13.2.21

Pulp, por Francisco Garamona

 

Era una novela barata

donde el tiempo volaba

y también dolía

dejando sobre la cara

la marca de una cicatriz.

Como un amuleto sucio

que colgaba del cuello,

como un diente de tigre

listo para el desgarro.

En sus páginas caía

la tarde sobre los barrios bajos

y en una cordillera de edificios

empezaban a prender la luz.

Él estaba en un retén

controlando unos autos,

porque tenía el dato

de que se iba a hacer

una gran operación.

Claro, un informante

había cantado...

Era un policía de narcóticos

en Mozambique y también

un adicto en Kenia.

Era un drogadicto y un agente.

Sí, lo era, dos personas,

pero que inexplicablemente

eran solo una...

Porque era un ser que alternaba

entre dos dimensiones,

acaso puramente humanas,

habitando dos cuerpos

llenos de odio y fracaso.

Uno se tomaba la fiebre

con un hueso de gallina,

esperando su dosis de veneno,

digámoslo sin asco.

Tenía hijos y vivía en un rancho.

Pero cuando era el otro lo hacía

en un edifico nuevo

de la zona del puerto

desde donde miraba paranoico

esa parte de la ciudad.

No podía dormir, estaba loco.

Había hecho negocios

que salieron mal con gente

del hampa más pesada

que ahora lo buscaba

para matarlo.

¿Y cuando él muriera,

moriría el otro también?

No era seguro, pero igual

muy probable...

Era un policía de narcóticos

en Mozambique y también

un adicto en Kenia,

que se escondía entre bolsas

de basura de las negras, grandes,

para drogarse, lejos de su familia.

 

 

Tomado de: Francisco Garamona, Tener un amor, Ediciones Arroyo, Santa Fe, 2020.