13.12.18

Mariposa, por Denise Koziura Trofa





Todo esto me recuerda aquella vez que quise atrapar una mariposa. Tendría unos cuatro años. En cuanto la visualicé entre las flores corrí dentro de la casa para buscar con qué atraparla. Encontré el frasco transparente de un yogur que acababa de comer, y la esperé paciente hasta que dejó de revolotear por ahí. La agarré cuando se posó sobre la alegría del hogar. Volví a meterme dentro, contenta, pero tardé menos de un segundo en reparar sobre lo que había hecho. Las alas estaban pegoteadas entre los restos de yogur, el bicho estaba inmóvil contra uno de los costados del frasco, como aceptando lo inminente. Mis esfuerzos por deshacer lo que había hecho, le pusieron fin a su existencia. Sin saber qué otra cosa hacer, le extendí el recipiente a mi mamá. Todo aquello me produjo una sensación en el pecho, que entonces fue nueva. Todavía no puedo sacarme de la mente esas alas embarradas contra el frasco, en un pastiche naranja, negro y blanco…
¿Aquellos hombres eran capaces de sentir algo como eso?
Imagino que no.