Todo
cuerpo sólido
cuenta
con una zona firme y un punto flector,
donde
la materia cede. Ellos conocen
las
estrategias aqueas
capaces
de tantear los límites hasta alcanzar,
sin
ariete, el punto débil. Así cayeron,
todas
las casas piedra sobre piedra, cuando
furtivas
manos mala leche hurgaron
la
cara exterior de las murallas. La necesidad
mueve
montañas.
A
considerar
segundos
después de que la voz se rompa,
de
que la voz sangría
imprima
su razón en el ruido cargado
de
11.316 teclas en movimiento;
cuando
las pantallas impongan
un
mapa coloreado: las provincias
tras
un domingo de elecciones. Y que el mundo
forme
firme una opinión
juiciosa
en base a los colores
emitidos.
Hay quienes calcularán las huellas,
un
pie detrás del otro, el paso
recortado,
como con miedo al suelo,
al
paso en falso. Falso el resultado;
hecho
el conteo, quedarán las horas
sin
rémora de duda, satisfechas.
Figueroa
piensa:
Un
pibe al sol entre juguetes rotos.
*
Se
pueden enfrentar los tornillos. Van saliendo
con
la punta mocha de un cuchillo de cocina.
Al
principio con dificultad, pero de a poco
ceden
y giran y van a dar al suelo:
pueden
verse rodar en semicírculo un breve
ángulo
y enseguida detenerse, tal vez
en
el límite de dos baldosas. Debajo
del
resplandor enfermo de la tarde, un chico
sin
marcas que le crucen
la
cara sigue sacando los
tornillos
para acceder al interior del auto
de
juguete. El objetivo: cuatro o tres
luces
chicas, cada cual seguida por dos
cables
que ondean pocos centímetros. Uno
puede
reconstruir el circuito: los dedos pulgar
e
índice en los polos de una pila roja
taiwanesa.
Los dedos índice
y
pulgar asiendo los extremos pelados de los cables. Luz
en
un extremo, luz apenas, luz
como
de navidad, poco visible
bajo
la tarde. Mejor correr adentro y buscar
contraste:
un punto luminoso entre los dedos. No
parece mucho
pero es entender el mecanismo; es
reapropiarse
del circuito; es
transformarlo
en un objeto inútil.
*
Hay
solo partes. El resto de la casa no se ve.
*
La
misma suerte
corren
las otras lamparitas. Son probadas
por
separado con la pila y por supuesto
el
valor del milagro se atenúa
por
lo que el chico va a rebuscar
un
sistema más complejo.
La tentación va a ser después pelar los
cables
La tentación pelar las puntas de los cables y
empalmar
La tentación sangrar una gotita entre los
dedos
La tentación beber la propia herida
*
Figueroa piensa:
En una torre de cemento bruto estaba el
objeto levantado a cascotazos.
*
La única vez que acercó
la pila a la lengua,
sintió el sabor metálico que no
se olvida. Diferentes sectores
de músculo reaccionando, automática
casi espasmódica—
mente, al contacto: el tacto: un instantáneo
arrepentimiento.