23.5.20

Un pibe al sol entre juguetes rotos, por Nicolás Ricci




Todo cuerpo sólido
cuenta con una zona firme y un punto flector,
donde la materia cede. Ellos conocen
las estrategias aqueas
capaces de tantear los límites hasta alcanzar,
sin ariete, el punto débil. Así cayeron,
todas las casas piedra sobre piedra, cuando
furtivas manos mala leche hurgaron
la cara exterior de las murallas. La necesidad
mueve montañas.

A considerar
segundos después de que la voz se rompa,
de que la voz sangría
imprima su razón en el ruido cargado
de 11.316 teclas en movimiento;
cuando las pantallas impongan
un mapa coloreado: las provincias
tras un domingo de elecciones. Y que el mundo
forme firme una opinión
juiciosa en base a los colores
emitidos. Hay quienes calcularán las huellas,
un pie detrás del otro, el paso
recortado, como con miedo al suelo,
al paso en falso. Falso el resultado;
hecho el conteo, quedarán las horas
sin rémora de duda, satisfechas.

Figueroa piensa:
Un pibe al sol entre juguetes rotos.

*

Se pueden enfrentar los tornillos. Van saliendo
con la punta mocha de un cuchillo de cocina.
Al principio con dificultad, pero de a poco
ceden y giran y van a dar al suelo:
pueden verse rodar en semicírculo un breve
ángulo y enseguida detenerse, tal vez
en el límite de dos baldosas. Debajo
del resplandor enfermo de la tarde, un chico
sin marcas que le crucen
la cara sigue sacando los
tornillos para acceder al interior del auto
de juguete. El objetivo: cuatro o tres
luces chicas, cada cual seguida por dos
cables que ondean pocos centímetros. Uno
puede reconstruir el circuito: los dedos pulgar
e índice en los polos de una pila roja
taiwanesa. Los dedos índice
y pulgar asiendo los extremos pelados de los cables. Luz
en un extremo, luz apenas, luz
como de navidad, poco visible
bajo la tarde. Mejor correr adentro y buscar
contraste: un punto luminoso entre los dedos. No
parece mucho pero es entender el mecanismo; es
reapropiarse del circuito; es
transformarlo en un objeto inútil.

*

Hay solo partes. El resto de la casa no se ve.

*

La misma suerte
corren las otras lamparitas. Son probadas
por separado con la pila y por supuesto
el valor del milagro se atenúa
por lo que el chico va a rebuscar
un sistema más complejo.

La tentación va a ser después pelar los cables
La tentación pelar las puntas de los cables y empalmar
La tentación sangrar una gotita entre los dedos
La tentación beber la propia herida


*

Figueroa piensa:
En una torre de cemento bruto estaba el objeto levantado a cascotazos.

*

La única vez que acercó
la pila a la lengua,
sintió el sabor metálico que no
se olvida. Diferentes sectores
de músculo reaccionando, automática
casi espasmódica—
mente, al contacto: el tacto: un instantáneo
arrepentimiento.