(Sobre Apuntes para las militancias. Feminismos: promesas y combates, de María Pía López)
El libro Apuntes para las militancias. Feminismos: promesas y combates de María Pía López fue publicado en febrero de este año por la editorial Estructura Mental a las Estrellas, un sello independiente de La Plata, y forma parte de la colección que lleva el morenista nombre de Plan de Operaciones y que, como explicita una nota editorial, se propone reunir ensayos sobre cultura latinoamericana que aborden y sean ellos mismos formas de desafío a la gramática de los poderosos concibiendo a la escritura tanto una vía de pensamiento como una práctica emancipatoria. Creo que el libro de María Pía encarna muy bien esa idea de escribir como una forma de pensar y un modo de intervenir porque es una reflexión sobre feminismos contemporáneos que es también manifiesto y arenga.
El análisis se contamina del entusiasmo y la energía del surgimiento de un nuevo sujeto político que dice “basta” como una de sus primeras palabras. La autora propone: “Pidamos a la palabra que se abra para ver qué arrastra, qué bolsa de significados tiene la tan escueta, qué quiere decir en su altisonancia y en su secreto”. El discurso de María Pía explora la fuerza de ese “basta” como término performativo, palabra que dice y hace al mismo tiempo, y en esa búsqueda extrema las posibilidades que brinda el estilo acercando el registro ensayístico al de la poesía. Esa confluencia genérica parece mostrar mejor la urgencia, la fuerza vital, la contagiosa vibración que transmite esa palabra fundamental que es el basta. La llama entre otras cosas “trazo tajante”, “nuestro ábrete sésamo”, “brasa incandescente”.
Y lo del lenguaje no es algo menor en todo esto porque los feminismos vinieron a desestabilizar también el sentido de muchos términos. La misma palabra mujeres está en cuestión, no puede dejar de verse como construcción política que incluye lesbianas, travestis y trans. Como señala la autora son los feminismos trans los que mejor mostraron que el cuerpo es construcción política y que solo asumiendo ese carácter y deconstruyéndolo se puede asumir y construir auténticamente la propia identidad. Las discusiones en torno a la organización de un paro de mujeres obligó a pensar en las concepciones del trabajo y la necesidad de que sus formas contemporáneas tengan modos propios de representación y participación.
El
texto es autorreflexivo. Dice de sí mismo: “Este es un libro que no
quiere ser libro, sino material de agitación”. Y da cuenta del pasaje mismo de
la experiencia a la escritura, de la vivencia a la idea, y la visión de los
entretelones de ese ir haciéndose transmite inmediatez y autenticidad: “Estas
páginas son panfleto urgido y esfuerzo de traducción, apuesta política y cajita
de herramientas. Mis propios balbuceos intentando nacer como argumentos…”. Como
escritura viva no reniega de los momentos de conciencia de la dificultad y el
esfuerzo que demandan tareas como la invención política. Dice: “anoto esto
mientras sé que no es fácil, que es laboriosísima construcción de lo que
adviene. ¡Uf!”
Esa misma preocupación por no restarle vitalidad a la reflexión hace que se evite el academicismo, la abstracción o el mero juego teórico. Cuando afirma por ejemplo que la irrupción de este nuevo sujeto político no es azarosa sino que hay condiciones de posibilidad amasadas históricamente pide disculpas por tanta sociología. Pero sin embargo es necesario pensar y tratar de comprender esas condiciones y los catalizadores de estos acontecimientos. María Pía señala entre otras cosas la permanente labor de activistas, la educación sexual integral en las escuelas, los proyectos educativos, los libros y los programas alentados por un clima cultural y político democrático y expansivo que vivió nuestro país muy diferente al desalentador y represivo que venimos padeciendo desde finales del 2015.
Entiende que como todo sujeto político los feminismos no puede estar exento de conflictos o disidencias. Su fuerza y lucidez se juega en su capacidad de atender esa conflictividad, de asumir la opacidad y densidad propias de lo común. El desafío es, dice la autora, construir hospitalidad para la querella. Celebra la irrupción del movimiento, trata de mostrar su particularidad sin dejar de vincular lo a otras respuestas frente a la opresión, otras rebeliones y luchas. Y esa es justamente una de las promesas que como señala el subtítulo del libro llegan con estos feminismos, el movimiento traería también una nueva capacidad de comprender el padecimiento y el legado de otras, las brujas, las indias, las africanas, las obreras. La autora señala la importancia del carácter popular de estos feminismos, la necesidad de que sean efectivamente plurinacionales, conventilleros, inquilinos, que se recuerden afros e indios, cabecitas y migrantes, provincianos y portuarios.
María Pía señala es cierto que parece demasiado lo que se le pide a los feminismos pero hay que asumir lo que implica afirmar como posible y necesaria una transformación que nos acerque a la justicia social. Y los feminismos populares de hoy tienen un proyecto radical, se proponen cambiarlo todo. De modo que hay infinitas y urgentes tareas por delante. Una de las cuales es narrar la historia de lo ninguneado, de lo negado, y aunque se recuperen nombres y acciones no se trata de hacer un panteón de figuras notables sino una historia del silenciamiento y de sus quiebres: “narrar la ruptura, el vínculo entre movilización social, aparición de sujetos colectivos y modificación de los campos del conocimiento y de la producción estética”.
Pensar
el quiebre que suponen los feminismos que están insurgiendo es precisamente lo
que hace este libro que recupera también el legado de otros libros como el de
Flora Tristán que en 1843 señaló el lugar clave que tiene la opresión de género
en la desigualdad. Retomando esa certeza nuestra autora afirma hoy: un proyecto
de emancipación no puede desoír las prácticas y saberes que encarnan los
feminismos.