19.7.14

Dromedarios, por Sergio Rienzi




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Intersticios.
Parapetos.
Construir diques que se puedan derrumbar,
noches enjutas, deshilachadas, cejijuntas.
Nubes como manchas de humedad,
nubes como hematomas o moretones de lo azul del cielo,
incrustaciones.
Nubes cetáceas.
Arribeños al 1355: esperar que llueva, bajo techo.


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Y decía ese cineasta
italiano fracasado y perdido,
que “cuando tenemos
un cuerpo queremos escribir
en cualquier lado menos en la piel” –


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ZONA DE CAZA:
el plegamiento
de las ramas en la periferia,
calle Gavilán de la corteza cerebral
de los árboles insiste, tiene que insistir:
la escoliosis en el núcleo,
la falta de sol,
las protuberancias en el centro ,
los espejismos de luz:
esos árboles levantan las ramas
como brazos,
como tentáculos del cielo,
viven allá arriba,
son mutaciones del paisaje,
errores sutiles de la naturaleza de ayer,
es un volver el pasado al futuro
de un tirón,
calle Gavilán escuchame un segundo mas:
acá en esta cuadra nació un tal Savino,
y ahora habrá que hacerse una casa
arriba de ese árbol oblicuo:
te paso la dirección exacta, escuchame bien:
Gavilán al 15, cualquiera de esos dos de ahí.

Entonces las ramas
se enredan a veces como rulos de mujer
no se pueden plegar, mundo animal,
el poema no se puede plegar
TAMPOCO
se resiste a la moda del haiku matinal,
se hace espeso,
follaje espeso
duro hueso el roer,
uno se adensa ahí,
uno se construye
la casa tibia en el árbol
ahí
porque se es invierno:
la línea de fuga
y el ángulo de tiro
no existen
ahí
arriba en la casa del árbol por venir,
pensar que ahí nació un Savino,
y alguien escribe la serie de árboles Dromedarios.


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Un pliegue y otro pliegue
Y la cosa
se va descascarando sola.


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Nubarrones negros como mechones oscuros
se acomodan
en las butacas libres del cielo,
mientras el sol hace su descargo en la tarde.
Merodean mosquitos y moscardones
de colores,
suena una guitarra
que se perdió en el tiempo.


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El revistero, el pan de campo,
la luz del día entrando
al bar tan oblicua que es imposible
que sean las diez de la mañana:
contorsionismo de la luz.


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La proa
de un edificio
con el hocico del sol por atrás
le da ese aire de maqueta tibia anti-sismos.


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Detrás mío retaguardia de bar:
una heladera murmura cosas
en lenguaje-heladera:
cronología fría,
anuario de las horas,
nueve y media de la noche
misma
en bar de Medrano al.
Ventanales a la calle de hoynoche
sin mazmorras
y sin pliegues,
sin la aguja filosa del tiempo:
cortado jarrito, noche longeva, sonajero de café.


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Paloma aletea temprano
en la calle transpirada por la humedad,
salta el cordón de la vereda
como si fuera un tranquera.


Junio 2014