24.6.25

Cine, por Cecilia Bainotto

  

   El ruido del tren cerca de la ruta

Nada, poco, mucho interés por los otros. Alguien dice algo preciso, alguien dice y trastabilla, alguien no sabe qué decir. Tuvo una nostalgia linda, una pasión a medias y otra que explotó las medias y quedó con los pies desnudos. Estaba durmiendo, estaba soñando, ¿Vos que hacías? Por lo pronto seguía. Y era una calle con gente extraña y preguntó por una plaza. Nadie respondía y mostraba algunos libros, pero no había caso. Nadie entendía su balbuceo onírico ¿estaban sordos? ¿era poco perspicaz? ¿estaban soñando ellos y ella estaba despierta? ¿era un cuatro de copas? ¿era una flor para el truco? Vaya a saber qué es lo que era. ¿Él que hacía? ¿Ellos? Entre la timidez y una fiesta social terminó en su cuarto después de medianoche. No había fumado. No estaba borracha. Había comido lo justo. Sintió el silbato del tren que el viento acercó a su oído: No querer ser otra cosa tatam tatam que lo que una es tatam tatam no querer ser otra cosa tatam tatam que lo que una es.

Sintió que la cabeza se le unía al cuerpo.

 

*

 

No lo había entendido. Me olvidé que usa la analogía todo el tiempo. ¿Y si meto la pata y lo jodo todo? ¿Cuándo sucedió? ¿Fue a primera vista? ¿Mirabas de frente?  ¿Fue progresivo? ¿Estamos aquí o nos vamos?  ¿Usamos las mismas palabras? ¿Qué parte del cuerpo te duele? Siguió así con una cascada de preguntas. Cada tanto se aquieta “está todo bien” aunque el café tiene gusto raro. Entre las horas y los días las cosas funcionan y eso está bueno, pero, pero siempre existe uno.

Todo apunta hacia las sorpresas con risas alentadoras que terminan siendo excesivamente complacientes. ¿Seremos in/comprensivos? ¿No podremos salir de los hábitos del pensamiento? De vuelta el ensayo sobre la duda, ¡ah! recordar la totalidad es insoportable. Recordar con pinceladas de acuarela al agua.

A la noche, cuando regreso después de dar vueltas por la ciudad cuadrada, pongo en funcionamiento el GPS, porque la vida espera en otra parte, o más exactamente la vida nos pone en lugares diferentes y no hay forma de volar con el cuerpo.

Cualquier tentativa es en falso. Caliento agua y tomo unos mates. Para despejarme. El patio, el viento que araña la pampa. 

 

*

 

   Una película

Doblar la esquina y llegar. Abro la puerta e inmediatamente enciendo la notebook y abro YouTube. Tengo en mi cabeza la música de la película como fondo musical durante los créditos.

La busco en YouTube y no la encuentro. Es muy buena, rítmica, melodiosa, es Bossa Nova, es Jazz y nuevos ritmos que son híbridos. 

Mixtura, el mundo. Lo que pasa aquí pasa allá. Igualmente, lo que pasó. Todo se iguala y la escalera de las jerarquías por la que asciende el mando, el mandamiento, es parecido en todas partes al menos en Latinoamérica – que lindo suena Latinoamérica, América, no la cambio por nada a pesar de todo.

Dan ganas de ir a Brasil, la calle, la ruta, no la encuentro, se pierde el recuerdo del sonido, de la voz. Se enrolla como una cortina que luego cae abrupta, y oscurece. No encuentro la forma de poner las palabras exactas para la búsqueda.  

Empalidece el intento, pero “Aun estoy aquí” o  “Ainda estou aquí” (Walter Salles), hermosa, terrorífica, no es Terror Romántico de alguien que ingresa en una casa y aparece un fantasma copulando en un rincón con una bella chica, tampoco es “Gore” género que funciona con leyes propias, fuera, la mayoría de las veces, de la experiencia directa. Es terror en serio cuando te ponen una capucha y te torturan. “Aun estoy aquí”, un film que es testimonio de un suceso.

No debería ser recomendable por los premios y comentarios que recibió y muy merecidos, pero sí debería ser recomendable por el acercamiento y revelación de un hecho que va desde la mirada miniatura a la mirada grande, desde un álbum sepia al registro de la trama en escenas vivas con actuación inmejorable.   

Contar de otra manera, de eso se trata, con respiración pausada para que se entienda. Sin agregar o desagregar nada. Los gestos, los silencios, los diálogos, los claroscuros, redimen en alguna medida la imposibilidad del lenguaje o en tal caso darle al lenguaje la estatura que pide, el de no ser un arsenal al que se acude para no expresar nada.

Lo visual se impone, captura miradas, festejos, pasos cansados o desesperados, gotas de sangre, secuestros, asesinatos, igual que aquí en Argentina durante la dictadura, lucha, la casa sigue viva, pero hay preocupación, ocupación y mucho miedo, mudarse a otra parte, de Río de Janeiro a Sao Paulo. Una familia destrozada se reconstruye con inmenso cariño a pesar de la falta.

Es cine y del bueno y Brasil lo tiene como el nuestro. Otros temas, pero a manera de ejemplo al recordar “Ciudad de Dios” (Fernando Meirelles), Adiós Brasil” (Carlos Diegues) “La dama del autobús” (Neville de Almeida), “Estación Central de Brasil” (Walter Salles).

Con esta película Brasil muestra una parte de su historia bastante oculta por cierto desde la perspectiva del cine y veinte años de dictadura merecían ser contados.  

“Con o sin humor, con o sin melancolía” frase que alguna vez pronunció Javier Fernández Paupy.   

A la que añado " Con o sin miedo" porque la vida continúa con giros de drama y de comedia. 

El título de la película lo dice “Aún estoy aquí”.  

 

 

   Fragmentos de memoria

“Diríase que la historia se ha hecho para olvidarse. ¿Qué humano, a no ser un especialista, reflexiona ahora sobre las exacciones que sufrieron los judíos bajo Felipe el Hermoso o sobre la confiscación y destrucción de los templarios? Por ello mismo, en la historia que se escriba en el año tres mil, la segunda guerra mundial que tanto costó a la humanidad ocupará tan sólo un párrafo y la guerra de Vietnam, una nota al fin del volumen que muy pocos se darán el trabajo de leer. La explicación reside en que el hombre no puede al mismo tiempo enterarse de la historia y hacerla, pues la vida se edifica sobre la destrucción de la memoria” Julio R. Ribeyro, fragmento de “Prosas apátridas”

“Lo perdido con los años, va adquiriendo, a medida que rostros y frases se desvanecen, una piel amorfa que recubre la intensidad de su dolor. Toda pérdida se vuelve con el decursar,  fragmento. Su totalidad nos quebraría”.  José C. Sánchez, “Los extraños mañanas”, ensayo sobre el fragmento.

¿Por qué arrastrar este cadáver en tu memoria? decía Ralph Waldo Emerson. Además, el filósofo trascendentalista, le decía a su hija que era “un vicio recordar” alentándola que se olvidara un poco de los errores que había cometido en sus deberes.

Hay una memoria obsesiva que quiere recordar nombres, cifras y detalles.   Hay otra memoria que recuerda episodios a grandes rasgos y que recreamos en el presente.  Son esbozos de paisajes superpuestos a lo que se suma la experiencia del momento del “recording”. 

Es más bien un rompecabezas al que se accede con la memoria.  No es documental ni “cine verdad”

Es más bien un rompecabezas al que se accede con la memoria.  No es documental ni “cine verdad”.

Charan Ranganath, psicólogo clínico, afirma que “olvidar es ser humano” y de hecho los problemas que tenemos con la memoria es porque le exigimos a ésta una cualidad fotográfica y precisa que con el tiempo se borra.   Quizá bajar las expectativas y recordar – cuando se desea o se necesita- que el recuerdo mismo puede ser creativo en tanto contamos una historia “que es un montaje surrealista”.