista Fierro), es reflexionar sobre temáticas que nos conciernen profundamente.

Él es absolutamente consciente de los límites y los alcances del género que ha elegido como núcleo donde volcar sus ensoñaciones aventureras, por un lado, seguramente, ha pensado en la amplitud del arco de lectores que abarca, y por otro las posibilidades que tiene de narrar una historia artísticamente comunicable.

Margen aquí significa hablar desde un lugar no prestigioso desde el vamos, pero que en la virtualidad de la múltiple lectura redimensiona su capacidad de penetración. Es impensable o improcedente “el dilema apocalípticos/integrados” si se considera al medio como la oportunidad de repensar la propia práctica, y sobre cosas no dichas el sitio donde construir secuencias narrativas expresadas en forma de Historietas, que reconozcan, sin mitificaciones la potencialidad que el género puede aportar.

“El campo de la marginalidad, la producción fuera de las formas y circuitos de consumo habituales ha sido e proveedor de las expresiones más acabadas de la cultura nacional y popular…” (Juan Sasturián. “La marginalidad no es un tigre de papel”, de Guillermo Saccomano y Carlos Trillo, 1980) esta verdad debe permitirnos intentos y formulaciones que sean no-académicos y que encuentren su fundamento en correlatos y correspondencias internas a nuestra cultura.

Es cierto que Oesterheld trabaja con sobriedad, sin rupturas, a la manera de un narrador tradicional, justamente porque la intención es procesas el desarrollo de la historia sin realizar cortes innecesarios, por más que la fragmentación de sus segmentos narrativos, y cambios de tiempo, a veces, forman un componente básico de su poética. Por eso los “raccontos” son permanentes en las Historietas largas. Pero como si fueran pequeñas pinceladas que presentan la historia sin cortes o saltos bruscos.

Es evidente que su punto de vista se constituye a partir de ser Oesterheld un profundo conocedor del oficio de guionista, y como en la mejor producción de arte “representativo” (Noé Jitrik, “Bipolaridad en la historia de la literatura argentina", en: Ensayos y estudios de la Literatura Argentina) la meta termina siendo crear un nuevo público, que siempre acaba en realidad conformando una inédita zona de expresión.

Los personajes de sus Historietas más logradas, aquellas por la que reconocemos su importancia, siempre viven dentro de una historia verosímil y convincente que nos incluye, y esto es así aún en las que aparentemente están alejadas de nuestra realidad.

La voz del narrador, casi siempre encarnado en un testigo, o segundo personaje, cuenta el hilo de la historia, que siempre se estructura mediante un dibujo de la intriga muy preciso, en la que los héroes, como ya fue señalado, son seres extraordinarios pero incluidos en un contexto de seres comunes (Juan Sasturián, “Oesterheld y el héroes nuevo”, Revista Fierro nº 1) lo que los hace participar de las características de los antihéroes que los rodean, y gracias a ese mecanismo narrativo es factible la identificación, y se refuerza el carácter fascinante de la narrativa oesterheldiana.

Esos personajes erráticos pero con indicios de inscripción, son seres ficticios que van construyendo caminos y significaciones que recogen indirecta y ambiguamente ciertos relatos sociales que circulan en la órbita de la imaginario.

Estas “historias” no vanguardistas ni experimentales en su entramado, no obstante posibilitan la renovación estética mediante la singularidad de los procedimientos y las entrelíneas en el interior de la narración.

Oesterheld sabe “que los personajes de historietas en la gran mayoría de los casos nacen pura y exclusivamente en el cerebro del argumentista” (Oesterheld habla de su obra, Trillo/Saccomano), reivindicando así la tarea del escritor del guión sin ignorar por eso la vinculación estrecha que este necesita efectivizar con el dibujante que es quien tiene que cristalizar las imágenes, pero remarcando la importancia primordial de aquel que vertebra la historia que se cuenta. Descubre así las virtudes de una profesión de la industria de la Historieta, en la cuál él se destacó constituyéndose en una figura principal.

“Un personaje de historieta, en nuestro medio, al menos, que es el que conozco, es creación de un obrero intelectual, cuyo nombre por lo común suele mantenerse en la penumbra, oculto por el esplendor, más “romántico” que rodea la labor del dibujante”, (Oesterheld habla de su obra) dijo alguna vez, sin poder sospechar que después de varios años de dichas estas palabras, su imagen contraría para nosotros, ese aire mítico, que él vislumbraba en el lugar del otro.

Los argumentistas posteriores a Oesterheld se dedican a un oficio muy revalorizado debido a su trayectoria. Creemos que esa cualidad procede de la decisión tomada explícitamente al elegir un género “no prestigioso” dedicando su pasión de narrador para que, las historias imaginadas en su ensoñación de escritor se concretaran, con la colaboración de grandes dibujantes, en obras de arte. Porque la contribución decisiva que realiza nuestro autor, es la de hacer ver que la Historieta puede constituirse un género artístico de primer orden.

Los personajes clave, como plantea Sasturián, viven circunstancias que cambian sus expectativas, “para todos ellos la aventura no es un episodio excitante sino un cambio de vida. El encuentro y la elección de un sentido” (Juan Sasturián, El héroe colectivo, revista Fierro, 1985), es decir que la intención de escritura de Oesterheld siempre presupone un acercamiento a “historias reales”, cotidianeidades en las cuales irrumpen sucesos extraordinarios, que cambian el sentido de las historias de las personas.

Como el destino de esas Historietas es justamente llegar a aquellos lectores, que entre otras cosas, buscan en esas tiras la posibilidad de soñar, de aventurarse o de entrar en el mundo de la imaginación, la dislocación actúa como el disparador del encuentro de lo imaginario con las alternativas de personajes absolutamente reconocibles y cercanos como para fusionarse con esos virtuales lectores.

Y esa irrupción de la que hablamos es instantánea, inesperada, aparece abruptamente, quebrando lo cotidiano, y mediante el cambio de perspectiva se convierte en algo fantástico, fuera de lo común.

La aventura está aquí relacionada con un cambio profundo de las relaciones que los personajes mantienen con el mundo, y hay una sensación de vacío existencial, de terror ante lo cruel, de desierto y en última instancia de belleza terrorífica, como lo pueden ejemplificar la soledad de outsider el Sargento Kirk, la perplejidad del maestro Rolo Montes, la fascinación de los copos de nieve mortífera en “El Eternauta”, y por la insistencia en buscar, como dice el mismo Oesterheld, “protagonistas comunes y “por ese gran personaje que nadie aprovecha del todo que es la muerte” (Oesterheld habla de su obra).

Dado el gran paso que modifica toda la percepción de la realidad, que se realiza casi siempre por el desencadenamiento de un hecho excepcional que los personajes de la cotidianeidad no pueden manejar del todo, y debido a la magnitud del fenómeno. La invasión, los copos, la fuerza rotunda de la guerra, etc., y lo desconocido que irrumpe en la vida diaria, sólo queda una posibilidad, en cierta forma trágica, una situación irrepetible e interrumpida; la enrancia interestelar de “El Eternauta”, el deshonesto de Montes, la muerte infinita del anticuario y sus dobles de Mort Cinder, el viaje constante hacia una nueva aventura.

Es como si las Historietas de Oesterheld estuvieran siempre pensadas para que motiven una reflexión donde la acción es un movimiento hacia la aventura. Pero si ella está instalada cada vez más en la vida de todos los días, en cualquier momento aparece para romper definitivamente la rutina.

-III-

El prestigio y el nivel que la obra de Oesterheld otorga a la Historieta, hace que su narrativa se incorpore brillantemente en el marco de las literaturas “marginales”.

A través de un nuevo género, su producción ficcional logra establecer una poética muy bien articulada que tiene que ser tenida en cuenta adecuadamente, cuando se considera el campo intelectual de su época.

La “integración” propuesta por Rivera (“Las literaturas marginales 1900-1970”, capítulo 2, La historia de la literatura, 1981) debería consistir en la capacidad de la críticas para colocar sus trabajos de manera relevante en el espectro cultural en el que desarrolló su escritura como guionista.

Entender cabalmente el sentido de la elección de Oesterheld, es pensar sus producciones formando parte del cuerpo de la Literatura Argentina, ocupando allí un lugar destacado. Y realizar un análisis minucioso de su labor como Historietista tendría que darnos respuestas para ubicarlo correctamente en las variables literarias, indagando esa “otra escritura” que escogió como espacio donde elaborar sus creaciones.

Sobre todo se ocupó de pensar el contexto y el ambiente de las historias, y en la última etapa de historizarlas y politizarlas, y ese cuidado consigue que muchas de ellas, inclusive las que no fueron pensadas para eso, sean pasibles de propiciar lecturas políticas que intentes desentrañar las metáforas de sus relatos. Porque Oesterheld, integrante interesado en las coordenadas de su tiempo, siempre se ingenia para colocar esas narraciones en situación.

Lo importante que este trabajo de inscripción siempre lo plantea como resultado de su tarea ficcional de guionista y de una manera programática, reescribiendo los restos, los fragmentos narrativos de recupera.

Oesterheld como literato añade a las imágenes que circulaban en su época, la formulación de una mitología que sería necesario integrar y repensar, porque su ficción lo convierte en el inventor de un espacio muy particular que tiene que entrar en ese imaginario.

A veces sin proponérselo como discurso, su actuación reivindica para sí en la práctica la disposición de fundar una tradición contemporánea, se percibe que marcha en ese sentido, y es posible leer esos entredichos (que constituyen una especie de subtexto o de segunda historia) como las claves mediante las que cifra el hallazgo de “escrituras” gestadas en el margen. Su obra es testimonio que desde allí es posible construir relatos de gran calidad literaria.

Y Oesterheld también tuvo consciencia que el género al que se dedicó sus afanes es mayor, que la Historieta tiene leyes propias, y que el instrumento o herramienta que necesitó desarrollar fue el guión, porque su experiencia le señaló que desde su escritura es posible tratar de conducir y producir el lenguaje resultante.

¿Qué es en última instancia un guión sino una serie de indicaciones que tienen como objetivo guiar esa búsqueda de lenguaje? La práctica parece marcar que las secuencias que constituyen el resultado final son la confluencia de dos voluntades que deben aunarse.

Es ocioso preguntar si tal o cual Historieta pertenece al “argumentista” o al dibujante (por más que Oesterheld haya planteado pertinentemente la importancia del guionista), porque cuando se llega a obtener un producto de valor, es cuando se ha logrado, a través del personaje y la historia justa, conjuntamente con su expresión en el dibujo, arribar a la apertura de un lenguaje de intercambio.

No puede pensarse un valor artístico “en sí”, sino que se lo debe relacionar inmediatamente con la lectura, que para el caso de la Historieta es de doble vía. Existe una fruición “descartable”, efímera, de “entretenimiento”, provisoria, y otra que surge en las últimas décadas que sin olvidar las características apuntadas (sin las que la Historieta es inviable), recupera el género para una lectura atenta a significaciones, que en su transcurso lo que hacen es trascender en ciertos relatos y obras.

Oesterheld, indudablemente, es uno de los principales propulsores de la Historieta en nuestro país, sin virtudes y su talento lo transformaron en un verdadero animador cultural, y su obra de guionista ha dejado verdaderas obras maestras del género.

Justamente su principal aporte consiste en haber aceptado ser un trabajador intelectual e incorporarse a una industria cultural masiva, partir de esos límites y alcances, para suscitar nuevas lecturas, y encarar silenciosamente reformulaciones atípicas.

Sus historias y personajes es cierto que no componen rupturas muy marcadas, pero lo que ocurre y no debe olvidarse, es que el tipo de irrupción que se patentiza en su escritura, se establece en las “manchas temáticas” que introducen tópicos y cuestiones no tratadas.

Es decir, la emergencia de alternativas en las que el lector pueda identificarse o dejarse llevar.

Y al ser historias arraigadas en la aventura: ¿es arriesgado hallar correspondencias y relaciones entre los diferentes órdenes en los que se expresa la aventura en la vida y en la ficción historietística de Oesterheld? ¿No son esas marcas las que van tiñendo toda su trayectoria si las miramos retrospectivamente? Porque aunque se manifiesten en cierta etapa, terminan recubriendo cada sector de su obra y de su vida. Son expresiones que obligan a replantear todo un sentido, constituyen parte indisoluble de un destino personal.

Ellas se unen con algo que tiene que ver con la generación a la cual pertenece, en la que no tiene que ver la edad, y si están insertas en un complejo de causas nacionales y de su tiempo histórico.

Oesterheld colabora centralmente en instalar esas señales en las imágenes que pueden leerse ahora en su obra, donde lo que ahora encontramos, es la lematización de la aventura pero ligada al horizonte de su época y de su visión.

Aventura, que ahora sabemos estuve conectada con la soledad que implica un cierto desgarramiento indisolublemente ligado con la dispersión posterior (muerte, desaparición, exilio, injusticia). Como persona política participó del cuestionamiento que muchos militantes aventureros hicieron en su momento a una Argentina hoy impensable pero que muchos, incluido Oesterheld, creían que debía entrar en el umbral de un cambio revolucionario profundo. Tal vez como en otros casos de intelectuales políticos fue arrastrado por el clima de su tiempo histórico, y trabajó en consecuencia.

No puede negarse el arrojo que significaba la lucha en esos difíciles momentos políticos, que pedían una integridad ética, y el continuo descubrimiento de valores, que se encargaban en la defensa sin claudicaciones de formas de vivir.

En todo eso había un desarraigo que estaba en verdad haciendo presente cierta falta, pero el culto al coraje y a la valentía política, y por lo tanto la reivindicación de vida que traslucía la visión de la justicia que manejaba Oesterheld, y también su entorno generacional, estaban apuntando hacia alguna dirección posible.

La capacidad ficcional de Oesterheld en el fondo, era una búsqueda de identidades aventureras y ella se conecta, inevitablemente, con la idea de aventura y de cambio que lo relacionó con un momento político muy preciso. Esa fusión de géneros que su obra preanuncia encuentra analogías y estructuras en la sociedad real.

Oesterheld trasciende el género al incluir problemáticas que ahora pueden ser leídas como alegóricas, es impensable querer prescindir de la intervención mítica que inaugura porque lo importante, es que ella se realiza porque tiene algo propio que decir, y lo hace abriendo espacios, clausurando formas.

Su obra, que abarca el período heroico de la Historieta Argentina, sienta las bases para que nuevos creadores indaguen nuestra realidad, e intenten construir sabiendo que lo hacen sobre un terreno firme.

Pensar la Literatura de Oesterheld, no es pensar un escritor renovador en el sentido corriente, es posible hablar de la lematización de la aventura que indicábamos, pero su carácter de ser vanguardia, lo establece porque supo trabajar en base a un material contextualizado y yendo más allá, convirtiéndose en precursor.

La marginalidad “con respecto a la cultura oficial” le permitió a un creador como Oesterheld concretar obras e historias que eran elaboradas desde angulaciones y perspectivas que no eran las habituales.

De ahí que cuando hablamos de la Literatura de Oesterheld lo hacemos con la convicción de que si aporte es proponer nuevos tipos de acercamiento, nuevas formas de leer, nuevas relaciones entre las acciones heroicas, las imágenes de un país invadido y acosado, aventurero, y la lectura de la realidad.

En ese sentido la trayectoria de Oesterheld no se deja reducir, como intelectual actuante, a una mera producción de ficción, sino que allí está situada, lo que no quiere decir otra cosa que nosotros la leemos allí.

Al abrir un espacio de lectura, en verdad Oesterheld está tratando de comprender una realidad que lo excluye y que ahora necesita ser pensada para poder esclarecer el sentido real de su disenso.

De otra forma estaríamos siendo condescendientes, pensando que es posible tratar viejos problemas como si estuvieran superados.

Oesterheld forma fila en una lista de excluidos, que no tienen lugar, quizás porque está esperando que la crítica acomode sus interpretaciones dando espacio a formas que reclaman un sitio, que no puede pensarse con argumentaciones tradicionales.

Hacen falta nuevos repertorios teóricos para dar cuenta de la singularidad de estos excluidos.

“Si la palabra heroísmo tiene un sentido, este cabe enteramente en cierto elogio del acto considerado en sí mismo, cuando dicho acto, hazaña deslumbrante, se afirma en el instante y parece ser la irradiación de una luz”, dice Blanchot (“El fin del héroe” en El diálogo inconcluso) afirmación muy atinada, pero cuando el énfasis se coloca en la distancia con el héroe, no en la luminosidad de la acción mítica del héroe sino en el acortamiento de la diferencia con el héroe y su acto, estamos hablando de un tipo especial de mitificación.

La multiplicación constante, la capacidad de ficción de Oesterheld como productor (parece una máquina de descubrir historias, inventarlas pero no de la nada, bajo el mecanismo de desarrollo ficcional de una imagen) tiene un sesgo de acatamiento a las convenciones del género, pero sobre esa base (que le hace multiplicar los héroes en muchos personajes) se asienta el cuidado de agregar siempre un matiz mediante el cual las “historias”, guardan estrecha relación con el sentido mismo de su tiempo.

Hay propositalmente en su trabajo, una descolocación de la verosimilitud de los personajes, acercándola al horizonte de lo protagónico, eso se da en un proceso que sería necesario estudiar con más detalle. Lo que sí es seguro que a su modo de metaforizar la realidad le caben perfectamente, las lecturas que buscan captar determinada situación histórica.

Es decir que existe en su obra una politización directa e indirecta que nos permite incluir su transgresión política y estética como un elemento insoslayable cuando se considera la construcción del campo intelectual de su tiempo histórico.

La Historieta, sabemos, presupone la reproductividad y el carácter masivo que le da sustento como medio, Oesterheld parte de reformular la temática y al mismo tiempo las concesiones, aparentando respetarlas.

Suscita imágenes que el dibujante tiene que capturar realizando la traducción a su lenguaje, para luego reproducir, reconociendo y convalidando un estilo gracias a la “cristalización” final. Aunque no se reconozca de inmediato, los resultados serán leídos por los lectores futuros, como la conjunción de dos trabajos imaginativos.

Semejante cometido (suscitar imágenes) solo puede llegar a comprenderse como la invención y consolidación de la escritura guionística, para que desde la orilla, se cree Literatura, porque esa capacidad ficcional que junta posibilidades narrativas y poéticas, se concreta en historias para ser leídas.

-IV-

De alguna manera el modo que ejerce (planteando con insistencia el tema de la acción, de la aventura) es a partir de la búsqueda interior, colocando lo narrado en tensión, como su reflexionara siempre con intensidad acerca del límite, de la “frontera”. En ese sentido atiende a las convenciones del género pero teniendo la muerte y el coraje como instancia final y trascendente, por eso lo relevante es la “interiorización” o búsqueda final que vehiculiza.

“El marco sobre el que se recortan los personajes nos es lo fundamental aunque ese distanciamiento con la realidad del lector pretenda empañar el verdadero objetivo de la historia”. Porque si lo que se intenta contar es una experiencia, esa “distancia” actúa como algo que cumpliendo las características que se pueden esperar, nos hace en ese extrañamiento, imaginar espacios que provocan nuestra imaginación, excitan nuestra capacidad de soñar, y este es uno de los objetivos principales que se plantea la estética oesterheldiana.

Como ya dijimos la belleza, cuando se presenta en sus Historietas tiene algo de fascinante y siniestro, la bondad y la maldad existen por encima de los bandos, las historias están “humanizadas” y “cotidianeizadas”.

Dentro de esa órbita, en el momento de una crisis de sentido, enclavadas en historias siempre verosímiles, aparece la encrucijada que al fin termina por cambiar la vida, señalando un destino que de hecho se elije, y que toma por protagonistas a “héroes” acompañantes de carne y hueso.

Alegóricamente las consecuencias de semejante forma de caracterizar la heroicidad (el héroe visto como colectivo) pueden leerse desde el punto de vista histórico, como la voluntad de introducir a esos protagonistas en el espectro de los cambios sociales y en la instauración de nuevos significados, tanto existenciales como políticos.

Oesterheld sabía por ejercicio de su aparato de ficción “que escribir una aventura es en cierto modo vivirla” y entonces, la identidad que escribir ficciones de aventura podía otorgarle como sujeto histórico, está encadenada con ensoñaciones, aislamientos y fantasías, que figuran en el bagaje del narrados mítico.

Un contador nato, alguien que coloca su trabajo narrativo como creador de Historietas para ser repentinamente leído, aprovechando los resquicios de la condición humana, que en soledad vive de la ficción.

Rodea a su figura un aire de creatividad y de aventura, y las circunstancias de su trágica desaparición, de manos de la dictadura procesista, dimensiona aún más su importancia, nombrarlo significa abordar un fundador de la Historieta nacional.

La aparición de un guionista como Oesterheld añadiendo siempre un caudal imaginativo que parece inagotable, enaltece el género, y toma como intención expresa a la calidad como norma de trabajo editorial, enriqueciendo así el panorama de su época.

El “otro lugar” conquistado en ese esfuerzo creativo, estuvo siempre dentro de los límites de la invención-producción-consumo de la Historieta, es decir absolutamente determinado por el tipo de su circulación y disfrute. Lo interesante es que Oesterheld escribe desde allí, sabiendo renovar y crear dentro de las “fronteras” que lo condicionan, porque su ubicación es la de un trabajador que producía Literatura de “evasión”.

Mediante una acción continua aportó una insistente reflexión sobre las situaciones límite de “héroes” y personajes aventureros, él los relata con rigurosidad, con un profundo conocimiento de sus perplejidades.

En principio le hace falta contar descubriendo imágenes, sugiriendo al dibujante aquellas que en forma secuenciada van construyendo la historia, esta característica hace que esta escritura no se asimile con la Literatura tradicional, porque lo que se busca es la transmisión a través de otro medio.

Oesterheld se encargó de hallar, indagando en soledad, una “buena historia”, para que al convertirla en narración, en guía de imágenes que pudieran ser trasladadas por el dibujante al papel se imaginaran aventuras.

Es decir que una parte de resultado final estaba en otras manos, que debía plasmar en imágenes la “verdadera” historia.

Ese tipo especial de procedimiento, que podríamos llamar “otra” escritura, porque tiene que ver con el vehículo concreto del género, debería brindarle satisfacciones y encuentros creativos, pero a la vez la sensación de que algo estaba escapando irremediablemente.

Esa lucha que significaba para Oesterheld, la elección explícita de modos y maneras de actuar dentro de las normas del medio expresivo, seguramente se planteó en algún momento, como la necesidad de producir ficciones trabajando en las “fronteras”, es allí donde tendrían cabida tantas historias excelentemente narradas.

Oesterheld estaría de acuerdo, como sus compañeros de generación, en pensar la acción como vinculante, la aventura como riesgo de justicia, el destino del país y de sus nombres como alternativa ética.

Es posible que estemos ubicados en otro tipo de encrucijada, pero la solidez del trabajo artístico de Oesterheld, por un lado, lo relaciona íntimamente con toda una época muy creativa de la cultura argentina, y por otro, con la emergencia de un campo cultural excluido que precisa ser dilucidado.

Sasturián, el más agudo e inteligente ensayista que se ha ocupado de su obra, señala la importancia y recurrencia del héroe colectivo en su historietística, y el sentido de esa eticidad, que está continuamente como substrato y que se exacerba al final.

“La aventura transforma la vida, es una experiencia límite para el espectador habitual de la peripecia de otro, transformado por imperio de las circunstancias o el azar en sujeto de la acción”.

La procura de esos caminos y sentidos arrancan de la necesidad de pensar su soledad personal, el aislamiento, las figuras que fueron parte del destino compartido, y del hecho de que Oesterheld como creador de mitos y personajes perdurables, en la memoria y en el imaginario colectivo, interviene en la conformación de ciertas formas culturales que es preciso recuperar.

Todo esto tiene que ver con la existencia de expresiones artísticas, que aunque aparecieron en un momento o período muy preciso, indudablemente forman un cuerpo cultural que todavía no ha sido suficientemente analizado y dilucidado.

Creemos que el tema demando una profundización que pormenorice el inmenso material de ficción disperso en revisas y diarios, solo de esa forma se podrá apreciar en toda su extensión el aporte de Oesterheld a la Historieta Nacional.

Lo que es indudable es que la recuperación de ese material mucho nos podrá decir de la historia de nuestros conflictos, proyectos, y tensiones y que en ese debate crítico podremos reconstruir no solo una etapa, sino que muchas situaciones de la actualidad podrán cobrar un nuevo enfoque y sentido.




Publicado inicialmente en la revista-libro El juguete rabioso, año 2, nº 2.