Empiezo este poema porque se
terminó la vida.
Por un tiempo contuvo
Las ráfagas de fuego
Que salían de mi boca cariada.
Siempre sentí ese ardor
Entre el estómago y los sesos.
Sin imágenes y sin ritmo.
Ahora descanso tomando café y
Duermo mucho y nunca me
acuerdo
De mis sueños. Un día
Es igual al siguiente.
Gris y callado, mi gente se
oculta en sus casas
Y solo el viento corre libre
entre los edificios.
Este poema va a fracasar. Yo
Soy un fracaso. No se apenen,
Es nada más que un mal día.
La psicóloga de mi hermana
Dice que todo pasa.
A menos que tu memoria se
resista
A dejar días como hoy en el
pasado.
Pintó el bajón, dice
Mariano Blatt. Él viaja,
No sabe nada del bajón sedentario,
Recalcitrante, el que hace que
te muevas
Entre la cama y la cocina con
las manos colgando,
Ése que es previo al comienzo
de un poema.
No estoy escribiendo sobre
eso.
Voy a escribir: extraño la
época
De los zeppelines, su
elegancia
Y su peligro. Tengo una
tendencia fantasiosa
A mirar para arriba.
Me rehúso a resolverlo todo
Entre la técnica y la
costumbre. Quisiera
Que lo que escribo me hiciera
nuevo.
La paloma que me cagó recién
El buzo indica que es
demasiado tarde.
Alimentar palomas: inofensiva
Caridad.
Debo armarme de paciencia
Para no romper de una patada el monitor.
Poema, poemilla mío
Que entre meandros cristalinos
te hundes
Y te me escondes, estás más
allá
De las grandes obras públicas
Y la memoria.
Mi registro es perfecto: una
Máquina. Y no tengo nada que
decir.
Que escriban los otros, los
recién nacidos.
Yo con gran tiento les
enseñaré.
Ser tutor o maestro
De una palabra nueva…
No soy yo, pero para él
Sería un buen gigante que le
muestra cosas
Solo para después quitarles de
su vista
Y así hacerle una imaginación.
Los recién nacidos son
Fuertes y exigentes. Mi
posteridad
Los abraza y les lame los
dedos.
Estoy en competencia con las
bellas artes.
Hace tanto frío hoy.
Tanto, que sólo pido
Abrigarme con una frazada
Antes de que los miembros se
me congelen.
Aborto el poema
Porque odio hablar de más.
Chau, huellas de pájaros
Sobre el papel iluminado.
Chau, mamá. Adiós a la noción
de grandeza
Que demasiado tiempo me guió.
Todavía no almorcé y ya estoy
cansado.
Hagan de cuenta que no leyeron
nada.
Para epitafio es larguísimo
Y para oda no canta.
He perdido de golpe la voz.
Todo pasa, todo pasa.
Pronto llega el verano
Y la ola sexual
correspondiente.
Me voy a quedar acá
Mirando el techo.
Son fantásticas las sombras
que se dibujan en el techo.
Tomado de: Alejandro Rubio, Habíamos pensado, Buenos Aires, Mansalva, 2025.-