La estética es el
hacer/ formal de la
epifanía/ Hay un “brillar a
través”
Dante Alighieri
En Aquiles a las
cuatro, Luis Thonis restituye al héroe cuya pisada legendaria siguieron por
veintiocho siglos la literatura, la pintura y la música en mil metamorfosis. Transita
el tiempo arquetípico de los mitos, en un pasado que puede actualizarse, capaz
de reencarnar.
¿Por qué Aquiles? Tal vez porque se dijo que fue el más
grande de los héroes, el más bello, el más fuerte, el más valiente o el
inflexible, el que tenía una verdad para la vida y una para la muerte, y un
orgullo considerado de calidad divina. O quizás, porque al evocarlo se pudiera,
como él, purificarse por inmersión al fuego, como hizo Thetis con este hijo
inmortal cuya pureza prevaleció en la violencia o en la magnanimidad, en la pena
o en la alegría vencedora. Los rasgos ambiguos de héroe colérico y dulce, puro
y disfrazado, mortal y sobrehumano, tal vez otorgaron a Aquiles el marco de
héroe perfecto.
Dijo Quirón a Fausto: “el poeta no está atado al tiempo”,
y Fausto asintió: “fuera del tiempo encontró Aquiles a Helena”. Además de la
mitología pagana el autor invoca a la vez los tópicos fundantes de la tradición
cristiana, en rasgos conciliables y a la vez antagónicos, ejerce con Homero la
libertad que requiere una obra poética, y obtiene una reconstrucción del mito
como respuesta semiológica válida.
…la Trinidad ha anulado
el sofisma y el rito
las paradojas son bromas
previsibles y bizarras
crin de caballo, piano de ébano
la música sacra suena a seducción astuta…
El tema de Homero es el destino de los héroes, no la
guerra de Troya ni el regreso de Odiseo. Ese hado, ligado al destino de los
dioses y a la potencia del cosmos, es un tema religioso. Nacía entonces un
rasgo categórico de la poesía épica griega: ser una religión. La Biblia helena
es Homero, pero como religión escasamente ortodoxa. Para Burkhardt, la
originalidad de la religión griega radica en ser libre creación de poetas y no
reflexión de un clero. Por lo cual al ser libre admitió la crítica y auspició
la creación del pensamiento filosófico.
Imaginación y razón, verdad moral y belleza plástica vertebran
Aquiles a las cuatro. Versos que
renuevan la tonalidad poética y penetran el sentido profundo de la gesta helénica.
Reintegra al mito antiguo el sentido filosófico y religioso que puede tener
curso en la poesía actual y reproduce el carácter del héroe griego en la
universalidad que comporta. Homero es tanto fin como principio, fin de una
larga evolución religiosa que culmina con el triunfo de la religión olímpica y
la derrota del culto a los muertos. Principio de una nueva sociedad
aristocrática y caballeresca a la que los poemas homéricos otorgan una
religión, un ideal de vida y una ética. Esa religión es la olímpica. Esas ideas
y esa ética son el culto a los héroes, al hombre divino en el que confluyen y
luchan los dos mundos, el natural y el sobrenatural.
Destacan como temas básicos del poema el destino de los
héroes, la reflexión moral, el llamado de la naturaleza y la conciencia
histórica, desarrollados a partir de mitos culturales y religiosos.
soy ciertamente un héroe épico trágico
/pero hay que entender algo del amor/
o lo que hasta ayer lo era
o al menos haberlo conocido
a él o a ella
¿reminiscencias?
El mito que habita el poema evoca a alguien que como
Igitur se contempla a sí mismo. La flecha retorna a quien la hubo lanzado porque
el blanco es su propia imagen que interroga. Configura como personaje un sujeto
poético análogo y diferente al autor simultáneamente, a menudo alter ego pero a
veces su contrario, la voz de un sujeto que discurre entre lo moral, lo
histórico y lo artístico.
…estuve a punto de morir,/ algo estalló
cerca de mi cabeza,/
Una granada, tal vez a eso se sumó un
accidente, un choque, un
golpe brutal/ en el mismo lugar/ en que me
había entrado la
esquirla/ por un tiempo sufrí parálisis/
ahí comencé a pensar,/Y
supe que a las cuatro de la tarde era
Aquiles…
La desaparición del objeto de amor cede su lugar a una objetivación
del sujeto que se identifica al evocarlo. En consonancia a veces con la gesta
del héroe que al parar su carrera, no descansaba bajo la tienda, herido en
carne viva por una historia de mujer, el poeta relata:
A
las cuatro de la tarde soy Aquiles/Invariablemente
llego a tu sostenido dardo/Espiral leve
que va en fuga…
Diana/que se adentra en el boscaje/Dejando
a su ciervo
herido…
La osadía del sujeto Aquiles confiere al poeta el impulso
de imaginar analogías, diferencias, de relatar, interpretar incidentes, expresar
inquietudes y creencias. El sujeto, como el profeta, es a la vez causa y
efecto, sujeto y objeto, magnetizador y estático, rey y súbdito, padre, hijo, todopoderoso
e impotente al mismo tiempo, mortal e inmortal.
…Tiempo hace un rostro se volvió
hacia mi: verde junco había
entre flores de argentada plata
la emoción me cegó
en vilo respondí con sarcasmo
sumé indiferencia,
dije lo contrario de cuanto pensaba
más que ninguno me mostré cobarde
fue un asedio defensivo
después fui alas, viento, pneuma
onda que refleja una medusa
de mil y una cara cortadas
cuya imagen al cesar me dice:
es casi imposible
hablarle de amor a quien se ama.
Sin recuerdos no existimos, el dolor se olvida, el placer
vivido se transforma, con la mediación del olvido, en nuestro paraíso perdido. Estamos ante alguien que ha sabido
enfrentarse a Dios tratando de regresar al paraíso a través de la rememoración
del placer y del dolor. “Yo soy Aquiles”
dice el que escribe, es decir, soy otro, deconstruye la individualización del
enunciante, el ego ya no es el mismo ego, para sí mismo. En la conciencia
occidental esto significa una negación
de la posibilidad teológica y del concepto de Logos. Al decir “Yo soy un otro”
se niega la tautología suprema, el gesto de autodefinición de Dios,“Yo soy el
que soy”. Es quizás otra manera de afrontar el odio y la rabia, la de sentirse
nadie mediante la espiritualización del no-yo en comunión con la carne de otro
yo. La imagen altera al sujeto y éste a su vez se torna imagen, espacio que
alía los contrarios. Al ser otro, regresa a su ser primordial, retorna a sí
mismo, y al ser imagen, es él, su deseo y es también otro.
me figuro un cautivo vuelo de las ocas
en el sisear de la hierba
en el ánade donde el invierno florece
en el espectáculo de las ciudades
levíticas
en polvorientos cocoteros
en que mi debilidad entre los débiles
se debe a que sea un mero soplo y no un
pneuma…
Para el griego el hombre es parte del cosmos, la libertad
funda su relación con el todo. Esta oposición gesta el carácter trágico del ser
humano. Ningún otro pueblo ha acometido con semejante osadía y grandeza la revelación
de la condición humana. Fueron los primeros en ver que el Destino exige para
consumarse acción de la libertad. La libertad es la medida humana del destino.
Sin los hombres el destino no se cumple y el orden cósmico se quiebra. La
tragedia es una imagen del hombre y del cosmos, en ella cada elemento perdura
en función de su antitético. Un tiempo llega en que los opuestos se unen, no
para producir una síntesis ficticia sino en un acto trágico, acto que sólo genera
la catástrofe. La vida es gesta, acto en que la libertad y el destino forman un
lazo inquebrantable: el hombre. Sobre la libertad se apoya el destino, forma
evidente del ritmo universal, afirmación de una Justicia que no es bien y mal, premio
y castigo sino ajuste cósmico universal.
Qué quiere Aquiles? nada sabe él sobre eso, pues jamás se
mira, se confunde con la vida, corre en libertad hacia la muerte, prefiriendo
la erosión radical a las templanzas de la duración. Jamás un retroceso. Sabe,
como nosotros, que no tiene la opción de regreso que fuera privilegio de
Ulyses. Este lanzarse sin pausa hacia su fin lo convierte en héroe trágico,
protagonista de la tragedia mítica, sometida en su esencia, como sabemos, a la alternativa
del triunfo o del fracaso. En antítesis con el héroe, el poeta dice
Lamento no haber hecho
Siempre cuerpo a cuerpo en esta tierra
Ningún combate me pareció mío
Ningún jefe el propicio…
La función del ritmo y su repetición hace que el mito
regrese, y con él retorne el tiempo arquetípico. Al revivir imágenes que niegan
la sucesión, se revierte el tiempo, el poema es mediador, y por su acción, el
tiempo original encarna en un presente puro.
…A las cuatro de la tarde soy Aquiles
Algo que no es verdadero ni falso
Es la respiración encarnada
Donde continúa mi sueño
El gran animal de aire y fuego....
Refleja una y otra vez el espejo del héroe de la vida
breve encendida, que prefirió el riesgo de la carrera a la mediocridad indeterminada
de la prudencia.
…Eros que es Zeus o la guerra
En
mi lengua son sinónimos
Tropo
de batallas inepto en amor…
En algunos fragmentos el espejo se torna implacable, su
destello deja ver semejanzas que apuntan las bajezas o mezquindades de los “héroes
de hoy”.
…las ciudades están pobladas de pequeños Aquiles
Yo he sido uno de ellos
Tuve que pelear en el ejército
Era una lucha intestina
Una guerra estéril
Que contrariaba a Aristóteles
No hecha para ganar
sino para engañar a un pueblo…
El decir del verso es tiempo vivo, concreto, es ritmo,
tiempo original que muere y renace al ser convocado en el presente, donde la
imagen de antiguos mitos, por analogía y contraste nos revela la condición del
hombre de hoy.
…nada recuerda mi cultura,
ni siquiera un pasado reciente
qué hacer con las espuelas
los trabucos y las boleadoras
lo patético actual por eso
duele más y duele menos
me diluyen en lo rotundo indiferenciado
cautivo de un carro bipartito
soy la más frágil de las criaturas…
…mi herida, decían, era corporal, física
no entienden que el universo
es un gran animal de aire y fuego
los reyes continúan devorando a sus
pueblos
aún después de muertos
y por eso soy un caso incurable que les da
la razón…
Bañadas en sangre humana aparecieron con frecuencia las
historias de dioses y de héroes. Tal como los combatientes de “La Ilíada",
ellos vivieron una vida divina a riesgo de morir como bestias en un instante.
Se dice que Caracalla, queriendo imitar el llanto de Aquiles sobre la piel de
Patroclo, hizo degollar a un amigo suyo para tener él también alguien a quien
llorar.
El significado de la leyenda es plural y dispar, la
cólera de Aquiles reúne los opuestos: su amor por Patroclo no excluye su piedad
por Príamo. Las imágenes del poema enuncian la identidad de los contrarios desafiando
el principio de contradicción, no dicen lo que es, sino lo que podría ser, una
posibilidad, ser esto es también ser aquello, la vida y la muerte, que sin
disyunción, conforman al humano.
Aquiles a las cuatro, en: Luis Thonis: Cuerpos inéditos, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1995.