1.9.19

Más cerca, por Mauro Haddad




II

No podría explicarlo,
pero lo miro
y pienso así:
este mar es anterior a la naturaleza.


VI

Cinco chicos saltan desde el puente al agua.
Son felices: hacen lo que temían hacer.


XIII

La arena que había imaginado
es esta.

Escupo sobre ella la sal del mar.


XXI

El silencio de las calles
es igual al sol
o al viento.

Ninguno es en realidad
necesario para mí.


XXIV

Vi a Dios:
abrazaba a una mujer
en una fotografía en México,
en la década de mil novecientos y veinte.

Ella vestía de blanco.


XXV

Media hora limpia para estar sentado
y escribir.

Intento ver:
las líneas de mi mano,
dos personas a lo lejos.

No hay nada por encima de lo que hay.


XXVIII

Recuerdo todo lo que hice hoy:
caminé,
tomé agua,
comí y nadé en el mar.

No fumé,
no hablé con nadie.


XXIX

La luna en el cielo:
ella me usa para conocerse.


XXXI

Barrio de Santa Teresa,
veintidós y treinta horas:
escucho más de lo que hablo.


XXXV

El rumor de la vida profunda.

Lo escucho.


XXXVI

Dilapido mis energías pensando.


XXXVII

Leer en este idioma es lo más parecido a olvidarme de mí.


XXXVIII

La confirmación del estereotipo de una lengua erótica.
El calor de una mujer a la que ayudé sin pérdida de momento.
La sonrisa de un hombre al que no escuché en vano.

Y muchas cosas más
(pequeñas dosis de riesgo imaginado)
muchas cosas menos.


XXXIX

Río de Janeiro era en definitiva
lo que había venido a buscar:

un lugar desconocido
                    más allá del placer
y la ilusión de la libertad absoluta
al caminar por las calles.