1.8.16

Instantáneas, por Milton Rodríguez



 E N

dónde quedó

esa última

serenidad?


Dónde habrá 
          
estado

la palabra

que dijo,

descuidada,

acaso sin saber,

que era la que faltaba?



 C A L L E

La calle murmura.
       
El polvo es

como un levantarse de brisas.


Las hojas,

acostumbradas a tanto,

se juntan en el cordón,

empujando y mezclando arenas,

semillas,

pedazos de piel.


El vino se hace acuoso

al baldear,

mezclado con rayos

y el ruido

de una persona

que llora.


Cincuenta metros,

setecientas baldosas.


Será el tiempo,

otra vez,

arruinando el fracaso? 



 S A N    N I C O L A S

Un gato manso
me mira
con ojos estrellados.
Me sigue por el salón grande
hacia las mesas.

Me siento
y se endereza,
apoyándose
en mi pierna.
Lo acaricio
y cuando dejo de hacerlo,
me pide más,
con la mirada.

Al no usar el lenguaje,
pide afecto,
de otro modo,
quizás sin darse cuenta.


¿Adónde irás cuando seas polvo de hueso escalonado en la tierra?



 L O B O S

Hay un hombre,
un pedazo de fuego
que devora la madera.

El frente del edificio
se desmorona;
la gente empujada por los bomberos,
y la manguera que pide espacio.

Humo azufrado
calentando con el reflejo.
Corridas entre pedazos de telas.

El cielo baja a las cenizas. 



 N A V A R R O

En el viento del pueblo,
ya ni la gente cree
en lo que se dice,
en las historias
que siempre cuentan.


Violencia de tierra destajada.
Arboles apechugados
que caen,
un zumbar de golondrina
que se pierde.



 Y O G A

No soy más que uno en sí.
El mi mismo quien trata
de meditar en el fondo del salón.

Se trata de hacer una asana,
de un olvido de la conciencia,
del cesar.

En la contienda de los pueblos
todavía hay gente que cree en la paz.

Cuando mucho se destroza,
aparece un color naranja,
un mantra,
para ver si después del exterminio,
Buda sigue sentado.



 L A   C A S A   Q U E   FUE

¿Dónde están las luces,
los recuerdos,
el libro de Enrique
del estante quebrado?

¿A qué silencio
se llevaron el tedio,
los pedidos?

¿Qué pudo haber pasado
así,
que por ir buscando su voz,
en la hondura,
la maldita sombra
terminó llorando?



 P  A  R  E  J  A

Era la mudez que,
de pronto
los dejó paralizados.

Cada uno recordando su historia,
viviendo del pasado.
Ahora no hay nada.

Ni emoción,
ni suavidad;
siquiera el brazo extendido
hacia el anhelo.

No quiere vivir su agonía.



 E S E   L U G A R

El vino pregunta en la sombra
de la bodega.
En el estirado espacio que
llega hasta el fondo.

Entre tanto,
la gente camina,
y se mezclan
las estaciones del tinto.

El mosto lo había ayudado a crecer.

Antes,
como  el fantasma que va hilando por las hileras,
desconociendo el destino que le podía llegar a tocar,
si en la mesa del domingo,
o sobre el mostrador del boliche,
acompañando la pena.

Peregrinó de un lugar a otro,
igual que su padre.

Es una mezcla de tiempos.