27.8.24

Chicos pequeños, por Cecilia Bainotto

  

                                                                     

Si el mundo (el mundo absoluto) es un continuum en cuatro dimensiones, entonces todo lo que percibimos en cualquier dado instante es una rebanada de la totalidad.
James Gleick 

 

“Todo es presencia, todos los siglos son este Presente" dice Octavio Paz en un verso que forma parte del poema “Fuente”.

 

Cada segundo entonces sería el fractal de los siglos. En cada gota de agua está el océano, en cada piedra preciosa un volcán, en cada gota de sangre la vida… y podemos seguir con la tentación de caer en aquella frase de Jean  Paul Sartre “la acción de un hombre compromete a toda la humanidad”. Una licencia y vuelvo. 

 

Para Henri Bergson la memoria no solo está en el cerebro. “La naturaleza misma es memoria”, dijo mientras construía Matière et mèmoire (Materia y memoria, 1896)

 

Un ADN colectivo dirige la replicación de las formas.

 

Resonancia mórfica la denomina Rupert Sheldrake que despliega esa memoria de la naturaleza en su libro “Una nueva ciencia de la vida: La hipótesis de la resonancia mórfica”, 1981. Un biólogo de la Universidad de Cambridge que el canon científico arrojó a los márgenes del saber académico.

 

Para Sheldrake en el presente resuenan los actos del pasado y están en aquel, como simiente, los que vendrán.

Es una memoria que antecede a los seres y a las cosas. Una memoria que se rige por la similitud de formas que se aplica a todo lo que existe, a lo que está: piedras, plantas, cristales, organismos vivos… todo tiene su réplica. Es esa memoria la que garantiza la continuidad.

 

Hay un paralelo entre la teoría de los fractales de Benoit Mandelbrot, invariabilidad de las formas en distintas escalas, y la de Rupert Sheldrake.

Alguna brazada de Gottfried Leibnitz, el polímata, salpica con sus Mónadas en un llamado agónico “Nada es sin razón”. 

 

El poder mental –telepatía– forma parte también del andamiaje de “Resonancia(s) mórfica(s)” y es por ese resquicio que la ciencia formal reserva su derecho de admisión al hotel científico: No abre sus puertas a Rupert Sheldrake.   El aire es inaprensible para la “estructura”.

 

¿Será Dios un ejemplo de Resonancia Mórfica, una idea desde el principio de los tiempos del hombre?

 

Alguien me dijo hace muchos años “Dios es una frecuencia electromagnética generalizada”.  Era ingeniero y estaba un poco alocado con la medida de resistencia de los materiales: un puente no debería caerse.

 

El futuro estará influido por lo que suceda en el presente. Y a este enunciado el gran Borges nos alerta “El destino puede ser impiadoso con las mínimas distracciones.

 

 

SUEÑO CON CISNES

 

Un arco iris al lado del barranco estampado sobre mi espalda. El color, el tono, la descomposición de un blanco… La esmerada palabra del asombro:

Un hallazgo, un abismo, un desvío.

 

¿Será ese el último atajo después de soñar con cisnes?

 

 

GOTLAND

 

Soliloquio.

–¿Cómo es eso de comunicarse con una misma?

–Escuche el silencio- me dijo

Se oyó girar el picaporte.

 

 

A UN OPERARIO EN RED

 

Trabaja para la red de Marck. Jornada de nueve horas diarias o màs durante todo el año.  Los días de descanso son las fiestas de cumpleaños familiares y las fiestas de fin de año.

Puntilloso extremo vocifera contra su empleador. Con el descaro que permite la simulación, es adorador de los prostíbulos y de toda la “literatura sucia” ¡Ja!  de andanzas por bares de mala muerte, del whisky, pero más de la coca. Él es principal actor.

Se lo creería. Si no fuera que lo exaspera una gota de cerveza que cae en su pantalón, su disputa pueril por un capital de corazones o el olvido de un saludo cumpleañero que  le arranca lágrimas.

La sintética enumeración es una guía sobre lo que es el resto de las horas de sus días.

Cuánta impostación la de muchos internautas. ¡Esperpentos!

A milímetros de la conmiseración.

 

 

SON DE MALECÓN

 

No, no fueron tus descortesías… fueron tus cortesías tan paroxísticas, andanadas lejanas. Pero tan encantador.  Extraña temprana mañana. Descolocada por resonancias   Quiero estar errada. Espero el nuevo documental con tu voz en off sobre nobeles y otras premiaciones.

 

Siempre hay tiempo de restañar el derrame, de lamerse lo amputado.

 

 

EXTRAÑA TIMIDEZ

 

Majestuosas y góticas   las palmeras en los canteros centrales de los bulevares miden la furia de los vientos en la ciudad que habito.

La “timidez botánica” pone límites al acercamiento y eso las hace más fuertes.

Guardan entre unas y otras la distancia exacta.

Entre los humanos esta “cualidad” es rara.

 

 

LE FAMIGLIE

 

“Si tu hermano muere y no ha dejado descendencia será el hermano vivo quien se encargará de eso con la cuñada viuda”

¡Pero somos seis hermanos Padre!

(Deuteronomio)

 

 

AHÍ

 

Es en las cisuras con meandros de sangre donde estampa el aliento su boca. Para que las piernas corran. Hasta donde aguanten.

 

 

ERUPCIÓN

 

La lengua de la roca no acata la mordaza mineral. Espera abrir la boca con todas las gemas preciosas… Espera estremecer con lava. Imitar mariposas.

 

 

UNA MUESTRA

 

Los retretes tienen los resultados de nuestros metabolismos.  Debe de haber algo en esos excrementos acerca de los que la Filosofía también nos puede dar respuestas.

 

 

UNA CASA DE DIEZ PINOS

 

Lo perdido con los años, va adquiriendo, a medida que rostros y frases se desvanecen, una piel amorfa que recubre la intensidad de su dolor. Toda pérdida se vuelve con el decursar, fragmento. Su totalidad nos quebraría. 
J.C. Sánchez

 

Paulita, cuya madre era un desastre hermoso y su padre un jerárquico de una textil de Santiago del Estero que fue despedido por sumarse a una protesta de los trabajadores, decía “vos sos pelijorra”

A los aberrojos como abejorros, a los cerrojos como cejorros. Esa dislexia tal vez la dispuso para ver el mundo de otra manera.  Hoy es caricaturista. Vive en Barcelona.

Juliana, la hermana de Paula, estimaba cuántas personas había en un lugar por las piernas que contaba.  Es empresaria y vive en Madrid. Fue la encargada de avisar de la muerte de Lito, su padre, en Cardedeu – España- “Correspondía - me dijo - por una amistad de tantos años”

 

Celeste con una madre enferma y apaleada en una casucha de Francisco Solano.

“En Turdera se muere gente que antes no se moría” decía preocupada.

Tenía una cara redonda como plato redondo (limpio, sin nada) Se casó y tiene media docena de hijos apilados.

 

Jorgito y Mariano, cuyo padre era un desastre menos hermoso que la madre de Paulita y gerente de una de las dos grandes tabacaleras y alcohólico, no eran parlanchines, pero si educados y me querían. Esperaban los domingos cuando llegaba con una bandeja de masas. Parados como soldados al lado de la mesa el ruido del envoltorio los enloquecía.  La madre les daba el visto para poder servirse y allí sí, los cretinos engullían una masa bomba y en sus puños escondían otra saltando como ranas hacia el patio.

Jorgito después de sus estudios secundarios quiso ser bombero. Hoy es un militante de la supervivencia formado en Australia. 

Mariano reincidió después de un divorcio y es de la onda de familias ensambladas. Tiene una pequeña panadería.

 

Martín y Julián, hijos de una amiga vivían en una quinta en Monte Grande, cerca de la casa de diez pinos de Manal y después de la escuela jugaban como salvajes. El primero con una espada de madera era el líder de un grupito de chicos y los tenía zumbando. El segundo, más apocado, participaba, pero siempre desde una segunda línea.

Martín realizó estudios de diseño industrial y trabajó como diseñador en una empresa textil que cerró en Valentín Alsina.  Hoy tiene una propia de estampados y transferencias sobre telas.   Se casó con una bailarina de “Pole Dance” Aparentemente vive muy cómodo pero intranquilo cuando la mujer tarda en llegar por las noches.

Julián vive con su padre tan soltero como siempre aun cuando estaba casado con mi amiga.

 

Y estaba Nancy, la nuestra, un poco más grande, que ponía orden y les enseñaba más juegos, les hablaba con palabras más difíciles y parecía la profesora. Se inclinó por Biología en la UNLP y el posterior doctorado. Se especializó en problemas ambientales. En sus viajes por el mundo vino con la idea de hacerse una casa totalmente ecológica que disfruta en Villa Elisa, cerca de La Plata.

 

Más acá en el tiempo y en Córdoba, estaba Franco. Pelo afro en blanco, gordito con hoyuelos pintaba para Franca. La madre tenía un negocio de comestibles y casi siempre vacío porque se servían y no reponían. El padre era muy correcto con el vecindario. Se murmuraba de él que era un "dealer". Franco me contaba, sin que le preguntara, que en su casa siempre rezaban antes de cada comida:  agradeciendo el pan, pidiendo por la paz del mundo y que dios, ayudara a su papá.

 Hace años esa familia se fue a vivir a un pueblo en las sierras cordobesas.

 

Matías, el sobrino dilecto de una gran amiga. Tocaba instrumentos de viento: zampoñas, quenas que la tía le traía de sus viajes. Hoy hace malabares en cualquier esquina de cualquier ciudad. Escribe poemas y toca el saxofón.

 

Mucho más no sé de estos chicos. Solo por mentas. Todos están grandes y hoy sus biografías no deberían ser pequeñas.

 

 

A CRISTINA RAFANELLI.

 

La pulsión, el instante, un momento. Todo deviene en una esquirla de tiempo. Así guarda la

memoria.

Si recuerdo que era de tarde, caminando sobre las vías del ferrocarril San Martín dispuestas

sobre un terraplén. A los costados un declive de por lo menos cinco metros y un pastizal al fondo.

Una amiga, un amigo y yo. El cretino y el divertido amigo desde abajo nos decía:

¡Vamos!, hagan equilibrio, ¡caminen como dos damas!

Y lo lográbamos como esas mujeres africanas derechas que llevan cestas sobre sus cabezas con

los cuellos largos… o como las Cariátides del Partenón que sabían de danzas. Un paso mal dado

era el gran golpe al rodar por ese declive de varios metros o un accidente mayor.  Quién sabe.

Recuerdo también que fue un sábado a la tarde en Manzanares, cerca de Pilar, con extensos

campos de manzanillas. Y el regreso pletórico, con las caras encendidas, después de ese día

campo.

Pablo bajó en Estación Hurlingham y mi amiga y yo seguimos hasta Retiro, luego Saavedra.

 

Como correspondía y para terminar la aventura, el viaje de regreso en tren fue sin boleto. Nos

resultaba excitante ir por el filo de las cosas. Caminar sobre las vías era un poco eso.