Es
extraordinario cómo no existís,
cuando
he sido ensamblada y puesta en marcha con
tubos
esponjosos específicos para parir. Al menos
sería
preferible hacer brotar un hijo,
como
pétalos emergiendo desde el centro.
Me
disculpo profusamente con vos,
pero
estoy satisfecha en mi egoísmo y
mi
amor por esta muchacha que he creado.
Hoy
observé a las abejas alimentarse,
la
mezcla perfecta de peligro y música y frenesí,
y
sentí que yo también podía revolotear y maniobrar.
Supongo
que me recordaron a vos:
tu
paso a tropezones, tu modo ausente de mamar,
tu
mera adisión al enjambre.
Serías
una larva rechoncha en una madreselva,
si
llegaras a ser algo, pero no vas a
ser.
Es algo que he decidido.
Hay
una cantidad limitada de vida; tomaré
dos
raciones. El pétalo y el pistilo.
Y
por qué no el cáliz. La habilidad de compartir es mítica,
como
vos, y ¿quién necesita otra criatura,
otro
monstruo marino? Si ya tengo
mi
escoliosis en la espalda; tengo mis huesos
por debajo y por encima de la piel
llena
de la cantidad ideal de personas:
Una.
¿Cómo podría traer un hijo a este mundo
si
lo quiero todo para mí?
La
vida -llena de amor, flores, et al.- es ese derecho.
Lo
lamento por mí, seguro. Pero sobre todo, abejita,
lo
lamento por vos.