Es muy fácil, con una Smith Wesson de aluminio
con un cargador con tambor de cinco balas
con un caño galvanizado de dos centímetros
con cuatro piedras en las puntas rellanas
de pólvora casera, con una bomba molotov.
Pensaba matar al Presidente y, para festejar,
encargué sanguches de jamón y queso,
los quería bien fresquitos. Mientras
rezaba por el descenso del Presidente
a los infiernos y lamentaba
las aciagas consecuencias
de su endémica idiotez.
Recé y recé y también pedí perdón
por tanto odio acumulado
pero no pasó nada.
Argentina era y es el teatro
de los atropellos más groseros
y de los acuerdos más impunes
para privilegiar a los ricos
y hambrear a los pobres.
El imbécil del Presidente
en la mesa chica de su trama delictiva
cómplice de los males propios
de nuestra sociedad patriarcal
espectatular y anclada
en la inane simbología del deporte.
el estúpido del Presidente, digo,
se reía. ¿De qué se reía? ¿Por qué?
“La Patria dejará de ser colonia
o la bandera flameará sobre sus ruinas”.
María, la madre de Dios, también
le deseaba la muerte
al Presidente argentino.
Tomado de: Mirta Nicolás, Los detalles de una borracha, Avatar, Buenos Aires, 2019.-