Charles Bukowski a John Fante:
(2 de diciembre de 1979)
Me gustó oír el final de tu
novela por teléfono; como siempre, material de primera. Me levantó la moral
saber que sigues escribiendo igual de bien que siempre. Fuiste mi principal
fuente de energía y después de tantos años vuelves a serlo.
Estoy atravesando un
período de sequía, cosa rara en mí. No digo que todo lo que he escrito sea
excepcional, sino que nunca he dejado de hacerlo, salvo últimamente. Bueno, la
otra noche escribí varios poemas, pero no es lo mismo. Le he hablado mal a
Linda e incluso le di una patada al gato. Detesto comportarme como un divo,
pero si no escribo me pongo enfermo, dejo de reír y de escuchar música clásica
en la radio y cuando me miro en el espejo veo a un hombre mezquino, de ojos
pequeños y rostro amarillento... Demacrado, inútil, como un higo seco. Cuando se
deja de escribir, ¿qué nos queda? La rutina. Movimientos mecánicos.
Pensamientos huecos. No soporto la monotonía.
Escuchar a Joyce leyendo el
final de la novela, escuchar la llama de la pasión y el valor de Fante me ha
sacado del letargo. La botella de vino está abierta y la radio encendida y voy
a poner papel en la máquina de escribir y, gracias a ti, las palabras llegarán
de nuevo. Llegarán gracias a Céline y Dos y Hamsun, pero sobre todo gracias a
ti. No sé de dónde has sacado el talento, pero los dioses te dieron de sobra.
Para mí has sido, y eres, más importante que cualquier otro hombre vivo o
muerto. Tenía que decírtelo. Ahora vuelvo a sonreír un poco. Gracias, Arturo
(Bandini).
A John Fante:
(31 enero de 1979)
Gracias por la excelente
carta. Recibir una carta tuya me produce un sentimiento de lo más extraño. Han
pasado décadas desde que leyera por primera vez Pregúntale al
polvo. Martin me envió fotocopias de la novela, he empezado a leerla
de nuevo y es tan buena como la recordaba. Es mi novela favorita junto
con Crimen y castigo, de Dos,y Viaje..., de Céline.
Perdona que no te contestara antes pero ando metido en muchas cosas: un guión,
la corrección de un guión ajeno, un relato, y también bebo, apuesto a los
caballos y me peleo con mi novia y voy a ver a mi hija, luego me siento mal y
luego bien, y todo lo demás. Perdí tu carta, y mira que estaba orgulloso de
ella, y anoche la encontré, había estado usando el sobre para anotar
sugerencias para la corrección del guión (una adaptación de mi primera
novela Cartero). Aquí llueve y te escribo a toda prisa porque
quiero ir al banco para cobrar un cheque para ir al hipódromo mañana.
Tus libros me ayudaron, me
hicieron sentir que es posible escribir y dejar que las emociones salgan a
flote. Nadie lo ha hecho tan bien como tú. Voy a leer el libro poco a poco para
saborearlo, y espero escribir un prólogo que esté a la altura. (H.L) Mencken
tenía buen ojo, entre otras cosas, y creo que ya era hora que un talento como
el tuyo reapareciese, y aunque Black Sparrow no es una editorial neoyorquina
tiene prestigio y empuje y es posible que sus libros perduren más y que no solo
los lea el gran público, que se traga todo lo que le eche Nueva York.
Me alegra saber de ti, Fante,
sin duda alguna eres el número uno. En cuanto acabe el libro, escribiré el
prólogo y te lo enviaré para ver qué te parece. Mis mejores deseos para tu
mujer e hijo. Hoy llueve y mañana la pista estará embarrada pero pensaré en ti
y en la suerte que tengo de poder contar al mundo por qué Pregúntale al
polvo es tan buena. Gracias, sí, sí, sí...
Tomado de: La enfermedad de escribir, Anagrama, Barcelona, 2021.
Edición y traducción: Abel Debritto
Título de la edición original: On Writing, Eco, Nueva York, 2015.