7.1.25

Tránsitos, por Cecilia Bainotto

  

A Horacio Bonaparte

 

“... Lo que hay detrás de los ojos, no los cuencos vacíos…allá cambia la piel de la decrepitud… Energía pura amiga y que le vaya bien con este deseo mío” H.B.

 

 

Cuando te perdés en una ciudad desconocida puede ser un viaje en el tren fantasma o una vuelta al mundo con estrellas. Hacia adelante, hacia atrás, mirás a un costado y hacia el otro. La respiración pesa en el apuro de pasos. Lo extraño en acecho desde una esquina, homeless con frazadas sobre sus espaldas y mugre, a tres minutos de distancia. Los aguantaderos abren la puerta y salen espásticos e invertebrados. El paisaje es inquietante y hasta la luna como pendiente de nácar no tiene alabanzas. No circula un taxi, poca gente en las calles y esta criolla sin saber cómo hacer para regresar al hotel. “What bus can I take to Columbus Avenue? Please speak slowly because…”. “¿No es esto lo que estabas buscando acaso? ¿No era el incidente para probar tus nervios? ¿No es parte de querer mudarse hacia otro lugar así estés a cien kilómetros de distancia? No te quejes”.

El tranvía ha quedado varado, no pasará otro por el atropello a un ciclista. Camino, hago que me entretengo mirando vidrieras. 19:30 hs. es de noche y todo se va cerrando. Aparece una persona rezagada desde un negocio que baja sus persianas. Es Rosita con Jano, su esposo. “Argentina?” pregunta cuando busco la confirmación del recorrido de la línea de “bus” de la que me ha informado otra persona.

La mujer me cuenta que es chilena y vive hace años en San Francisco. El centro de entretenimientos en ese parque desconocido se desplaza mágicamente. Caminan conmigo hasta la parada de la Línea 38 que está a dos cuadras. Rosita me alerta que no debería andar sola por ese tramo de Market Street durante la noche. Es insegura. Y me señala con la mirada algunos antros, más de los que había registrado. San Francisco ya no es lo que era. Me cuenta cosas de “la ciudad santuario” y lo que la gente espera en California con el cambio de gobierno. “Aquí, allá y aculla” y “es la economía, estúpido” los conforma. No importa quien asuma si aquella funciona. El día siguiente se celebra Thanksgiving y la ciudad es un alboroto de luces, de pantallas Led gigantes, con moños rojos, hojas de muérdagos en los árboles y en las fachadas. Hay un gran contraste entre las sombras de los sin casa y todas las luces. Babilonia sobrevive en todas partes.

 

Llegamos a la parada. “Y ya que estamos” interviene Jano, “sigamos con Cecilia hasta el embarcadero, cenamos algo y brindamos por el encuentro”

El Embarcadero o Fisherman / Pier 39 está muy cerca del hotel. “Perfecto” respondo. El restaurant explota como si en él se hubiera concentrado toda la gente que falta en las calles.

Por cuarta vez el brindis con un vino californiano está justificado. El pan ahuecado con una sopa cremosa de frutos de mar es un tesoro gastronómico. La música suave, la charla con dos personas desconocidas. Nada es perfecto pero ese momento lo parece por el alivio que siento.

Casi siempre encuentro algo cuando me pierdo, casi siempre hay algo que flota por encima de mi cabeza. Como si moverme sin tantas alertas tuviera una recompensa. Un buen azar digamos.

“Te has vestido con más tranquilidad también” me dice la voz que cada tanto habla.

 

*

 

El oro y el barro

 

"Solos con nuestra locura y nuestra flor favorita"

John Ashbery

 

Cuando Chung Fo llegó a California dejó en su cantón un largo poema inconcluso. Prometió terminarlo cuando las revueltas reformistas finalizaran. Su madre trabajaba como prostituta en Nankim y su abuela había sido amable regenta. Chung escribía versos y no sabía hacer otras cosas. En San Francisco había oro pero no todo el oro reluce y había que embarrarse con el riesgo de jugar con los chanchos. No era apto. Él era poeta ya viejo a los doce años cuando escribió la suavidad del pétalo en una boca. Ahora tenía veintitrés. La boca de Chung enloqueció a Jeff y a otros. Con la piel transparente pegada a los pómulos parecía una escultura de mármol pero cálida.

Hubo extrañas transferencias en esa época. Las costumbres no se rasgan fácil pero pueden hacerlo en la sordidez de un cubículo o en un cuarto donde se apilan cuerpos que tocan tom, tom, tom. El sonido que convoca. Una versión americana de los colchones calientes.

¡Bienvenido Tom a este mundo!

En las piernas de Chung se encontraron marcas y medias de seda robadas en una tienda. Y cartas no enviadas a su familia.

Los versos de Chung quedaron escritos en las pacíficas aguas de la bahía. La herencia quema con el fuego del dragón y es una marca en el orillo del cuerpo. Lin, el abuelo paterno de Chung, escribía poemas con granos de arroz y contemplaba el dibujo de las grullas en el cielo y en sesenta y cuatro hexagramas.

La raza se entrelaza.

"En la noche un brazo caliente rompió el hielo. Compartimos juntos un pequeño cuenco de sopa".

Con palabras más leves, imagino, y con la pincelada caligráfica que es dote de poetas del Oriente, habrá dado cuenta Chung del despertar de un sueño que no era un cuento chino. Pasarían años antes que Castro lanzara el grito y Chung ya estaría muerto.

 

*

 

Sopa de tortuga

 

Me cai del último muro. Rotura de rodilla. Los carbohidratos no curan los huesos. Si los curan la gelatina que se hace con la sopa de tortuga. Se cuece con tiempo y sin pausa hasta casi la disolución del quelonio. Es de no creer. Parece un brebaje alquímico hecho por brujas. Pero no. En la coccion lenta y el proceso de osmosis entre el liquido del hervor y la sangre fría de la tortuga, está el secreto.

¡Vaya paradoja la de la tortuga!

Sorprende y más aún cuando te enterás de que hay algunas que te comen los dedos como palitos de caramelos.

Es tan cerrada que nadie conoce sus capacidades ocultas.

Una podría haber inferido algo cuando se le escapó al embajador en Buenos Aires y que Sara era patera, Sarapatera y todos los sábados ( se ) cargaba a algunos chicos. Sus rodillas lucían impecables.

 

*

 

Incomible

 

El secreto de la supervivencia es la distancia. Tiene que existir el vacío para la circulación del aire. Lo cercano se apelmaza como el arroz mal cocido /la cola mojada del perro entre las patas.

 

 

*

 

Última foto

A Mirta Sola

 

Hay viento. Los pájaros vuelan como hojas. Hacen círculos en el aire. La gente camina más rápido. Es por el frío que llegó más tarde a New Orleans. Sobre el Mississippi flota una linea de bruma. Las palmeras de Canal Street con sus veredas brillosas son un reflejo de las mil y dos noches.

Soliloquios de fantasmas o soliloquios de vivos que escuchan música. Hay un tembladeral bajo sus pies. El mar está cinco metros por encima de la ciudad y “puede suceder cualquier desastre” cuentan. Lo sobrellevan, tienen expertos rescatistas.

En cada ascenso el agua deja la marca en los frentes de las casas y cuando esta desciende se observan dos coordenadas cruzadas. Es el registro de los equipos de rescate. En cada uno de los cuatro espacios los equipos escriben el día, la cantidad de víctimas fatales, la cantidad de mascotas muertas o rescatadas durante el siniestro. Pero lo que importa es la gente que muere. Un “karma” topográfico con el que conviven al igual que con la música y los cánticos de los esclavos de las plantaciones de caña de azúcar. El algodón está más al norte.

Y tienen también el jazz que se emparenta con el tango por su origen prostibulario. Bourbon Street es alegría con bandas de música que comienzan a tocar temprano a la tarde y hay algo de “carnaval” eterno en sus costumbres. La ciudad es hermosa, cada fachada una joya, cada balcón una pieza de orfebrería en hierro.

No es casual que inversionistas compren propiedades y si atesoran historias de fantasmas mejor aún. Hay quienes gustan de voces de otros mundos. La esclavitud es un tema digerido, no existen traumas a la vista y más asombra aquel estado de cosas a los turistas.

No hay evidencias de estar a favor o en contra de aquello. Ha pasado mucha agua por el Mississippi y hay petróleo en sus cercanías y mucho gas que no se toca. Tienen reserva para casi un siglo mientras se pasean por otros lugares sin tocar el propio.

New Orleans tiene algo de vieja elegancia y mucho de gótico por lo umbrio de sus parques, por atajos arbolados, algo imprevisible por el suelo pantanoso, mucho de viejas películas y esos largos tranvías como los deseos de un mendigo que no se cumplen a pesar de tener un billete de un millón de libras que nadie se lo acepta. ¡Qué gran metáfora!

Mientras, las palmeras de sus boulevares resisten los huracanes porque son tan salvajes. No puedo sino entrecruzar a Faulkner, a Twain, asomarme a Otras voces y oámbitos de un Capote menos violento. Si después de todo, esto es fiesta o el sueño de una fiesta que cuando despertás alguien te dice que te has comido un dedo humano adentro de una sopa de tortuga sin darte cuenta. Pero la sopa de la cocina cajun era exquisita y puedo sumar una noche a las mil y una. Siempre habrá alguna historia para contar de una ciudad que al más futurista puede despertar asombro.

 

*

 

Chico triste

 

Un día cualquiera amanece tarde/ a trasluz era una calavera con sombrero y gafas.

¿Quién cantaba esa canción tan triste?

Un muerto por otras circunstancias.

 

*

 

Frenchman Street, New Orleans.

 

Qué mal se ve esto. El metano se hace irrespirable. Meta línea meta línea blanca meta ano a la negrita. Una línea blanca y otra, otra.

Es el despabilo justo para empezar el día a las 3 P.M., es el olvido del día de cumplir años.

Parece resfriado, parece va a mandarse con el movimiento equivocado.

Parece un renacuajo negro, parece algo subalimentado, parece un perro con sarna, parece un mono en su jaula.

A todo se parece menos a un hombre.

No tendría que haber nacido. Con el aliento cerca prevalece la estética.

 

*

 

Lobby de hotel

 

Suele haber un diablo/un dios en los desiertos cuando no se sabe dónde poner un punto en escribir o para coser la boca de alguien que no para de gritar.

¡Oh, por qué no vendrá otro alguien para hacerlo!

Justo no tengo hilo ni aguja.

¿No habrá sido satisfecha su cuota de necesidad y deseos diarios?

¿Pide más de la cuenta?

Tal vez fue un susto o un descubrir que el agua con la tierra hacen barro

y los zapatos/zapatillas en esas circunstancias se manchan?

En verdad la persona en cuestión estaba muy nerviosa, muy sacada. Temí que tuviera un arma. Caminé hacia otro hotel. Sin papel, con algunas palabras, recupero puntos y preguntas suspensivas también, alguna coma y me puse a escribir este parte.

 

Advertencias:

El afuera puede presentar pequeñas turbulencias

 

Recomendaciones:

Sometase a su instinto/ intuición. Use calzado cómodo por eventuales y rápidos desplazamientos. Si es de los que entregan su integridad a Dios, rece. Ya sea si está dentro del grupo de los que ven panes en las piedras o en ensoñaciones caer mana del cielo.

 

Recomendación extrema:

Las pitones comen las ovejas. Apele a la lógica difusa.

 

*

 

Distancia crucero

 

No sabe si esa distancia está compuesta por piedras pequeñas que son puntos o un azul tan abisal que es océano.

No tiene, no ha tenido ese revelo. Siempre ruega saber, una vez al menos, cuál es el procedimiento adecuado del registro de esa distancia.

Hay líneas largas que se han mostrado en un recodo de niebla.

Entre el impulso de esculcar y un poco de templanza.

Entre semillas que brotaron sin empeños.

Otras que lo han hecho con “dedo verde” y el respeto por cierta  separación que requieren las plantas.

Quedó atrapado en concepciones románticas.

Pero aquella está pendiente.

Es furtiva a la mirada y hasta el buen cazador pierde la noción de que es juego.