JFP: ¿Qué recuerdos tenés de tu infancia?
MA: Tengo
recuerdos nítidos, como si no hubiera pasado casi el tiempo, otros de los que
apenas me acuerdo de algo (una imagen, una sensación), y recuerdos que me
parece que inconscientemente reconstruyo y “edito” con ficción. Recuerdo más hechos felices que tristes. Eso seguramente se debe a que desde
hace varios años trato de no recordar aquello que me entristece, entonces me
voy olvidando. Y solo quedan sensaciones: el malestar general en el
departamento de la calle French, por ejemplo. En cambio recuerdo innumerables
anécdotas de los veranos en la quinta familiar, en las afueras del Suburbio.
Las recuerdo casi como aventuras, porque casi lo fueron.
JFP: ¿Cuáles fueron tus primeras lecturas?
MA: No
me acuerdo… Platero y yo, de Juan
Ramón Jiménez.
JFP: ¿Por qué te gusta tanto Balzac?
MA: Porque
es el escritor que muestra el mundo más contundente, y a la vez, el más
dinámico y movedizo posible. Se mete dentro del ente y escribe. Me parece.
JFP: ¿Te gusta el tango?
MA: No
escucho tango salvo que esté en un lugar donde se escuche tango, que no es
habitual en mí. Me aburre que todos los tangos sean parecidos, exceptuando a
las letras, claro. Pero a las letras no les doy mucha bolilla, no me atraen, se
quedaron en el tiempo, como el fileteado porteño. Lo único que me une al tango
es un sentimiento de argentinidad, sentimiento nacionalista que ideológicamente
combato. Si hablamos de Astor Piazzolla, es otra cosa. Me gusta su música, pero
él es un compositor de música, no de género.
JFP: ¿Por qué no te gustan las letras de las canciones del rock nacional? ¿Hay excepciones?
JFP: ¿Por qué no te gustan las letras de las canciones del rock nacional? ¿Hay excepciones?
MA: Por
ahí me preguntás sobre el rock nacional porque las letras son en castellano.
Como las entiendo, muchas no me gustan. De las canciones en inglés u otro
idioma (sé solo castellano), no me doy cuenta de las boludeces que dicen. Me
gustan letras de Virus, Los Redondos, Paula
Trama, Moris, Charly y de muchos otros compositores y compositoras. De
cualquier forma, soy de tararear estrofas más que de recordar o tomarme el
trabajo de leer canciones de rock.
JFP: ¿Qué lugar ocupa el humor en tu escritura? ¿Es algo premeditado o surge de manera espontánea?
MA: ¡Ojalá
tuviera el timming para escibir humor! Quizás vos estás pensando en esa especie
de ingenuidad que se puede notar en mi escritura, que choca con algún pasaje o
nudo muy racional y por eso no se sabe bien qué onda el texto. Puede ser que
aparezca en algún punto el humor, pero busco en realidad novedades que surjan
del choque de los opuestos, (Heráclito y Parménides nos dieron a Platón). A
veces la salida inesperada de un razonamiento duro es considerada chiste. “Cuando
el coche frena/nos vamos para adelante,/y eso que sabíamos”.
JFP: ¿Cuál es tu lugar para escribir? ¿Y tu momento?
MA: Como
norma: siempre y donde sea que tenga ganas. Mayoritariamente escribo en mi
computadora, en mi escritorio, que está en mi habitación. Y siempre llevo
conmigo una libreta y una birome.
JFP: En tu poema “Escribo para que avance el tiempo”, hiciste una larga enumeración de razones por las que escribís. ¿Por qué razones no escribirías?
JFP: En tu poema “Escribo para que avance el tiempo”, hiciste una larga enumeración de razones por las que escribís. ¿Por qué razones no escribirías?
MA: Cuando
no tengo ganas no escribo.
JFP: Alguna vez dijiste: «Siempre voy a preferir un irregular poema indagatorio a otro “prolijo poema” redondo.» ¿Seguís pensando así? ¿Podrías desplegar un poco esa idea de lo “interrogatorio” en oposición a lo “redondo”?
MA: Siempre
la ficción tiene cabos sueltos. Quien me quiera convencer de que su ficción
logra un acabado total me está chamuyando. Solamente en la naturaleza todo está
relacionado con todo. En la ficción nosotros tenemos que escribir las
relaciones que queramos, más las que nos salen sin darnos cuenta. Y tenemos que
saber que el lector hará en su lectura nuevas relaciones. Recién ahí un texto está
terminado, a partir de esa red imposible de análisis.
Yo
escribo impulsado por algo e impulsando algo, no me fijo tanto en el resultado.
JFP: Mientras que en libros como Fumo o La confusión, incluso en 84 horas de Nürburgring, me parece encontrar un ensueño de totalidad o de precisión, quizás, la posibilidad de contarlo todo, en tus poemas creo que hay algo que nunca está del todo dicho, algo como voluntariamente recortado o mostrado a medias, algo insinuado o apenas esbozado. Claro que libros como El ducaner ultante, Zapping o Espantajo de cañamal son libros de poemas escritos en prosa. Pero, ¿vos ves así esta diferencia que yo encuentro entre tus libros de prosa no poética, por decirlo así, y tus libros de poemas? ¿Qué diferencias encontrás, si es que ves alguna, entre tus libros de poemas y tus libros escritos en prosa?
MA: Me
parece que mejor que buscar diferencias entre prosa y verso, podríamos hablar
de singularidades de lo escrito. Y como cada texto que escribo intento que sea
singular, me desentiendo de pensar si es novela o poema u otra cosa. Tampoco
escribo siguiendo normas de versificación, de desarrollos narrativos, de nada.
JFP: ¿Qué te importa hoy cuando leés a un autor contemporáneo?
MA: Tiene
que ser un descubrimiento, si no no me importa.
JFP: ¿Qué
tiene que tener un libro de poemas para que te interese?
MA: Que
me impacte, claro.
JFP: ¿Te releés?
MA: A
veces algunas cosas releo. Trato de escribir lo que me gustaría leer. Entonces
si ese intento se aproxima en algo a lo que me gustaría, es normal que quiera leerme.
Otros textos los leo para seguir pensando en algo determinado.
JFP: ¿Cómo
definís lo raro?
MA: Lo
raro en un texto es como las ruedas en un auto, o como el despegue del cohete.
Después hay que ver cómo resiste el tiempo.
JFP: ¿Qué
te llevó a experimentar con la escultura?
MA: La
casualidad: viví un tiempo, en 1996, en un enorme taller industrial
semiabandonado. Al mismo tiempo estaba realizando experimentos con alambre y
cinta scotch. Se me ocurrió una idea mecánica que concreté finalmente con
hierros y máquinas del taller.
JFP: ¿Cómo fue el proceso de composición de la música de La tiranía del ritmo?
MA: Empezó
hace 28 años, con Los argentinos a la
caza del cerdo mayor, una banda que tuve durante más de 10 años con un
amigo, Carlos Sibilla. Éramos dos guitarras y dos voces, pasadas las cuatro por
un distorsionador nacional viejo y roto, y saturado. Alguien dijo que nuestra
música era post-industrial. Carlos sabía tocar la guitarra, así que alguna
“armonía” tirábamos, pero casi no se notaba. La única nota que sabía (y sé)
tocar en la guitarra es el MI. Y voy corriendo de trastes la misma posición de
los dedos. La cuestión está mayormente enfocada en la mano derecha, que rasga
las cuerdas de infinitas maneras.
Vengo
tocando el “MI deslizándose” desde entonces. Hace alrededor de cinco años
empecé a componer canciones de esa manera, a las que llamo La tiranía del
ritmo. Recientemente edité el primer EP de La tiranía, que suma sonido nasal.
JFP: ¿Cuándo dibujás?
MA: Casi
nunca. Dibujo bocetos de estructuras de madera, planos rústicos y algún queotro garabato, normalmente. Pero dibujar, lo hago poco.
JFP: ¿Qué te escandaliza de la coyuntura social?
MA: No
soy de escandalizarme. Estoy al tanto, pienso y me llega la realidad social, de
diferentes maneras. La gente que siempre quiere tener la razón me parece
insoportable. Porque además, cuando tiene poder, impone sus razones sin
importarle nada. Trato de no estar con ese tipo de personas.
JFP: ¿Qué gritarías en un acantilado para que hiciera eco?
MA: Tocaría
la guitarra, una criolla.
JFP: ¿Cuáles son esos discos o esos artistas que a lo largo de los años siempre volviste a escuchar?
MA: A
todas y todos. Cada tanto vuelvo a escuchar un tema, un disco, algo en vivo…
JFP: ¿Tenés buena memoria?
MA: No
sé si eso se puede medir; ¿buena o mala memoria? Los vivos tienen buena o mala memoria según su conveniencia.
JFP: ¿Qué es lo que más te gusta del verano?
MA: Las
vacaciones. Es cuando me puedo ir a Mina Clavero o a San Clemente o a cualquier
otro lugar. A los dos primeros los repito porque son donde mejor me siento. La
ciudad agobia un poco. Mi ideal sería 9 meses en la ciudad, trabajando, 2 meses
en Mina Clavero caminando por las sierras y metiéndome en los ríos, y 1 mes en
San Clemente fuera de temporada, en una habitación de hotel frente al mar.
JFP: ¿Qué lugar ocupa la amistad en tu vida?
MA: Muy
importante.
JFP: ¿Te considerás una persona ansiosa?
MA: Sí,
sin dudas. Aunque nunca tomé ansiolíticos. Pero no puedo dejar de fumar.
JFP: ¿Qué proyectos literarios tenés?
JFP: Hoy
ninguno.