“La realidad no es más que un manto para empezar
a bordar las historias”
Entrevista a Mariela Coronel Silva, quien
presenta su primer libro de cuentos, Cornish Rex. La escritora nos habla acerca de sus inicios,
el estilo de su propuesta y cuáles son las sensaciones que experimenta ante
este ansiado lanzamiento.
“Creo
que siempre quise escribir. A los 12 años hacía poesías muy cursis que dedicaba
a los integrantes de una boysband llamada Take That. Todavía tengo ese
cuadernillo y es el primer registro de creaciones literarias. Yo no vengo de
una familia de intelectuales. Mi papá y mamá son laburantes pobres que vinieron
de Paraguay. Pero mi abuela era de contar historias a la hora de dormir. Todas de
terror. Si no era sobre seres y leyendas de la mitología guaraní, eran de la
biblia, y ambas me daban pesadillas”, relata Mariela Coronel Silva -lectora
empedernida, cinéfila, hacedora de cuadernos artesanales, madre y esposa-, que
se encuentra próxima a presentar Cornish
Rex. Editado por Astronauta Ruso, este libro reúne una docena de relatos
que se reparten entre un realismo asombroso y cierto costumbrismo perturbador
que tienen como tema recurrente los vínculos familiares.
¿Y cómo continúa tu recorrido literario?
A los catorce años empecé a hacer relatos que
eran justamente de terror. Era una edad en la que solo leía historias de miedo
y de ciencia ficción. Y a los 17 fui a mi primer taller de escritura creativa.
Después ya entré a Puán para hacer Letras. Me acuerdo de que fue el profesor de
este taller el que me dijo que, si quería escribir en serio, debía ir a
Filosofía y no a Letras. Mientras cursé solo escribí monografías, seguía
haciendo algún que otro cuento y empezando a enviar a suplementos culturales y
concursos literarios. Tuve alguna que otra publicación en revistas de barrio
por esos años, entre el 2007 y el 2011. Escribí también para blogs de reseñas y
críticas de cine. Fui a talleres del Centro Cultural Rojas. Y en el 2019,
leyendo a Virginia Feinmann, la empecé a seguir en facebook y un día me enteré
de que iba a dar taller. Ella dijo que fui la primera que me contacté. Y fue en
su taller que me terminé de encontrar como escritora. El año pasado participé
en los mundiales de Santiago Llach para entretenerme, y debo ser hija del rigor
porque me benefició la exigencia de su propuesta. Lo disfruté mucho. Se me
destapó algo que todavía no puedo creer que haya salido a la luz.
Escribís ficción, ¿cuáles son los materiales con los que
trabaja tu narrativa?
Yo me
agarro del recuerdo para la mayoría de mis relatos. Estos recuerdos no son
reales en su totalidad, tienen mucha manipulación. Son completamente selectivos
y editables. Yo los uso como disparadores en muchas historias. Después se mueve
solo hasta terminar en cuento. También uso a la memoria para los detalles y
objetos. Para mí, la memoria es la que se mete en el recuerdo para que pueda
salir de mi cabeza y explotar en el papel. Los recuerdos no siempre son
propios. Soy una buena oyente de las anécdotas de otras personas. Soy mejor
llevándomelas. También escribo desde la observación de esas pequeñas historias que
hay en la ciudad, en mi barrio. Yo no viajé mucho, todo lo que consumo para
hacer un cuento tiene que estar a mi alrededor.
¿Qué incidencia tiene la realidad en tu tarea de escritora?
La
realidad tiene que ser parte de lo que escribo. No hago bioficción. Puede que
muchos personajes sean una especie de caricatura de personas que conocí o que
fueron parte de mi vida. Mis influencias del realismo mágico se notan en muchos
cuentos. El terror se mete, aunque no quiera, aunque sea en una frase, aparece.
Yo escribo en primera persona muchas veces eso puede prestarse a confusión,
pero la realidad no es más que un manto para empezar a bordar las historias. Si
la pregunta es si algunos de estos cuentos sucedieron en su totalidad, tengo
que decir que no.
¿Existe algún rasgo común entre los cuentos que, finalmente,
integraron la edición?
A
primera vista no. Pero capaz esto que mencioné antes. El recuerdo. Muchos
cuentos hablan desde la niñez o desde la adolescencia. El rasgo en común que yo
le veo son las relaciones humanas simples: Familia, hijos, amores de verano,
exparejas.
¿De qué manera seleccionaste los textos?
Son los
que más me gustaron. Dejé afuera algunos que consideré muy oscuros. Pero no
pensé mucho, la verdad. En el orden de cómo aparecen, sí. Quise manejar los
climas de cada relato. Los más tensos y dramáticos los fui intercalando en los
relajados y tiernos para dar aire al lector o lectora que gusta leer sin
saltear cuentos, del primero al último.
¿Cómo fue el proceso creativo de Cornish
Rex?
Algunos salieron
del taller de Virginia. Fui corrigiéndolos, se los mostré a gente amiga y que
considero que saben leer para que me hagan devoluciones y volví a corregir lo
necesario. El resto fueron creados en el Mundial de escritura y también tuve
que corregirlos, pedir opiniones, volver a corregirlos. Igualmente, más que dos
o tres correcciones no hago. Si un cuento necesita mucha confección, lo abandono.
Cuando va a salir, casi la totalidad del cuento sale en el primer borrador.
¿Qué expectativa te genera el hecho de publicar?
Estoy en
un estado casi ausente. Un poco como en esos sueños en los que sabés que estás
soñando. Son todas las sensaciones cliché, si se quiere. Tengo mucha alegría,
pero el vértigo de que esté sucediendo me deja más callada de lo común. Estoy
ansiosa por ver el libro en las librerías. Quiero relajarme y vivir como tiene
que ser, un poco el momento del postre, pero mi personalidad tampoco me lo va a
permitir.
¿Con qué se van a encontrar los lectores?
Supongo
que van a leer historias con mucha nostalgia. Muchas historias salen de mis
recuerdos como hija de inmigrantes paraguayos que vivió durante el menemismo.
Otras van a tener un acento porteño inevitable, personajes y calles de la
ciudad en la que nací y crecí. Creo que será fácil meterse dentro de ellas.
/
Mariela
Coronel Silva nació en Buenos Aires en 1984. Estudió Letras en la UBA y fue
integrante de varios talleres de escritura, entre ellos los de Virginia
Feinmann. Textos suyos fueron publicados en diferentes revistas culturales. Es
prejuiciosa, adora los gatos, la cerveza y las películas clase B. Jamás se
mudaría al campo para llevar una vida neo sustentable. En su adolescencia, vio
a Fun People unas 14 veces de las cuales 11 fueron en Cemento.
En Cornish Rex, Mariela Coronel Silva
despliega con oficio lo más puro y descarnado que tiene el arte de narrar: dar
cuenta de aquellos pequeños mundos que solo son posibles dentro del lenguaje.
Si las experiencias muchas veces no caben en aquello que permiten las palabras,
en estos relatos sucede lo contrario. Las situaciones cotidianas, los breves
acontecimientos que ocurren a cada instante se vuelven verdaderos a fuerza de
oraciones precisas y frases certeras. Y con ese pulso narrativo, estas
historias logran un nivel de verosimilitud capaz de conmovernos e inquietarnos
por partes iguales. En ellas, con un sobrado estilo propio, los recuerdos, la
familia y la amistad se convierten en el escenario de frescas postales en las
que todos podemos vernos reflejados.