9.10.24

Over there, por Cecilia Bainotto

De entre todos las bestias que en mi cuerpo lucharon contra mi alma acabó por triunfar el cerdo”

                                                                                                                     José María Pacheco

 

 

ESTÁS SUCIO...

 

Se ensucia el lenguaje. Y está bien como forma de rebelión. Después de todo es así en el wáter closet o inodoro, la oxidación en el proceso de combustión es inevitable: luz y calor juntos. “Venga esa mano pajera” dice Rodolfo Walsh en su relato “Fotos”

Aunque percibo, sobre todo en los masculinos, que la irreverencia tiene un límite.

 

El límite, la característica o cualidad de hombre activo con abundancia de semen que tira para los cuatro puntos cardinales. Incluida la mecánica biológica para que ese flujo salte y salpique lo más posible. En soledad o en compañía. Es así la estética en palabras que deriva a una imagen de casi super héroe que podría vivir de la venta de sus alaridos en los laboratorios.

 

Y decía de los límites... no se sobrepasan. La retracción es evidente. Nadie osa, todavía, describirse todo orinado, todo cagado y abundar en detalles de lo que supone esa urgencia de los pantalones con doble peso. Nadie se saca el pañal con la oxidación fétida y amarronada. Son muy pocos, por no decir solo uno, que se bambolea con el pucho enhiesto y se mete en la ducha para limpiarse o en el bidet en último caso. La irreverencia también es estética. El semen es encomiástico no así la caca (debería serlo porque expulsa toxinas del cuerpo).

 

 

 

EL CIRCO

 

La última vez que concurrí al circo fui a ver un espectáculo de magia. Un circo de diez pistas transparentes y de colores, que giraban reflejando imágenes sobre las lonas de la instalación. Alguien me había dicho que ingresar allí (o tal vez lo leí) costaba la razón. La razón, esa capacidad que una cree nunca se pierde.

A cada asistente, en la entrada, nos convidaban con una copa de “elixir maravilloso”, así lo anunciaban, dorado y con burbujas transparentes que sobrevolaban la copa. Bueno, lo probé y era té y las burbujas eran las que se hacen en cualquier líquido, chiquitas y mezquinas. “Una broma” pensé.

Está bien, después de todo es circo, es magia y luego se produce el milagro de lo evanescente, de lo maravilloso y ansiado.

Ingresamos a la carpa en orden. Unas lindas señoritas vestidas con saco sastre y por pantalón medias negras, que se cortaban en la mitad de la pierna y botas de tacos, nos guiaban para la ubicación. 

Nada que objetar, impecables en correspondencia con un circo de Total Quality.

Me siento en la butaca y en segundos, mi oído comenzó a escuchar un ruidito en el asiento que al finalizar me catapultó al piso, tan desvencijada como la butaca. Miré alrededor y casi todos estábamos en idéntica posición. Muchos reptando por el piso buscando sus zapatos y otras pertenencias. Y reíamos como tontos. Sucede, cuando no hay nada por decir o la cosa te toma de sorpresa. Las señoritas se acercaron solícitas, con esas caras programadas para sonreír, aún ante las catástrofes.

Creo que algo no funcionaba bien en ese circo. Soy ansiosa, lo reconozco, y no tengo mucha paciencia.

“Ya viene lo mejor, ya viene la magia” –pensé– cuando los magos, con su séquito de ayudantes y bártulos, colmaban las pistas del circo.

Una música barroca acarició mis oídos, si... Bach, inconfundible en sus Preludios que en realidad fue una fuga de sonido porque todo quedó en silencio.

–Shhh... parece que comienza en serio –escuché que alguien murmuraba cerca de mí.

Y comenzó la magia, un bello y conocido truco con palomas en una de las pistas, otro de conejos también muy visto, el del billete flotante salió bien, algunos tuvieron que repetirse y del resto, mejor ni hablar. Todos equivocados.

En ese momento, las señoritas solícitas casi volaban con bandejas repletas de panes para repartir entre el público.

–¿Acaso no lo sabías? –me preguntó con la mirada una de ellas.

–Claro –mis ojos entre la angustia y la ira no dejaban de mirar el Pan–.Lo sabía y lo sé.

Creo que me puse verde. Le arrojé una andanada de improperios que estrujó su cara de papel de regalo.

 

 

 

PING PONG PARA UNA REVISTA

 

¿Qué edad tiene?

Empecemos por enero que es el primer mes del año.

¿Estudios realizados?

Caminé durante años para ver el majestuoso monumento pero cuando llegué estaba cerrado.

Trabajos anteriores.

Siempre me gustó la limpieza, “Seguridad e Higiene” por profilaxis.

¿Idiomas?

Me mordí la lengua con “Tres tristes tigres, tragaban trigo en un trigal, en tres tristes trastos...

¿Preferencias, hobbies?

–Las esquinas son sorpresivas.

¿Sus cualidades?

Hace tiempo extravié una cartera, anteojos y no dije nada.

¿Sus defectos?

Una caja con monedas que a esta altura no valen nada.

¿Qué es lo primero que ve en las personas?

Muchas capas, no se oyen los latidos.

¿Qué es lo que no le perdona a una amiga o amigo?

No tiene mucha importancia. Cada tanto el reloj se detiene.

¿Le gusta leer?

Hacer crucigramas y formar sintagmas es mi pasión.

¿El cine?

El PPP de la mano que abre una puerta en la oscuridad.

¿La escultura?

Me impresiona cuando me corren los burgueses de Calais.

¿La fotografía?

El ojo espera demasiado, es impaciente.

¿La música?

¡Ah! con la Música a otra parte.

Defínase en pocas palabras.

Présteme las suyas por favor.

No puedo.

¿Acaso creyó que a esta entrevista la arreglaba con tan poco?

En segundos, y con un denuedo de dedos, el entrevistado eliminó para él y el entrevistador todo lo que había escrito.

 

 

 

ALGO MAS SE VE POR AHI

 

Orlan, la ya citada, es una artista multimediática nacida en Francia en 1947. Expone y atraviesa límites con intervenciones sobre el propio cuerpo y la presencia   de cirujanos en cada exhibición. Es un arte carnal –así lo define en el que ese conjunto de órganos puede devenir en biología sostenida por ortopedias que se renuevan. O en amputaciones como grito herético. El “body art” es un estadio casi ingenuo en Orlan.

El cuerpo es el lienzo que muestra su arte. El marco del lienzo es mutable. Con música de fondo, el cuerpo sangra por la disección con bisturí y Orlan sonríe para la transmisión vía satélite. ¿Una recreación futurística de Freaks? ¿Un Frankenstein al que le cayó la ficha de Isaac Azimov o la de las últimas tecnologías y sustancias que invaden el cuerpo?

El cerebro dirige la carne maleable, qué hacer con él y por qué. En el caso de Orlan una suerte de “harakiri” que se mantiene en el tiempo pero que no llega al final en los términos que plantea el sacrificio japonés.

Cada escena es una reacción a las vejaciones que otros han provocado en el cuerpo de las mujeres, cada escena es una mimesis con personajes de la historia que la artista elige.

¿Arte cómo todo aquello que se puede representar, “yo” mediado por el cuerpo/alma donde se aloja?  Ontología envuelta en la carne que se muestra sin analogías. Tan desnuda como una construcción permanente y que  no se habita de la misma forma.