Un hueco en el cantero
Esta mañana algo pesaba sobre mi
costado. Un ardor, un hueco…
Era algo inidentificable incluso
pudiera ser un cosquilleo.
Salí temprano y caminé varias cuadras.
De una avenida seguí hacia una calle medio desierta decorada con un cantero de
piedra laja rebosante de plantas. Cuando llegó a este punto de contar la
experiencia, la escritura se detuvo y además de lo que sentía se sumó el
desasosiego de la página blanca, las “divinidades blancas” de una llanura que
está muy lejos. Era demasiado en ese cuarto pequeño de hotel
francés y además lo que quiero contar no tiene nada de extraordinario.
Envío un mensaje a HB, un amigo avezado en estas
cuestiones. Él escribe y es filosófico, pero no sabía que diera diagnósticos
médicos a la distancia. Me dice que es otro aprendizaje que le viene de la
meditación y cada tanto levita. Para él pueden ser síntomas de una enfermedad y
las asociaciones, que realizó en segundos, parecían las de un algoritmo
especializado.
Casi una catástrofe.
Por suerte en este caso el algoritmo
estuvo equivocado Y retomé la escritura sin descartar que la conversación pudo
ayudar porque escribir también es una coralidad aun cuando las otras voces
estén ocultas. Pero dejamos aquí para no incurrir en teorías literarias. De
todas formas, le digo a otra persona amiga, después de leer su publicación en
este blog, lo bueno que estaría viajar y grabar testimonios de la gente,
diseñar un poco “la maqueta” o la reconstrucción con cientos de autores
anónimos. Nace un libro, una obra homérica.
Con este tema y dilema, el ardor, el
hueco o lo que fuera seguía como una extensión de mi cuerpo. Al mirar de cerca
ese abigarrado de hojas, en el cantero descubrí espacio en un ángulo. Si
hiciera la descripción geométrica era lo más semejante a un cilindro de tierra
vacío.
Me di cuenta de que lo que sentía en mi
costado hacia minutos había desaparecido y de cierta angustia pasé a una
curiosidad hiperbólica. Sentí que lo que ya no tenía era ese hueco oscuro por
contraste con el verde de las hojas. Ese espacio era el lugar de algo truncado
en el inicio. Sea por debilidad o por engendro. Tomé un puñado de tierra y tapé
con apuro el hueco que deslucía en el conjunto. Mis zapatillas mostraban
manchas y las uñas estaban ennegrecidas por mover tierra. No había agua cerca.
Pedí al viento por ella y por si fuera insuficiente mojé con saliva.
Entre la brisa que movía las hojas y
dos chicos que hacían cabriolas con sus bicicletas el espacio quieto comenzó a
moverse. Me alejé del lugar con el deseo de que allí renaciera alguna hoja.
En una vereda frente a un taller de
carpintería vi a un artesano en tarea de reparar sillas rotas: los respaldos no
eran los mismos de antes, al igual que los asientos y los travesaños. La escena
me llevó a deshacer un anhelo de crepúsculo. Cuanto más miraba el ceño
fruncido, las manos en lucha con martillos y la camisa sudorosa, algo
providencial me unía al hombre. Quizá la lucidez de una metáfora.
Justo el
Día de la Pachamama
“Sigamos”
dice J.
“Preparar
tus cosas y empacarlas” Para ir... ¿a dónde?
Prever
el destino de viaje y sobre todo por el
clima. ¿Por qué? pregunta Alicia.
¡Vamos
al grano! Científicos de la Universidad de York y The London School of Economics
anunciaron que en el planeta aparecieron dos nuevas estaciones. Una síncopa en
la música tradicional de las cuatro estaciones. La irrupción de dos fenómenos:
la niebla y la basura alteran el ritmo de la naturaleza. No es espontáneo. La
mano del hombre es la responsable. La estación
de la niebla se observa en Indonesia, Malasia e India cuando queman los
residuos de cultivos.
En Bali
la estación de la basura es de
diciembre a marzo y los vientos monzónicos arrastran residuos hacia las costas.
Países a los que afecta: Filipinas, Tailandia y Estados Unidos.
Registrar los lugares y meses para que los
fenómenos no sean obstáculos de tu viaje. Hace tiempo que hay señales del
estrés climático. Más allá de ciertas contriciones espasmódicas, las cosas se toman
con toda naturalidad como el caso de El
bigote de Emmanuel Carrère .
“Credo
quia absurdum” dice un amigo emulando a Tertuliano. No lo dice por los
fenómenos expuestos sino por la sinrazón del hombre en la falta de cuidado del
lugar que habita. Elon Musk lo previene. Quiere construir estaciones en el
espacio porque dentro de 8 millones de años la Tierra será inhabitable por el fuego del sol. Un hombre previsor con
todas las letras. Resulta gracioso de tan “ Cómo
decirlo” pregunta Samuel Beckett.