El
sillón
Recuerdo
aquella vez
que
la terapeuta
me
preguntó
si
existía un lugar
donde
me sintiese seguro
Sin
dudar, exclamé:
“En
el amplio sillón de mi casa,
rodeado
de las sonrisas
de
mis amigos,
es
el sitio donde me siento
más
seguro”.
II
Escribir
en ese sillón, ahora
Podría
decir
que
muchas veces
miro
el mundo desde aquí:
la
inmensidad
cercana
del cielo
que
irrumpe en el balcón,
los
distintos destellos
que
van acompasando
el
transcurrir de las horas,
el
avance de los autos
y
las conversaciones
caminantes
de mis vecinos.
III
El
mundo,
en
su vastedad,
luce
pequeño
desde
aquí
Sin
embargo, el sillón
no
sabe mucho de esto
Su
misión es más pueril
y
además ardua:
reestablecer
las relaciones
entre
ese mundo y yo.
IV
Guarecido
en
su comodidad
–varios
amigos
me
han ofrecido comprarlo–,
son
muchos los pensamientos
que
evaden su cometido
Tal
vez
en
ese gesto
entre
casual y marcial
–al
fin de cuentas,
el
sillón está obligado
al
tutelaje de mi persona–,
se
pueda medir
el
calibre de su solidaridad,
el
mérito de su compromiso
Sabe
que
su disposición innata
privilegiará
el
fluir del tiempo.
V
Si vuelvo a él
es
para arroparme
en
la memoria
de
mis amigos,
sus
voces,
sus
respuestas sagaces,
sus
comentarios beligerantes,
sus
aires de franqueza,
sin
otro fin
que
devolverle a la casa
su
infinita tarea doméstica
de
protegernos.
VI
Me
sumerjo
en
su piel ladina
–un
cuerpo que se arroja
en
otro cuerpo–
para
valorar las palabras
de
mis amigos,
la
constatación
de
una vanidad
dulce
y chocante,
esa
que enarbola
la
fragilidad
como
puente
a
tener una vida.
Refugio
¿Ni la menor
intención
tiene la vida
de refugiarse
bajo un techo
de quietud
y reposo?
Da puntadas
con su displicencia
matinal
y se burla
de todo,
sin ser
consciente
en los embrollos
en que
nos sume.
El hambre del drama
Como las cenizas
de otro cigarrillo
que se consume,
el drama
tiene hambre
y anhela
sentarse
en nuestra mesa.
Sólo el transcurrir
Sólo
el transcurrir
solapado
del tiempo,
abriendo
grietas
donde antes
había
tierra fértil
¿A quién no
le encantaría
diferir
la capacidad
que posee
el cuerpo
en adaptarse
a la ciénaga
del dolor?
Sólo
el transcurrir
solapado
del tiempo.
Poemas tomados del libro El sillón y la cama, de pronta aparición en Caleta Olivia.