16.4.25

Empiezo este poema porque se terminó la vida, por Alejandro Rubio

 

Empiezo este poema porque se terminó la vida.

Por un tiempo contuvo

Las ráfagas de fuego

Que salían de mi boca cariada.

Siempre sentí ese ardor

Entre el estómago y los sesos.

Sin imágenes y sin ritmo.

Ahora descanso tomando café y

Duermo mucho y nunca me acuerdo

De mis sueños. Un día

Es igual al siguiente.

 

Gris y callado, mi gente se oculta en sus casas

Y solo el viento corre libre entre los edificios.

 

Este poema va a fracasar. Yo

Soy un fracaso. No se apenen,

Es nada más que un mal día.

La psicóloga de mi hermana

Dice que todo pasa.

 

A menos que tu memoria se resista

A dejar días como hoy en el pasado.

 

Pintó el bajón, dice

Mariano Blatt. Él viaja,

No sabe nada del bajón sedentario,

Recalcitrante, el que hace que te muevas

Entre la cama y la cocina con las manos colgando,

Ése que es previo al comienzo de un poema.

No estoy escribiendo sobre eso.

 

Voy a escribir: extraño la época

De los zeppelines, su elegancia

Y su peligro. Tengo una tendencia fantasiosa

A mirar para arriba.

 

Me rehúso a resolverlo todo

Entre la técnica y la costumbre. Quisiera

Que lo que escribo me hiciera nuevo.

La paloma que me cagó recién

El buzo indica que es demasiado tarde.

Alimentar palomas: inofensiva

Caridad.

 

Debo armarme de paciencia

Para no romper de una patada el monitor.

 

Poema, poemilla mío

Que entre meandros cristalinos te hundes

Y te me escondes, estás más allá

De las grandes obras públicas

Y la memoria.

 

Mi registro es perfecto: una

Máquina. Y no tengo nada que decir.

 

Que escriban los otros, los recién nacidos.

Yo con gran tiento les enseñaré.

Ser tutor o maestro

De una palabra nueva…

No soy yo, pero para él

Sería un buen gigante que le muestra cosas

Solo para después quitarles de su vista

Y así hacerle una imaginación.

 

Los recién nacidos son

Fuertes y exigentes. Mi posteridad

Los abraza y les lame los dedos.

Estoy en competencia con las bellas artes.

 

Hace tanto frío hoy.

Tanto, que sólo pido

Abrigarme con una frazada

Antes de que los miembros se me congelen.

 

Aborto el poema

Porque odio hablar de más.

Chau, huellas de pájaros

Sobre el papel iluminado.

Chau, mamá. Adiós a la noción de grandeza

Que demasiado tiempo me guió.

 

Todavía no almorcé y ya estoy cansado.

Hagan de cuenta que no leyeron nada.

Para epitafio es larguísimo

Y para oda no canta.

He perdido de golpe la voz.

Todo pasa, todo pasa.

Pronto llega el verano

Y la ola sexual correspondiente.

Me voy a quedar acá

Mirando el techo.

 

Son fantásticas las sombras que se dibujan en el techo.

 

 

 

Tomado de: Alejandro Rubio, Habíamos pensado, Buenos Aires, Mansalva, 2025.-