15.5.25

Manifiesto (Hablo por mi diferencia), por Pedro Lemebel

 

No soy Pasolini pidiendo explicaciones
No soy Ginsberg expulsado de Cuba
No soy un marica disfrazado de poeta
No necesito disfraz
Aquí está mi cara
Hablo por mi diferencia
Defiendo lo que soy
Y no soy tan raro
Me apesta la justicia
Y sospecho de esta cueca democrática
Pero no me hable del proletariado
Porque ser pobre y maricón es peor
Hay que ser ácido para soportarlo
Es darle un rodeo a los machitos de la esquina
Es un padre que te odia
Porque al hijo se le dobla la patita
Es tener una madre de manos tajeadas por el cloro
Envejecidas de limpieza
Acunándote de enfermo
Por malas costumbres
Por mala suerte
Como la dictadura
Peor que la dictadura
Porque la dictadura pasa
Y viene la democracia
Y detrasito el socialismo
¿Y entonces?
¿Qué harán con nosotros compañero?
¿Nos amarrarán de las trenzas en fardos
con destino a un sidario cubano?
Nos meterán en algún tren de ninguna parte
Como en el barco del general Ibáñez
Donde aprendimos a nadar
Pero ninguno llegó a la costa
Por eso Valparíso apagó sus luces rojas
Por eso las casas de caramba
Le brindaron una lágrima negra
A los colizas comidos por las jaibas
Ese año que la Comisión de Derechos Humanos
no recuerda
Por eso compañero le pregunto
¿Existe aún el tren siberiano
de la propaganda reaccionaria?
Ese tren que pasa por sus pupilas
Cuando mi voz se pone demasiado dulce
¿Y usted?
¿Qué hará con ese recuerdo de niños
Pajeándonos y otras cosas
En las vacaciones de Cartagena?
¿El futuro será en blanco y negro?
¿El tiempo en noche y día laboral
sin ambigüedades?
¿No habrá un maricón en alguna esquina
desequilibrando el futuro de su hombre nuevo?
¿Van a dejarnos bordar de pájaros
las banderas de la patria libre?
El fusil se lo dejo a usted
Que tiene la sangre fría
Y no es miedo
El miedo se me fue pasando
De atajar cuchillos
En los sótanos sexuales donde anduve
Y no se sienta agredido
Si le hablo de estas cosas
Y le miro el bulto
No soy hipócrita
¿Acaso las tetas de una mujer
no lo hacen bajar la vista?
¿No cree usted
que solos en la sierra
algo se nos iba a ocurrir?
Aunque después me odio
Por corromper su moral revolucionaria
¿Tiene miedo que se homosexualice la vida?
Y no hablo de meterlo y sacarlo
Y sacarlo y meterlo solamente
Hablo de ternura compañero
Usted no sabe
Cómo cuesta encontrar el amor
En esas condiciones
Usted no sabe
Qué es cargar con esta lepra
La gente guarda las distancias
La gente comprende y dice:
Es marica pero escribe bien
Es marica pero es un buen amigo
Súper-buena-onda
Yo no soy buena onda
Yo acepto al mundo
Sin pedirle esa buena onda
Pero igual se ríen
Tengo cicatrices de risas en la espalda
Usted cree que pienso en el poto
Y que al primer parrillazo de la CNI
Lo iba a soltar todo
No sabe que la hombría
Nunca la aprendí en los cuarteles
Mi hombría me la enseñó la noche
Detrás de un poste
Esa hombría de la que usted se jacta
Se la metieron en el regimiento
Un milico asesino
De esos que aún están en el poder
Mi hombría no la recibí del partido
Porque me rechazaron con risitas
Muchas veces
Mi hombría la aprendí participando
En la dura de esos años
Y se rieron de mi voz amariconada
Gritando: Y ya va a caer, y ya va a caer
Y aunque usted grita como hombre
No ha conseguido que se vaya
Mi hombría fue la mordaza
No fue ir al estadio
Y agarrarme a combos por el Colo Colo
El fútbol es otra homosexualidad tapada
Como el box, la política y el vino
Mi hombría fue morderme las burlas
Comer rabia para no matar a todo el mundo
Mi hombría es aceptarme diferente
Ser cobarde es mucho más duro
Yo no pongo la otra mejilla
Pongo el culo compañero
Y ésa es mi venganza
Mi hombría espera paciente
Que los machos se hagan viejos
Porque a esta altura del partido
La izquierda tranza su culo lacio
En el parlamento
Mi hombría fue difícil
Por eso a este tren no me subo
Sin saber dónde va
Yo no voy a cambiar por el marxismo
Que me rechazó tantas veces
No necesito cambiar
Soy más subversivo que usted
No voy a cambiar solamente
Porque los pobres y los ricos
A otro perro con ese huevo
Tampoco porque el capitalismo es injusto
En Nueva York los maricas se besan en la calle
Pero esa parte se la dejo a usted
Que tanto le interesa
Que la revolución no se pudra del todo
A usted le doy este mensaje
Y no es por mí
Yo estoy viejo
Y su utopía es para las generaciones futuras
Hay tantos niños que van a nacer
Con una alita rota
Y yo quiero que vuelen compañero
Que su revolución
Les dé un pedazo de cielo rojo
Para que puedan volar.

Nota: El presente texto fue leído como intervención en un acto político de la izquierda en septiembre de 1986, en Santiago de Chile.

 

 

Tomado de: Loco afán. Crónicas de Sidario, Santiago de Chile, LOM ediciones, 1997.-

10.5.25

Salmones, por Santiago Armando

  

3:30 am. Me despierto, hago mate, agarro una pila de galletitas de agua.

Echaron a Gago.

Bajo la frazada leyendo Cuatro años de cautiverio en Cochons-Sur-Marne.

El centro de logística de Andreani no para. Ladridos lejanos. La ruta, la vieja ruta 9 empalidece el horizonte.

Se me rompió el monitor de la compu, también puede ser la pc. No me animo a preguntar por el arreglo.

Omar quiere venir a operarse el aneurisma a Buenos Aires. Única persona que me escribe. Ni mis viejos me hablan. Solo gente que contesta lacónicamente.

Ladran perritos encerrados a dos casas. Abro la ventana, es un grupo de chicos gritando. Pasan unos en monopatín eléctrico.

No quiero escribir esto.

Murmullos del pibito de al lado con los amigos. Se van. Pasan autos.

Bloy labura de manguero porque te manda al frente en sus diarios.

El mendigo ingrato diez lucas.

Se me cayó una brasa de cigarrillo en el reverso de la colcha. Me paro a extenderla. Encuentro dos agujeritos.

Hoy vi reels de Pity Álvarez, fragmentos de guitarreada vigente. Calamaro también mató a un fisura.

Estos Lucky de dos lucas son horrendos.

 

***

 

Coger me da alucinaciones, o visiones. Al parecer esto no es frecuente. Pueden ser arrobadoras o demoníacas. Tuve que dejar relaciones con personas que me han cocinado, cuidado, recibido en su casa con mucho afecto, por llevar una vida sexual de cerdos y contraer unas visiones espantosas de jabalíes con cabezas de demonios culeando.

María Elena arriba mío con un plasma negro de tentáculos como aura. Un ciervo enfilando hacia mi de costado se deshizo en serpientes rabiosas.

Solo Belén era pura y beatífica como una pastorcilla blanca en un lago azul de luna.

Mujer alcohólica, bruta y depresiva, que no daría por un rato más con ella.

Hace tres años y cinco meses que no la pongo, y no eyaculo.

Escribir y fumar porro. Solo un poco para los dolores. La visión de escribir el género como tela que sale del tercer ojo, a veces desborda metacódigos del color de los ojos de la amada.

Busquen ojos de Michelangelo.

Los ojos achinados muestran gigantescas arpas y las pulsaciones son como lejanos bólidos plateados en la ruta.

Pamela, compañera de Cataratas, quedó inválida por un intento de suicidio con pastillas.

 

2/5

Mi olor a meo concentrado parece de snack picante.

Pamela tan hermosa y vital, ahora postrada sin movimientos ni habla, y el Chupacabra muerto.

 

5/7

Trámites en la ANSES para que no me saquen la pensión.

 

7/5

Interinato de Herrón hasta fin de campeonato. Se disimula con jugadores caros no aparecer en zona de descenso. Pero técnicos buenos no hay, salvo Gaby Milito, pero sin noticias. No lo llamó nadie de Boca.

Escribo en el teléfono sin ganas. Si no me entono no existo. Querría escribir el poema de  La ruta de la seda -que recuperó China con gran pompa, lo vi en el Canal 26-, El camino de seda, ¡El camino de los cisnes!

En verdad si no fumo porro escribo lento, de a imágenes, sin personajes, enumerativo, comparativo. Y nada puedo agregar a lo de Boca salvo una cosa: que la peor derrota del año fue contra Newell’s Old Boys de Rosario.

Mamá me compró mal el cinturón. También me llevó la máquina a arreglar, pero después de preguntarle por la suerte del cinturón y contestar levantando la voz, se queda veinte minutos hablándole mal de mí a papá en el ambiente contiguo y yo escucho todo y se me parte la cabeza.

Luis Thonis me dijo que tenía que hacerme más el poeta maldito. Lo que puedo decir es que la esquizofrenia es una enfermedad muy cara y desgraciada, aunque hermosa, como una rara lámpara azul.

2.5.25

Prosas apátridas, Julio Ramón Ribeyro

 

 

 

46

 

El mundo no está hecho para los niños. Por ello su contacto con él es siempre doloroso, muchas veces catastrófico. Si coge un cuchillo se corta, si sube a una silla se cae, si sale a la calle lo arrolla un automóvil. Es curioso que en tantos miles de años de civilización no se haya hecho prácticamente nada para aliviar o solucionar este conflicto. Se han inventado los juguetes, es cierto, que es un mundo miniaturizado, al uso y medida de los niños. Pero éstos se aburren de sus juguetes y, por imitación, quieren constantemente disponer de las cosas de los adultos. Con qué decisión y espontaneidad se precipitan hacia su adultez, qué obstinación la suya en mimar a sus mayores. y a costa del dolor, aprenden. Su condición para progresar es justamente estar en contacto permanente con el mundo adulto, con lo grande, lo pesado, lo desconocido, lo hiriente. Sería lo ideal, claro, que vivieran en un mundo aparte, acolchado, sin cuchillos que cortan ni puertas que chancan los dedos, entre niños. Pero entonces no evolucionarían. Los niños no aprenden nada de los niños.

 

 

51

 

Lectura del tomo quinto de la Historia de Francia de Michelet. Así como yo olvido los detalles de esto que leo y no guardo más que una impresión general de malestar y de horror, aparte de tres o cuatro anécdotas, el mundo olvida su propia historia, no la interroga y no saca de ella ninguna enseñanza. Diríase que la historia se ha hecho para olvidarse. ¿Qué humano, a no ser un especialista, reflexiona ahora sobre las exacciones que sufrieron los judíos bajo Felipe el Hermoso o sobre la confiscación y destrucción de los templarios? Por ello mismo, en la historia que se escriba en el año tres mil, la segunda guerra mundial que tanto costó a la humanidad ocupará tan sólo un párrafo y la guerra de Vietnam, una nota al fin del volumen que muy pocos se darán el trabajo de leer. La explicación reside en que el hombre no puede al mismo tiempo enterarse de la historia y hacerla, pues la vida se edifica sobre la destrucción de la memoria.

 

 

79

 

El alcohol produce en nuestros sentidos una vibración que nos permite distorsionar nuestra percepción de la realidad y emprender de ella una nueva lectura. Aquello que debía ser recibido como una totalidad llega a nosotros descompuesto y podemos así tomar nota de sus elementos y establecer entre ellos un nuevo orden de prioridades. Al beber cambiamos sencillamente de lente y recibimos del mundo una imagen que tiene en todo caso la ventaja de ser distinta de la natural. En este sentido la embriaguez es un método de conocimiento. La embriaguez moderada, es decir, aquella que nos aleja de nosotros mismos sin abandonarnos, no la borrachera, en la cual nuestra conciencia le dice adiós a nuestro comportamiento.

 

 

89

 

Durante diez años viví emancipado del sentido de la propiedad, de la profesión, de la familia, del domicilio y viajé por el mundo con una maleta llena de libros, una máquina de escribir y un tocadiscos portátil. Pero era vulnerable y cedí a sortilegios tan antiguos como la mujer, el hogar, el trabajo, los bienes. Es así como eché raíces, elegí un lugar, lo ocupé y empecé a poblarlo de objetos y de presencias. Primero alguien a quien querer, luego algo que este ser quisiera, después la utilería del caso: una cama, una silla, un cuadro, un hijo. Pero era sólo el comienzo, pues todos fuimos recolectores, nos volvemos coleccionistas y acabamos siendo un eslabón más en la cadena infinita de los consumidores. De modo que, estando ya usado, gastado para el disfrute, uno se ve circunscrito por las cosas. Libros que no se quiere leer, discos que no se tiene el tiempo de escuchar, cuadros que no apetece mirar, vinos que hace daño beber, cigarros que tenemos prohibido fumar, mujeres a las que se carece de la fuerza de amar, recuerdos sin ánimo de consultar, amigos a quienes no hay nada que preguntar y experiencias que no hay forma de aprovechar. Lo tardío, lo superfluo, lo antiguamente codiciado, se amontona en torno nuestro, se organiza en lo que podría llamarse una casa, pero cuando ya estamos despidiéndonos de todo, pues esta vida acumulativa termina por edificarse en el umbral de nuestra muerte.

 

 

135

 

Los conquistadores de América encontraron lo que buscaban: oro en cantidades nunca vistas, tierras feraces y extensísimas, siervos que trabajaron para ellos durante siglos. Encontraron también muchas cosas que no buscaban y que modificaron el régimen alimenticio de la humanidad: la papa, el maíz, el tomate. Pero de contrabando, los vencidos les pasaron otro producto que fue su venganza: el tabaco. Y los fueron envenenando para el resto de su historia.

 

 

151

 

Bebiendo vino en este soleado pero fresco atardecer estival. Sin ganas ni contento, sólo para neutralizar una nueva onda de melancolía vesperal. Traté de limpiar la alfombra del dormitorio, pero a los diez minutos tiré el arpa, mejor dicho, la escobilla, la lengua afuera y el ánimo por los suelos. Puse mis discos de música barroca, pero ni Teleman, Purcell, Tartini, Marcello, Couperin, me devolvieron el soplo vital. Reproduje una partida de ajedrez Karpov-Kortchnoi, descubriendo imperdonables errores en este último, que naturalmente perdió. Empecé a leer un artículo sobre informática, pero me di cuenta de que no entendía nada y maldije a su autor en lugar de reconocer mi ignorancia. Di un salto a la cocina para ver qué había que hacer por allí y froté con una esponja, desesperadamente, un pedazo de muro sucio, sin resultados apreciables. Tiré la esponja, esta vez sí literalmente. Le di una patada a mi gato y luego su comida, como justa compensación. Releí una carta y me apresté a contestarla, a lo que renuncié, pues no me sentía en forma epistolar. Miré por el balcón y vi en la Place Falguiere al eminente orientalista doctor Fernando Tola, pero evidentemente se trataba de cualquier huevón francés con anteojos y aire intelectual. Finalmente descorché un burdeos y gusté una copa que me supo bien. Me paseé fumando por mi bufete , sin saber qué hacer, me serví otra copa y recalé en mi escritorio para escribir esta página.

 

 

155

 

La biblioteca personal es un anacronismo. Ocupa demasiado lugar en casas cada vez más chicas, es oneroso formarlas, nunca realmente se las aprovecha en proporción a su costo o volumen. Un libro leído, además, ¿no está ya en nuestro espíritu, sin ocupar espacio? ¿Para qué conservarlo, entonces? ¿Y no abundan ahora acaso las bibliotecas públicas, en las que podemos encontrar no sólo lo que queremos, sino más de lo que queremos? La biblioteca personal responde a circunstancias de tiempos idos: cuando se habitaba el castillo o la casa solariega, en los que por estar aislado del mundo era necesario tener el mundo a la mano, encuadernado; cuando los libros eran raros y a menudo únicos y era imperioso poseer el codiciado incunable; cuando las ciencias y las artes evolucionaban con menos prontitud y lo que contenían los libros podía conservarse vigente durante varias generaciones; cuando la familia era más estable y sedentaria y una biblioteca podía transmitirse en la misma morada y habitación y armarios sin peligro de dispersión. Estas circunstancias ya no se dan. Y sin embargo hay locos que quisieran tener todos los libros del mundo. Porque son demasiado perezosos para ir a las bibliotecas públicas; porque se cree que basta mirar el lomo de una colección para pensar que ya se la ha leído; porque uno tiene vocación de sepulturero y le gusta estar rodeado de muertos; porque nos atrae el objeto en sí, al margen de su contenido, olerlo, acariciarlo. Porque uno cree, contra toda evidencia, que el libro es una garantía de inmortalidad y formar una biblioteca es como edificar un panteón en el cual le gustaría tener reservado su nicho.

 

 

 

De: Julio Ramón Ribeyro, Prosas apátridas, Barcelona, Seix Barral, 2007.

 

22.4.25

Rugby lento y malintencionado, por Santiago Armando

 

 

15/4

No tengo aire para dormir, son las cinco menos veinte am. Prendo un pucho.

Desde que salí del psiquiátrico no hago nada. Nos es que antes hiciera mucho, pero. Pichicateado ruedo por la cama y pasan tres días. No puedo leer. Quise leer lo de Dupont pero cuando arranca dice que hizo un viaje en auto por la costa oeste de Estados Unidos y sigue con que desembarcó en Los Angeles, me confundí, pensé que decía que desembarcaba de un auto, pero no, era del avión en la ciudad monstruo, las autopistas y su neurosis. Llegó a la roca gigante con la catarata, reflexiones filosóficas. Lo tengo ahí. Al final de Dharma Bums Kerouac flota por arriba del bosque y escribe todo. Eso es sublime.

En la O’Gorman me vi Ford vs. Ferrari con Matt Damon y Christian Bale, los ejecutivos de Henry Ford II le decían que el personaje de Christian Bale era un beatnik para que no lo contrate como piloto. Peliculón.

¿Quién recuerda la Trilogía de Millita Molina, quién se tragó esa poción hedionda?

Últimos pájaros de la tarde, lloverá mañana y pasado. ¿Leer Oblomov? No puedo leer nada. Solo dormir.

Portazo de papá. Chillidos de garcetas.

Los carpinchos matan a los perros.

Papá me dijo que ahora estacionan con la trompa para adelante porque en el Pacheco Golf salió un auto de atrás sin mirar y mató a una chiquita. Mamá ve las pelis de Suar, me las cuenta enteras en un viaje a la farmacia donde me dan la Risperdal Consta.

Grillos, rastrilla el viento, ah viento, siempre me barre la página. Tenía que ponerme bajo el cielo plomizo y mirar con la luz de la ruta el recorte de los árboles, escuchar la máquina.

Mamá compró dos pavas eléctricas nuevas y no me gusta ninguna, después de cuatro meses de Mate Listo Taragüí no me acostumbro de nuevo al mate de toda la vida, lo tengo desde el 2003 y ahora lo desconozco. Tomo tazones enormes de café, siempre están a mano para el te y la sopa.

En la clínica estaba Santos Roberto Puzzo, el terapista retirado de la Asociación Argentina de Tenis, con Alzheimer y sordo, ochenta y siete años, fue masajista de Vilas y Clerc hasta Nalbandian. Hicimos ejercicios para el hombro, me hizo masajes. Por lo demás está nuevo. Pero si me iba de la habitación cambiaba todas las cosas de lugar y al final terminé pidiendo el cambio.

Ventilo el cuarto que mamá lentamente aireó y limpió este tiempo de ausencia mía.

Fumé los puchos de sandía con mentol y los de frutos rojos, los de uva, carísimos, me encantan. Seis lucas los tienen acá. Papá habla abajo, los chicos en la calle gritan. De tanto escribir sobre lo que escucho me enfermo. Le decía a los viejos que necesito unos headphones. Pero si me metieron en esa casa de locos de mierda (me refiero a los enfermeros y a los operadores de Narcóticos Anónimos) no creo que me den mucha bola, por eso tengo que escribir todo bien rapidito antes de que se corte la cuerda. No quiero pensar donde acabaré.

Para no caer en la abulia como Boca me tendría que fumar un porrito, me están enfrascando la Malawi Gold, estará para fin de mes. Las veinticuatro plantas que tenía en la terraza son historia y algunas cepas son historia para siempre, por lo menos en Argentina. El contacto suizo se hizo humo. Me pasé de rosca con tantas semillas y salí a buscar tachos por las obras y a robar tierra, llené todo con plantas y venía fumando la Destroyer, lo que sería un Gomsterfi (alcohol 96%). Al final me cansé de la tele de mis viejos y empecé a insultar a gritos a Patricia Bullrich, eché a la mucama y no sé qué más, por eso me internaron.

Me dicen que es normal que hayan rispideces con los padres a mi edad.

Borges vivió con la madre y la hermana hasta los 60 que se casó.

Poco que contar de la internación, una larga temporada encerrado al pedo, no se hace nada, solo se huevea y se esperan las siguientes comidas.


16/4

Con las internaciones me retiré del fútbol, no se pueden levantar las piernas con la medicación.

Mamá me despertó esta mañana con las pastillas y el agua y ya no pude volver a dormir. Salí a caminar una vuelta corta y me desvié al kiosco para comprar unos alfajores Águila de coco. También compré Lucky de mentol y un encendedor. Unos chorros.

El obeso solo puede lavarse el orto con bidet, si la mano con el papel no llega al agujero, lo tienen que ayudar. Durante dos meses hice ayunos para llegar, no inflarme la panza con mate y pan, pero cuando mi familia venía con un combo super de McDonald's tenía problemas y me picaba. Estoy en el límite. Me duele la cadera, la rodilla izquierda tiene el menisco roto y tengo el hombro chamuscado. Bañarme es una tortura. Encima tengo que usar el de los viejos porque el mío no tiene agua.

Me crecieron los huevos y no eyaculo hace mucho tiempo. Pensé que era la andropausia pero podría ser hidroceles, tengo que ir al urólogo. Voy a ver si está el que voy desde los trece años por la varicoceles. El que me dijo “Lubricá, cabezón” cuando me corté el prepucio cogiendo en el bañito de adelante de la casa de Carola a los dieciocho años. Me acuerdo que me cosieron el prepucio en vez de cortármelo y me dieron la anestesia inyectada en el glande.

 

 


16.4.25

Empiezo este poema porque se terminó la vida, por Alejandro Rubio

 

Empiezo este poema porque se terminó la vida.

Por un tiempo contuvo

Las ráfagas de fuego

Que salían de mi boca cariada.

Siempre sentí ese ardor

Entre el estómago y los sesos.

Sin imágenes y sin ritmo.

Ahora descanso tomando café y

Duermo mucho y nunca me acuerdo

De mis sueños. Un día

Es igual al siguiente.

 

Gris y callado, mi gente se oculta en sus casas

Y solo el viento corre libre entre los edificios.

 

Este poema va a fracasar. Yo

Soy un fracaso. No se apenen,

Es nada más que un mal día.

La psicóloga de mi hermana

Dice que todo pasa.

 

A menos que tu memoria se resista

A dejar días como hoy en el pasado.

 

Pintó el bajón, dice

Mariano Blatt. Él viaja,

No sabe nada del bajón sedentario,

Recalcitrante, el que hace que te muevas

Entre la cama y la cocina con las manos colgando,

Ése que es previo al comienzo de un poema.

No estoy escribiendo sobre eso.

 

Voy a escribir: extraño la época

De los zeppelines, su elegancia

Y su peligro. Tengo una tendencia fantasiosa

A mirar para arriba.

 

Me rehúso a resolverlo todo

Entre la técnica y la costumbre. Quisiera

Que lo que escribo me hiciera nuevo.

La paloma que me cagó recién

El buzo indica que es demasiado tarde.

Alimentar palomas: inofensiva

Caridad.

 

Debo armarme de paciencia

Para no romper de una patada el monitor.

 

Poema, poemilla mío

Que entre meandros cristalinos te hundes

Y te me escondes, estás más allá

De las grandes obras públicas

Y la memoria.

 

Mi registro es perfecto: una

Máquina. Y no tengo nada que decir.

 

Que escriban los otros, los recién nacidos.

Yo con gran tiento les enseñaré.

Ser tutor o maestro

De una palabra nueva…

No soy yo, pero para él

Sería un buen gigante que le muestra cosas

Solo para después quitarles de su vista

Y así hacerle una imaginación.

 

Los recién nacidos son

Fuertes y exigentes. Mi posteridad

Los abraza y les lame los dedos.

Estoy en competencia con las bellas artes.

 

Hace tanto frío hoy.

Tanto, que sólo pido

Abrigarme con una frazada

Antes de que los miembros se me congelen.

 

Aborto el poema

Porque odio hablar de más.

Chau, huellas de pájaros

Sobre el papel iluminado.

Chau, mamá. Adiós a la noción de grandeza

Que demasiado tiempo me guió.

 

Todavía no almorcé y ya estoy cansado.

Hagan de cuenta que no leyeron nada.

Para epitafio es larguísimo

Y para oda no canta.

He perdido de golpe la voz.

Todo pasa, todo pasa.

Pronto llega el verano

Y la ola sexual correspondiente.

Me voy a quedar acá

Mirando el techo.

 

Son fantásticas las sombras que se dibujan en el techo.

 

 

 

Tomado de: Alejandro Rubio, Habíamos pensado, Buenos Aires, Mansalva, 2025.-

8.4.25

Transformados, por Cecilia Bainotto

  

 

Una visita a La Piedad

 

Entre todos esos depósitos viejos, nuevos, relocalizados, sencillos unos, con mucho oropel otros, despojados y sin identificación no pude sino regresar a un pensamiento vector en cuestiones funerarias: La esclavitud de la muerte a la que someten los deudos y más al ver un panteón ruinoso, hermético, sin nombre. Las telarañas cubrían gran parte de esta casucha de ladrillos como la condensación de un pasado que era podredumbre.

Flores frescas, marchitas, de plástico, lápidas de bronce, herrería artística, vidrios pulidos, vitraux, estatuas de ángeles adustos y angelitos niños, cruces, recordatorios en cartón, floreros viejos, carpetas, manteles, planchas de cemento con inscripciones escritas a mano, senderos cuidados, otros que son yuyales. Mausoleos que semejan castillos y tumbas en huecos que semejan chozas. Pulcritudes brillantes conviven con alimañas.

Las diferencias sociales están bien marcadas, pero bajo la tierra lo enterrado no se salva de los gusanos. Es la misma carne “envasada”. Un lugar que es canto al espíritu esclavo como lo son todos estos lugares.

Leí hace poco sobre el compost humano, un organismo muerto como abono, una tendencia natural y en consonancia con el mismo origen “de polvo somos”. El mismo que se va con el agua y por los sumideros cuando no es captado para engendrar. Volviendo al cementerio.

Arte funerario / des-arte sin mano o con la mano del tiempo.

A ojo vivo creo que La Piedad, así se llama el cementerio, puede albergar a tantos como la ciudad viva de la que está separada por una calle lateral y una avenida de pocos metros que es el ingreso. Busqué una lápida que era  “Homenaje al obrero que no trabajó jamás” pero no la encontré. Menos mal. Por fin aquel que fue había sido liberado por falta de espacio. Me han contado que algunas personas duermen cerca del ingreso de estas ciudadelas, una miniatura de miniaturas de La Ciudad de los Muertos.

La “relocalización” es permanente. No hay lugares y los espacios verdes y los senderos que separan los columbarios se reducen. Hoy para “morirse” hay que solicitar turno. Más o menos.

Al filo del horario de cierre el silencio del atardecer se enrollaba en sombras y hasta el lugar resultaba placentero. De pronto el paisaje de sosiego se interrumpe. Es un instante tan delgado como el filo de un cuchillo o la distancia que separa la vida de la muerte.

Un automóvil fúnebre gris oscuro llegaba para una inhumación. Los dos enterradores de turno discutían en voz muy baja con los choferes del automóvil gris por no respetar el horario. El automóvil a paso de hombre con los empleados de la funeraria y del cementerio, dirimiendo el malentendido. Podían adivinarse sus palabras por los gestos que las acompañaban. El cortejo de seis automóviles, con algunas cabezas curioseando por las ventanillas, prácticamente detenido. Todo resultaba una escena del desatino. El difunto, un tapado de madera y un nombre de letras emplomadas sobre un vidrio espejado, pidiendo paso. Un complot de ceremonia que se desarmaba como gelatina que ni el orden por la cadena de frío que necesita ni el progreso con las tecnologías con el mismo fin puede detener. Algunos deudos ya estaban comunicándose desde el interior de los automóviles con sus celulares. Quizá explicando el motivo de sus respectivas tardanzas por el que no llegaban con los dulces para la hora del té o vaya a saber qué y otros habían abierto las puertas de los coches en puro resuello, aunque la temperatura era fresca.

“La Pietà” era solo una inspiración.

Con Maines fuimos espectadoras de esta tragicomedia en un acto sin libreto que duró unos quince minutos. No había nadie más a las 18 horas de esa tarde de otoño en el cementerio.

 

 

 

Una rata al horno

 

La cara remota sin control en la mano. Supe desde el principio, por una leve intuición, que eso podría ser un propósito o una locura. Tardé varios días en abrir el sobre y saltaron flores de seda dorada dispuestas en un herbario por lo que no eran frescas, aunque por apariencia lo eran. Como recién cortadas de la planta.

Debajo de cada pétalo había una gota y lo raro para mi tacto fue al tocarla porque me mojaba. Era un placer. Mis nervios afiebrados, por horas, le ganaban a la razón y sin prejuicios por un caos magnifico me sometí a ese sentir oculto. Luego descubrí una fantasía perversa ante pequeños detalles: oír girar picaporte, escuchar al perro ladrar a la nada, ver las cortinas hacer globos blancos, manchas que aparecían y desaparecían sobre las paredes, olores nauseabundos, ver a la gata, con las orejas paradas, buscando en silencio al igual que yo, un fantasma.

Me asomaba al vacío que se presenta cuando se deja una ubicación cómoda y entrás a un lugar perturbador.

Pasó el tiempo y un día, una fuerte sudestada hizo estragos con los árboles. Muchas ramas quedaron en el patio. El tiempo, sin lluvias por unos meses, fue secando ramas que había arrinconado al fondo sin objetivo definido, inconscientemente quizá. Sentía que esa escultura irregular con apariencia de esperpento y en su inmovilidad podía ayudarme. ¿Por mi familiaridad con su procedencia? Puede ser.

Un atardecer casi noche, como sin querer queriendo dejé por la mitad el cigarrillo que fumaba y lo tiré a ese ramaje seco. La brisa ayudó y en minutos unas lenguas rojas incendiaban el fondo. En su imparable ardor devoraban el pasto, las plantas, insectos ocultos, caracoles y un trozo de tronco que usaba para ikebanas Mis ojos eran testigo de un espectáculo de fuego como si ese elemento se impusiera sobre la tierra que arrasaba. Ante el poder hipnótico del fuego no hice nada. Dejé todo en brazos de Vulcano. Porque en efecto ese lugar se asemejaba a un volcán en erupción.

De pronto escuché un chillido claro y agudo que me trasladó a la cocina de mi infancia cuando mi madre abrió la puerta del horno. Era una rata grande envuelta en llamas y asaz repugnante. Una bola de fuego dejaba ver lonjas de carne informe y corría desesperada. Rebotaba ciega en el patio desde una pared a otra como pelota. Con los últimos estertores de vida de la rata llamé a los bomberos y la casa fue la imagen de una evacuación a gran escala. Desmedida por otra parte. El fondo era un barrizal en el que yacía el inmundo roedor que hasta al felino repugnaba. Era algo achicharrado que mostraba solo dos patas y aún seguía emitiendo un chillido insoportable. Los bomberos terminaron la tarea y mientras enrollaban la manguera me miraban con desconfianza.

Aún faltaban detalles. Tomé una máscara improvisada, una bolsa negra de nylon y me puse los guantes de látex para recoger los restos de cosas que quedaban incluída la rata que daba señales con los últimos espasmos.

Esa noche dormí extenuada y no escuché ruidos raros. Los días siguientes la casa se pobló de sonidos naturales y de silencios que eran pausa de una música relajante. No pude menos que pensar que el fantasma molesto era aquella rata que ingresó a mi casa por intersticios ocultos el día que recibí unas flores doradas.

Es posible haber llegado a esa conclusión tan cerrada para tranquilizar la mente. Poner un punto puede tener un propósito que se acopla a determinadas circunstancias. La luz del tiempo cambia las percepciones de las cosas. La rata fue una maldita coincidencia con aquella que encontró mi madre en el horno de la cocina y el asco que había provocado una rata cocinada. Los elementos confluyeron para que abominara de las flores doradas.

 

 

 

Son

 

La barba encanecida 

sube y baja

arriba un quepí verde oliva

movés los brazos, las piernas

y batís tambores, platillos, 

lo que venga,

tu son de isla

con el pie en el pedal

Una inyección en la vena

una cajita de pastillas

y nos vimos más viejos.