A
Horacio Bonaparte
“...
Lo que hay detrás de los ojos, no los cuencos vacíos…allá cambia la piel de la
decrepitud… Energía pura amiga y que le vaya bien con este deseo mío” H.B.
Cuando
te perdés en una ciudad desconocida puede ser un viaje en el tren fantasma o
una vuelta al mundo con estrellas. Hacia adelante, hacia atrás, mirás a un
costado y hacia el otro. La respiración pesa en el apuro de pasos. Lo extraño
en acecho desde una esquina, homeless con frazadas sobre sus espaldas y mugre,
a tres minutos de distancia. Los aguantaderos abren la puerta y salen
espásticos e invertebrados. El paisaje es inquietante y hasta la luna como
pendiente de nácar no tiene alabanzas. No circula un taxi, poca gente en las
calles y esta criolla sin saber cómo hacer para regresar al hotel. “What bus can I
take to Columbus Avenue? Please speak slowly because…”. “¿No es esto lo que estabas buscando
acaso? ¿No era el incidente para probar tus nervios? ¿No es parte de querer
mudarse hacia otro lugar así estés a cien kilómetros de distancia? No te
quejes”.
El
tranvía ha quedado varado, no pasará otro por el atropello a un ciclista.
Camino, hago que me entretengo mirando vidrieras. 19:30 hs. es de noche y todo
se va cerrando. Aparece una persona rezagada desde un negocio que baja sus
persianas. Es Rosita con Jano, su esposo. “Argentina?” pregunta cuando busco la
confirmación del recorrido de la línea de “bus” de la que me ha informado otra
persona.
La
mujer me cuenta que es chilena y vive hace años en San Francisco. El centro de
entretenimientos en ese parque desconocido se desplaza mágicamente. Caminan
conmigo hasta la parada de la Línea 38 que está a dos cuadras. Rosita me alerta
que no debería andar sola por ese tramo de Market Street durante la noche. Es
insegura. Y me señala con la mirada algunos antros, más de los que había
registrado. San Francisco ya no es lo que era. Me cuenta cosas de “la ciudad
santuario” y lo que la gente espera en California con el cambio de gobierno.
“Aquí, allá y aculla” y “es la economía, estúpido” los conforma. No importa
quien asuma si aquella funciona. El día siguiente se celebra Thanksgiving y la
ciudad es un alboroto de luces, de pantallas Led gigantes, con moños rojos,
hojas de muérdagos en los árboles y en las fachadas. Hay un gran contraste
entre las sombras de los sin casa y todas las luces. Babilonia sobrevive en
todas partes.
Llegamos
a la parada. “Y ya que estamos” interviene Jano, “sigamos con Cecilia hasta el
embarcadero, cenamos algo y brindamos por el encuentro”
El
Embarcadero o Fisherman / Pier 39 está muy cerca del hotel. “Perfecto”
respondo. El restaurant explota como si en él se hubiera concentrado toda la
gente que falta en las calles.
Por
cuarta vez el brindis con un vino californiano está justificado. El pan
ahuecado con una sopa cremosa de frutos de mar es un tesoro gastronómico. La
música suave, la charla con dos personas desconocidas. Nada es perfecto pero
ese momento lo parece por el alivio que siento.
Casi
siempre encuentro algo cuando me pierdo, casi siempre hay algo que flota por
encima de mi cabeza. Como si moverme sin tantas alertas tuviera una recompensa.
Un buen azar digamos.
“Te
has vestido con más tranquilidad también” me dice la voz que cada tanto habla.
*
El
oro y el barro
"Solos
con nuestra locura y nuestra flor favorita"
John
Ashbery
Cuando
Chung Fo llegó a California dejó en su cantón un largo poema inconcluso.
Prometió terminarlo cuando las revueltas reformistas finalizaran. Su madre
trabajaba como prostituta en Nankim y su abuela había sido amable regenta.
Chung escribía versos y no sabía hacer otras cosas. En San Francisco había oro
pero no todo el oro reluce y había que embarrarse con el riesgo de jugar con
los chanchos. No era apto. Él era poeta ya viejo a los doce años cuando
escribió la suavidad del pétalo en una boca. Ahora tenía veintitrés. La boca de
Chung enloqueció a Jeff y a otros. Con la piel transparente pegada a los
pómulos parecía una escultura de mármol pero cálida.
Hubo
extrañas transferencias en esa época. Las costumbres no se rasgan fácil pero
pueden hacerlo en la sordidez de un cubículo o en un cuarto donde se apilan
cuerpos que tocan tom, tom, tom. El sonido que convoca. Una versión americana
de los colchones calientes.
¡Bienvenido
Tom a este mundo!
En
las piernas de Chung se encontraron marcas y medias de seda robadas en una
tienda. Y cartas no enviadas a su familia.
Los
versos de Chung quedaron escritos en las pacíficas aguas de la bahía. La
herencia quema con el fuego del dragón y es una marca en el orillo del cuerpo.
Lin, el abuelo paterno de Chung, escribía poemas con granos de arroz y
contemplaba el dibujo de las grullas en el cielo y en sesenta y cuatro
hexagramas.
La
raza se entrelaza.
"En
la noche un brazo caliente rompió el hielo. Compartimos juntos un pequeño
cuenco de sopa".
Con
palabras más leves, imagino, y con la pincelada caligráfica que es dote de
poetas del Oriente, habrá dado cuenta Chung del despertar de un sueño que no
era un cuento chino. Pasarían años antes que Castro lanzara el grito y Chung ya
estaría muerto.
*
Sopa
de tortuga
Me
cai del último muro. Rotura de rodilla. Los carbohidratos no curan los huesos.
Si los curan la gelatina que se hace con la sopa de tortuga. Se cuece con
tiempo y sin pausa hasta casi la disolución del quelonio. Es de no creer.
Parece un brebaje alquímico hecho por brujas. Pero no. En la coccion lenta y el
proceso de osmosis entre el liquido del hervor y la sangre fría de la tortuga, está
el secreto.
¡Vaya
paradoja la de la tortuga!
Sorprende
y más aún cuando te enterás de que hay algunas que te comen los dedos como
palitos de caramelos.
Es
tan cerrada que nadie conoce sus capacidades ocultas.
Una
podría haber inferido algo cuando se le escapó al embajador en Buenos Aires y
que Sara era patera, Sarapatera y todos los sábados ( se ) cargaba a algunos
chicos. Sus rodillas lucían impecables.
*
Incomible
El
secreto de la supervivencia es la distancia. Tiene que existir el vacío para la
circulación del aire. Lo cercano se apelmaza como el arroz mal cocido /la cola
mojada del perro entre las patas.
*
Última
foto
A
Mirta Sola
Hay
viento. Los pájaros vuelan como hojas. Hacen círculos en el aire. La gente
camina más rápido. Es por el frío que llegó más tarde a New Orleans. Sobre el
Mississippi flota una linea de bruma. Las palmeras de Canal Street con sus
veredas brillosas son un reflejo de las mil y dos noches.
Soliloquios
de fantasmas o soliloquios de vivos que escuchan música. Hay un tembladeral
bajo sus pies. El mar está cinco metros por encima de la ciudad y “puede
suceder cualquier desastre” cuentan. Lo sobrellevan, tienen expertos
rescatistas.
En
cada ascenso el agua deja la marca en los frentes de las casas y cuando esta
desciende se observan dos coordenadas cruzadas. Es el registro de los equipos
de rescate. En cada uno de los cuatro espacios los equipos escriben el día, la
cantidad de víctimas fatales, la cantidad de mascotas muertas o rescatadas
durante el siniestro. Pero lo que importa es la gente que muere. Un “karma”
topográfico con el que conviven al igual que con la música y los cánticos de
los esclavos de las plantaciones de caña de azúcar. El algodón está más al
norte.
Y
tienen también el jazz que se emparenta con el tango por su origen
prostibulario. Bourbon Street es alegría con bandas de música que comienzan a
tocar temprano a la tarde y hay algo de “carnaval” eterno en sus costumbres. La
ciudad es hermosa, cada fachada una joya, cada balcón una pieza de orfebrería
en hierro.
No
es casual que inversionistas compren propiedades y si atesoran historias de
fantasmas mejor aún. Hay quienes gustan de voces de otros mundos. La esclavitud
es un tema digerido, no existen traumas a la vista y más asombra aquel estado
de cosas a los turistas.
No
hay evidencias de estar a favor o en contra de aquello. Ha pasado mucha agua
por el Mississippi y hay petróleo en sus cercanías y mucho gas que no se toca.
Tienen reserva para casi un siglo mientras se pasean por otros lugares sin
tocar el propio.
New
Orleans tiene algo de vieja elegancia y mucho de gótico por lo umbrio de sus
parques, por atajos arbolados, algo imprevisible por el suelo pantanoso, mucho
de viejas películas y esos largos tranvías como los deseos de un mendigo que no
se cumplen a pesar de tener un billete de un millón de libras que nadie se lo
acepta. ¡Qué gran metáfora!
Mientras,
las palmeras de sus boulevares resisten los huracanes porque son tan salvajes.
No puedo sino entrecruzar a Faulkner, a Twain, asomarme a Otras voces y oámbitos de un Capote menos violento. Si después de
todo, esto es fiesta o el sueño de una fiesta que cuando despertás alguien te
dice que te has comido un dedo humano adentro de una sopa de tortuga sin darte
cuenta. Pero la sopa de la cocina cajun era exquisita y puedo sumar una noche a
las mil y una. Siempre habrá alguna historia para contar de una ciudad que al
más futurista puede despertar asombro.
*
Chico
triste
Un
día cualquiera amanece tarde/ a trasluz era una calavera con sombrero y gafas.
¿Quién
cantaba esa canción tan triste?
Un
muerto por otras circunstancias.
*
Frenchman
Street, New Orleans.
Qué
mal se ve esto. El metano se hace irrespirable. Meta línea meta línea blanca
meta ano a la negrita. Una línea blanca y otra, otra.
Es
el despabilo justo para empezar el día a las 3 P.M., es el olvido del día de
cumplir años.
Parece
resfriado, parece va a mandarse con el movimiento equivocado.
Parece
un renacuajo negro, parece algo subalimentado, parece un perro con sarna,
parece un mono en su jaula.
A
todo se parece menos a un hombre.
No
tendría que haber nacido. Con el aliento cerca prevalece la estética.
*
Lobby
de hotel
Suele
haber un diablo/un dios en los desiertos cuando no se sabe dónde poner un punto
en escribir o para coser la boca de alguien que no para de gritar.
¡Oh,
por qué no vendrá otro alguien para hacerlo!
Justo
no tengo hilo ni aguja.
¿No
habrá sido satisfecha su cuota de necesidad y deseos diarios?
¿Pide
más de la cuenta?
Tal
vez fue un susto o un descubrir que el agua con la tierra hacen barro
y
los zapatos/zapatillas en esas circunstancias se manchan?
En
verdad la persona en cuestión estaba muy nerviosa, muy sacada. Temí que tuviera
un arma. Caminé hacia otro hotel. Sin papel, con algunas palabras, recupero
puntos y preguntas suspensivas también, alguna coma y me puse a escribir este
parte.
Advertencias:
El
afuera puede presentar pequeñas turbulencias
Recomendaciones:
Sometase
a su instinto/ intuición. Use calzado cómodo por eventuales y rápidos
desplazamientos. Si es de los que entregan su integridad a Dios, rece. Ya sea
si está dentro del grupo de los que ven panes en las piedras o en ensoñaciones
caer mana del cielo.
Recomendación
extrema:
Las
pitones comen las ovejas. Apele a la lógica difusa.
*
Distancia
crucero
No
sabe si esa distancia está compuesta por piedras pequeñas que son puntos o un
azul tan abisal que es océano.
No
tiene, no ha tenido ese revelo. Siempre ruega saber, una vez al menos, cuál es
el procedimiento adecuado del registro de esa distancia.
Hay
líneas largas que se han mostrado en un recodo de niebla.
Entre
el impulso de esculcar y un poco de templanza.
Entre
semillas que brotaron sin empeños.
Otras
que lo han hecho con “dedo verde” y el respeto por cierta separación que requieren las plantas.
Quedó
atrapado en concepciones románticas.
Pero
aquella está pendiente.