20.9.24

El ritmo de lo que pasa, por Javier Fernández Paupy

 

[Sobre: Jack Kerouac en el bosque de Arden, Hugo Savino, Madrid, Arena Libros, 2023.]

 

Tramado entre citas y con la libertad inaudita que caracteriza cada uno de sus libros, Hugo Savino vivisecciona la obra de Kerouac según sus propios parámetros y lecturas, sin nada de jerga escolástica ni endogamia académica o karaoke sociologizante. En Jack Kerouac en el bosque de Arden Savino aclara: «No hago biografía de Kerouac. No se trata de su vida. Son sus libros leídos en el sugerir y no en el nombrar. Leo la escritura de su vida. No describo nada, no narro nada. (…) Solo mis impresiones. Mis puntos de vista. Responder Jack Kerouac. No me interesa la hagiografía beat. Y menos que menos la contracultura. Ese invento burgués para ser eterna y publicitariamente joven».)

Tomo esta idea de Savino: «¿Y si una crónica sobre un libro solo estuviera hecha de citas? ¿Y si uno se atreviera definitivamente a soltar el saber chamuyo y solo anotara?»

Hay algo en el gesto provocador de Savino que interpela, arenga, discute, ridiculiza, agravia, se planta delante del muro del saber institucional y a la sombra de ese paredón vitupera. Savino inventa un lugar único de marginalidad para escribir, como en los bordes de toda tradición o como fundador de una nueva tradición crítica por demás leída pero sin ninguna gola académica.

Hugo Savino arma una trama de filiaciones. Kerouac con Thoreau, con Robert Burton, con Arno Schmidt, con Meschonnic, con Néstor Sánchez, con Baudelaire, con Balzac, con Proust, con Joyce, con Ricardo Zelarayán, con John Cassavetes, con Victor Hugo, con Shakespeare, con Céline, con Carlo Emilio Gadda, con Horacio Salgán, con Willem de Kooning, con Cézanne, con Pascal, con Thelonius Monk, con Macedonio Fernández, con Simon Leys, con Paul Claudel, con Nadezdha Mandelstam, con Rembrandt, con Bernard Hoepffner, con Marina Tsviteàieva, con Scott Fitzgerald, con Kafka, con Malcolm Lowry, con Alfred Jarry, con Lorenzo García Vega, con Louis Chevalier, con Jack London, con Yeats.

Savino insiste en sacar a Kerouac de los clichés y del estereotipo del escritor beatnik, mochilero y trasnochado.

Savino: «Maldita lectura. No es bueno leer. Es mejor una siesta de filosofía, ahí siempre hay momentos tranquilos asegurados».

Keroauc, según Savino: «Desobedecía con cada libro y aceptaba el desorden de su épica»

«Jack Kerouac escribía en el desierto y su enemigo era “la ética burguesa de los editores de su época”. Más la de sus amigos que trataban de encarrilarlo: Ginsberg intenta “reorientarlo hacia una novela de trama más convencional» (Nicosia) Jack Kerouac estaba “harto, enfermo, de la oración inglesa convencional” pero los editores, no. Pedían más de lo mismo. Nada cambió. Los editores siguen ahí, pidiendo oraciones convencionales, sujeto verbo predicado, con soporte de tramas legibles»

Savino sugiere que las historias no lineales que libro a libro va engarzando Kerouac en su proyecto de obra están más cerca del poema que de la trama realista convencional. Apunta Savino: «Escribir mal o escribir sintaxis enredada son algunos de los reproches dirigidos a Jack Kerouac. Es el reproche del decoro literario a la invención» Según Savino: «Hay que leer “Shakespeare y el outsider”. Así no siguen con el Kerouac beat. O a contracultura. O el Kerouac a madre. Eso se lo pueden dejar a sus envidiosos amigos. Que tocaron solo lo que conocían. Y de paso, Kerouac nunca separó prosa de poesía. (…) La única banda que Kerouac acepta es la del café, el vagabundeo, la conversación y la errancia».

Hugo Savino las llama impregnaciones. Anota: «Joyce no como influencia, no, como impregnación. Céline como impregnación»

Savino aclara: «Toda la vida de Jack Kerouac está en sus libros, que no son ficción, ni autobiografía, son una escritura de la vida. Epifanías, escenas del sentido de su vida» (87:2023). Biografía y época. «“Todos mis libros son 100% historias verdaderas solo que con los nombres cambiados” (Jack Kerouac, carta a Bernice Lemire, una estudiante de Boston College, originaria de Lowell, 15 de julio de 1961)»

La síntesis de Savino sobre Kerouac: «Toda su vida se transforma en una epopeya que pasa por su voz, por su manera de decir» Como si Hugo Savino hablara de su propia época al evocar los tiempos en los que Kerouac bregó por su obra: «El mundo incestuoso de la literatura, con sus cretinadas, y agachadas, sus chupaculos, sus pequeños poderes, y los menesterosos de alguna fama que buscan unas líneas en suplementos irá apareciendo de a poco» Anota Savino: «¿Cuándo se entenderá que los únicos contemporáneos de un escritor son los libros que lee?»

¿Y si una crónica sobre un libro solo estuviera hecha de citas?

«Jack Keruac es el cronista de su vida. Su Leyenda insiste en no dejársela contar a nadie. En no dejarse robar la voz»

«Un Diario se escribe para ir situándose, para saber de lo político y de la política. Y de los pequeños poderes institucionales que defienden el mantenimiento del orden. Para defender lo que uno escribe de la rapiña filosófica.»

«Sí, un cierto desorden se impone en lo que se cuenta, de lo contrario todo queda ceñido a decir las palabras del amor. Kerouac detectó la novela tallerística en 1949. Estaba situado.»

«Siempre habrá un académico que querrá denigrar a Kerouac. Eso tampoco tiene arreglo. Para bien de Kerouac»

Sobre lo que Savino llama «la chifladura megalómana del escritor» y de la que él queda indemne, santificado en su forma acéfala de leer, letrado por fuera de todo rictus académico acartonado, sanchístico, desfachatado, moderno, cada texto de Savino es una lección aún en el gesto de su autor que pareciera querer desmarcarse de toda generación, de todo nicho. Hay una hostilidad y un resentimiento finamente trabajado en Hugo Savino. Inimitable. Su manera de leer y escribir sus lecturas.

En Hugo Savino se actualiza esta idea de Roberto Arlt: «Si usted se dedica a la literatura y lee mucho, en cuanto toma un libro y lee dos renglones se encuentra inmediatamente en situación de decir: Este libro es una porquería, o este libro es bueno. Y no se equivoca nunca.» (El Mundo, 12 de diciembre de 1929)

Savino anota: «Kerouac escribe. Parece algo obvio, pero no lo es tanto. Casi ningún escritor escribe. Cosen tramas dedicadas a representar».

Savino muestra al Kerouac retratista, autorretratista, cuadernista, egotista, al escritor de visiones, de epifanías, de esbozos, de écfrasis. «Kerouac es un Rembrandt con cuaderno de notas. Camina y retrata. Retrata patios traseros silenciosos, edificios de ladrillos rojos, a un hombre que lee el diario, a una vieja en el metro, a otras dos viejitas con cara de perdidas en Nueva York, los baños del metro aéreo, el caminar de los transeúntes, un edificio que le evoca la eternidad, a W.C. Fields, se hace un autorretrato pensando en Cody, pinta a una mujer que tiene la ropa, en un rincón del cuaderno anota la «irritación soñadora» de ella mientras cuelga las sábanas y a su marido que llega de esa injusticia llamada trabajo. Kerouac no hace alegatos realistas, escribe no-ficción, en Visiones de Cody hace poema en prosa»

Hugo Savino muestra el gesto anacrónico de escribir sobre Jack Kerouac cuando nadie parece tenerlo en la agenda cultural.

«Kerouac estuvo ahí, es el cronista de lo que vivió. Estuvo ahí y sucedió eso que vio. Lo que fue seguirá siendo. Hace dedo en 1960 y ve los coches con la familia, los trajes colgados en perchas en la parte trasera y descubre la mutación a consumo inevitable, y la desaparición del vagabundo solitario». Hugo Savino arma una trama que cruza a Kerouac con su propia biografía. Paralelismos en las ensoñaciones. Así, Keroauc ve pasar a Miles Davis y Savino evoca una visión personal, cuando vio pasar a Aníbal Troilo caminando por la calle Talcahuano.

En el generoso Jack Kerouac en el bosque de Arden sobresale un elogio a las libretas de apuntes, una defensa de la libertad de escritura por fuera de las censuras y del control de la orgía social del mefítico ambiente literario.