25.6.24

Fotos reveladas, por Cecilia Bainotto

 

Muchas veces lo que se escribe está tergiversado. Dictados de recuerdos desviados por eso de sublimar. Y no debería ser así. No se puede escribir debajo de un camuflaje, al menos un poema no se puede. Un cuento es diferente, se inventa una historia, se les da voz a los personajes y resulta más fácil cuando no se cae en lo autobiográfico. Con la poesía es casi suicidarse por la exposición, por la interpretación injuriosa o morbosa.

 

Grandes son los que se animan en serio y no hay disección entre lo que viven y lo que escriben. El lector se asombra o permanece en silencio o arriesga un murmullo porque no hay palabras que pronunciar ante ese pedazo de vida en el asador.

 

Como siempre, es tarde. La mitad de las cosas por hacer y algunas líneas que empiezan con las primeras letras aprendidas.

 

Sonidos que se emitían con la naturalidad de un juego y dibujos en cuadernos que no tenían ningún sentido  

 

 

CON VOCALES

 

Amaré

en Assan

Amingá

o Alejandría

Atardecer,

amante de arroz

Adiós albo,

 amanecer

de azucena azul

 

 

Estrellas

estremecen

el espacio

Errantes

escriben

epitafios

 

Iludidos

En inclusas,

instructores ideáticos

infringen

infundios infantes

En iglesias,

impenitentes impiadosos

incardinan

incautos

Ignotos

imploran iludidos

 

 

Óbitos

onomásticos

ordenan oropeles

 y oraciones oportunas

Oráculos ¡Oren!

os oyen

obedientes

en orillas.

 

Ultrajan

usía

usa ucases y uncias

ujier

urajea

unidos

ultrajan

en umbrales umbríos

 

CON TODAS LAS LETRAS

 

Revuelvo el café y la cuchara dibuja círculos sobre la espuma. Mientras tanto me cuenta. Suficientes y pocas palabras… hasta que pone en la vidriera un Best Seller de poca monta y lo vende con otros saldos.  

Quedo descolocada.

–Eso tiene que estar adentro –le recrimino.

“Exceso de stand-up.”

Algo se cruza en la complicidad.

“Mañana será otro día”, me dice mi interna suelta de cuerpo.

Cierro el negocio.

“Sí, será otro día”, pienso en absoluto silencio.

Apago el teléfono.

 

 

SUR

 

Se siente el placer de la quietud. Una línea de largada para la acción que no tiene hora. 

El mar que aparece en tramos está calmo igual que el desierto.

Pero todo despierta en segundos en la Patagonia. Como si el azar fuera el hacedor de los fuegos fatuos, de los avestruces que corren detrás de un alambrado abierto al camino hacia una estancia, de los vientos imbatibles, de la dispersión de las ovejas, de un hombre a caballo en la banquina de la ruta, del ómnibus que lleva obreros a los pozos de petróleo o de arañas que corren de una orilla a la otra del asfalto y de nuevo, una oveja degollada con intención o sin ella: será el plato de comida para la tropa.

 La gente conoce la sed improvisada de esa llanura extensa. Conoce también los cielos diáfanos y las nevadas, que son castigo o paisaje. La percepción se alinea con la ubicación. 

Todo pasa en un desvelo en la Patagonia mientras se regula la calefacción en el interior de un automóvil y el mensaje replicado de alguien que espera apostado temblando de frío en la tranquera. Bajo el vidrio.

¿Adónde va?

–Donde Morales (inconfundible habla chilena que antepone el adverbio de lugar al posesivo o complemento).

–Suba, lo invito.

Durante el trayecto de unos veinte kilómetros hacia “donde Morales” pienso en “los condenados de la tierra” y en la domesticación de más de diez mil años de las ovejas. Pero el hombre me dijo que su vida no la cambiaba por otra.

“Asimilación por costumbre” sin entrar en detalles.

 

CARTA A UN POETA

 

¡Ah! El nombre de la ciudad en la que has nacido te antecede por unos años, con la fuerza de su significación y su sentido. Este último tan subversivo e ilegible que nadie, NADIE puede con él. Solo un proyectil o el veneno.

De allí esa reconstrucción de axilas, un arma y el chapoteo en sangre de una parte del cuerpo o esa transacción que compra y vende en cualquiera de los ismos. Liberación para una parte de ese pueblo y para otros no. Tu (vos, voz) conoce lo que no está registrado en ningún récord. Si continuara la ilación en algún momento me gustaría escuchar de primera fuente que fue "aquello".

Para afianzar épicas heroicas o aventarlas, definitivamente. Si la sopa Campbell, si el oso viejo, si la estrambótica orquesta coreana, si el swap o el yuan. Welcome to home daddy en todos los idiomas after the war.

La humanidad se perdió hace rato en los trenes cargados, en los cementerios de agua - aquí lo vivimos cuando caían muñequitos dormidos desde los aviones- y culmino en el hombre que no encuentra puertas de salida en el globo terráqueo. Desde el absurdo o el espanto para comenzar cada día con cuatro horas de diferencia.  El pesimismo vital es un atajo.

 

P.D: Tu sombra... ajena, enemiga y cercana. Bueno que puedas rasgarla desde el arte. Darle carne al simulacro y cortar extremidades molestas.

 

INVENTARIO

 

La mañana, la tarde, la noche, la siesta.

Mate, café y cigarrillos.

Que Poe, que Aira, que Sánchez y Laiseca

Todos impecables en usados y la mar en coche.

Que el perro, que las plantas, que la gata y las milanesas.

Cotidianos.

Que las terrazas, que la pileta, que el baño y los pisos alfombrados.

Cosas que nos gustaban.

Que la corrección, que la edición, que tu poesía para levantar una tropa

y tu prosa elegante para tapa.

“Pueden ser comics” decías.

No recuerdo lo que yo decía, pero si recuerdo los detalles. 

Me olvidaba.

Los cielos del paisaje también forman parte.

 

REPORTE

 

Hay personas, las mayorcitas, sobre todo, que hibernan. Pasan a llamarse Miex o Miseñora.  Archivan el juego.  El ascenso que se permiten – quienes pueden hacerlo- es en aviones para sacar fotos. Luego compiten por cantidad de fotos y por cuál dolor de huesos es más fuerte.

No es el caso de Silvia ávida de novedades, ni el de Carlos en apuestas permanentes, ni el de Liliana que practica acrobacias con telas, o el de Alicia que actúa sobre escenarios.    Cuatro - que no son de copas -   para el “Club de la pelea”. Han hecho un pacto con el último minuto de vida -activa-.

 

La persona que usted busca no está disponible en este momento.  

El número al que usted llama no se encuentra en el área de cobertura.  

No se puede establecer la comunicación solicitada. 

La persona que usted busca no está disponible en este momento. 

El número al que usted llama…

 

La grabación sigue intermitente. 

¿Estará muerta?

“Mejor pensar lo peor que para lo mejor hay tiempo”

 

LOS BUSCADORES

 

“No hay una sección de extravíos y hallazgos para los sueños y los destinos. Un lugar, una especie de Rastro celeste, de entrecielo…”

Viaje al fondo de una calle y otras páginas, Enrique González Tuñón.  

 

Esta mañana salí muy temprano para hacer un trámite; largo, bancario, insoportable y presencial. Con la mirada vacuna, la cabeza viaja hacia el tiempo que se fue o imagino el que vendrá.

Así es como esta mañana recordé a un amigo que quiere viajar a Santiago del Estero, busca sentir en sus manos lo que es el verdadero trabajo.  Él tiene conciencia de clase social media alta y vive en un barrio cerrado del norte del Conurbano. Cuando lo escucho me dan ganas de convertirme en funámbula.

Recordé también a una amiga que canceló por tres veces su vuelo a Sídney donde vive hace más de veinte años. El amor por un minino la tiene loca y busca personas con curriculums inmejorables que quieran adoptar a la mascota.  Cada postergación es un débito a su saldo por multa y también una nueva monserga telefónica. Mientras, el gato feliz corre por la casa como un caballito en miniatura.

Y entre el espinel de pensamientos apareció un amigo en Facebook con quien mantenemos fluida conversa. "Estoy ansioso" me dijo. "Pasa que quiero que salgan los padrones electorales para encontrar a esa chica de Río Negro a la que nunca más vi".

Otro amigo busca   a una catalana que perdió en el Messenger. Ignoro cuál es el método de la búsqueda

Una amiga sigue atenta a las señales de los sueños y exégeta de palabras que se dicen en una charla, por si alguien nombra al "caballero soñado".

Por mi parte, meses atrás, quise ubicar a un viejo más que amigo, en una agencia de lotería patagónica ¿Acaso no has escuchado de que " Encontrar a alguien es una lotería”?

 Al menos así decía la gente de antes.

Mi interés se desvaneció un poco cuando comenzó el devaneo con los números telefónicos. Existe gente que no usa las redes y él pertenecerá a ese grupo.  

El contratiempo de la mañana fue tomar un micro hacia el centro de la ciudad y al llegar a la estación terminal todos los pasajeros aplaudieron. La pericia de un piloto, después de quince horas de vuelo, aterrizando en una pista mínima sin señales de seguridad. Una flota muy destartalada tiene la ciudad y llegar es una aventura con olor a gasoil y volantazos.

Entre todos esos pensamientos deshilvanados transcurrieron algunas horas y el trámite se hizo menos insoportable. Reí para adentro y para afuera y la gente se paseaba en nubes rosas y celestes ensayando con carrozas   algún carnaval. Mientras escribo

  pienso que puede ser borrador de un cuentito reversionado de " Indiana Jones y los cazadores del arca perdida”.

En estos momentos y por mensaje, el amigo que buscará en el padrón me cuenta de sus neuralgias dentarias.   " Seguís ansioso", le respondo.  

De regreso a casa visité a mi tía. El almuerzo en un restaurant cercano es una ceremonia frecuente.

Y entre bocado va y bocado viene, ella come pastas y yo filete de merluza frito, me dice que está preocupada porque no encuentra su gorro de marta cibelina. El gorro de marta   era de su madre, mi abuela Ana.

- Ese que usaba cuando íbamos al cine Broadway.  “A pleno sol" o "Historia de una monja", ¿te acordàs? ¡qué películas!  Eras muy chica.

- Sí tía. Claro que lo recuerdo. Te quedaba muy lindo.

Y bajé los ojos para que no me los viera.

Después de los helados pagamos la cuenta. Caminamos las pocas cuadras hasta el departamento de mi tía. El suelo era un imàn para mi mirada.  Y de pronto descubro una carta de la baraja española. Un desconocido había perdido la mejor carta. La recojo de la vereda. Justo para el truco de la noche ¿o dulce? No, no era Hallowen.

 Un giro azaroso me revelaba algo esa mañana. Alguien extravió o tiró de bronca una carta de la baraja cerca del cordón de la vereda por la pérdida en un juego de naipes.

En cambio ese descubrimiento, es para mí, presagio de buena suerte. Así las cosas, en esta arqueología del tiempo.

 

 

18.6.24

Todas las noches a las doce tiran cohetes, por Gustavo Calandra

 

 

Bajé a ver al transa todo vestido de Atlanta, buzo y pantalón negro con vivos azules y amarillos, hasta las ojotas de Atlanta y las medias de Snake, de Los Simpson, “inspector de billeteras”.

Está todo bien, todos somos furbos, pero yo soy argento, no me sarpa nadie. Acá está lleno de listillos. Es preciso hacerse su lugar, mi lugar. Si te descuidás, podés perder tu posto en la fila.

M. había propuesto –como remedo del famoso balde azul que tantas veces va y viene con cosas– usar una bolsa de cartón con un hilo que, desde el tercer piso, yo debía hacer descender con un billete celeste de veinte y luego hacerlo subir con la “roba” que venía en ese intercambio con una especie de roldana. No era tan complejo, mejor tomar el ascensor e ir personalmente.

Luego tendré que apurarme para pitar uno en el balcón antes de medianoche. Todas las noches a las doce tiran cohetes. Vaya uno a saber por qué. Cumpleaños, santo, bautismo, llegó la droga, salió alguno que estaba en cana. A Chicha mucho no le gusta, aunque creo que, desde la vez anterior, ya se ha habituado un poco. Así y todo, por las dudas tengo unas gotitas homeopáticas de flores de Bach para tranquilizarla que compré en una farmacia en Piazza Dante.

Una vez, caminando por Via Foria, crucé a tres profesoras españolas (o una sería colombiana) que trabajaban en la Universidad Oriental y que había conocido en una reunión. No pudimos casi intercambiar diálogo debido a los fuegos de artificio y las explosiones. Yo opiné que sería el día de la Madonna. A lo que una de ellas respondió: Todos los días, acá, es el día de la Madonna.

No son los cohetes pero algo inquieta a mi perra. Pasaba cuando vivíamos en San Carlo All´Arena, en ese palazzo del siglo XVII. Con el segundo piso de la casa casi clausurado por derrumbes, desde el ‘80, ruidos extraños, reflejos de penumbras. Su mirada perdida hacia rincones vacíos en los que yo no percibía nada; gruñidos contras la oscuridad; un llanto finito y su hocico húmedo metiéndose por entre mi antebrazo y mi cintura, en busca de la caricia que la salvara del mundo.

No son sueños. No son ratas. Algo se mueve.

Mejor dormir, así mañana estoy con pila. Prometí asistir a la asamblea de Scugnizzo Liberato, un espacio social, comunitario, que realiza muchas actividades territoriales. Fútbol, skate, free style, murga, orquestas, circo, talleres de reparación de muebles, de peluquería, el doposcuola. También hay cursos de idiomas. Ahí daremos una mano.

“Lo Scugnizzo Liberato è un laboratorio di mutuo soccorso e un bene comune della città di Napoli. Dal 2015, senza capo né coda.”

Convento franciscano para muchachas, en el siglo XVII, luego de ser parte de las posesiones de la corte del virrey Pedro de Toledo, el edificio se convirtió en cárcel de menores, reformatorio o algo así con intención de disciplinamiento, llamado también “la gabbia dei serpenti”, para devenir un centro autogestivo que ayuda a jóvenes del barrio.

Algunas celdas aún permanecen cerradas y, al parecer, un poco derruías, llenas de escombros. Las mismas rejas, ya oxidadas, la penumbra y el silencio, humedad. Pasar cerca es respirar un pasado frío que parece acongojarnos el pecho.

En sus Diarios, Kafka, se autoanaliza constantemente. En cierto pasaje, habla de la velada junto a la estufa: “El hombre es más puro entonces que por la mañana. El tiempo que precede al dormirse de cansancio es el auténtico tiempo de estar limpio de fantasmas, todos están expulsados, no volverán a acercarse hasta que vaya avanzando la noche, pero por la mañana están ahí todos, aunque todavía irreconocibles, y entonces vuelve a comenzar en el hombre sano la diaria tarea de expulsarlos.”

¿Soy un hombre sano? Me tomo un Jack Daniels y apagó la luz.

Y si al despertar, luego que uno se lave la cara y extirpe las lagañas que pegan los ojos hacia adentro, hacia el mundo onírico y, poco a poco, en el pestañeo, se pulvericen los sueños, y entonces entre el reflejo de luz de la realidad que nos interpela, nos recuerda, angustiosa, la finitud de la vida, en ese momento, uno, que busca lleno de esperanzas, puede salir con su perra, tomar la senda peatonal y dirigirse a Villa Floridiana, un rescoldo de naturaleza, paisaje agreste, escalinatas de mármol, mucho cielo recortado en un mar con barquitos y veleros que navegan cerca de Mappatella, última, única, playa pública en el AMN (Área Metropolitana de Napoli), similar en siglas al AMBA de Buenos Aires.

Hay que aprovechar los días bellos, no siempre sucede, sobre todo, en las estaciones intermedias, con un clima bastante subtropical, con lluvias y granizos frecuentes, con alteraciones repentinas de la temperatura, la oscilación que conduce a la duda, el viento que viene del lungomare, que sopla y levanta hojas, que porta gaviotas.

Aprovechar la vida.

Tan solo a dieciocho kilómetros sufren pequeños movimientos sísmicos en Pozzuoli. Toda la zona de Campi Flegrei se mueve una o dos veces o tres. Esquejes de terremoto. Tiemblan las casas igual. Para algunos no es fácil relajarse con esa amenaza de catástrofe permanente. Así y todo, hace más de cuarenta años que no hay un verdadero terremoto.

Levanto la vista al sol que me enceguece y, aunque no lo vea, su majestad el Vesuvio está ahí. No hay excusa para arrancar. Lavami col fuoco.

Mensaje de audio de WhatsApp de M: “Ue Gustavo, tutto ok? Perché hanno detto che si ha sentito il terremoto anche in zone nostre. Io stavo per strada quindi non lo so. Tu stai a casa? Tutto bene?”

Villa Floridiana es un parque que perteneció al rey Ferdinando I, de las Dos Sicilias que, entre el bardo de la República Francesa y el ascenso de Napoleón, por las dudas, se refugió, con toda la corte, bien al sur, en la isla, abandonando Napoli que, por un breve lapso, será gobernada por el hermano de Napoleón, José.

El uso de lugares que pertenecieron a la corte, transformados para el desarrollo cultural, deportivo, social, es una cuestión importante y que interpela a quién quiera modificar la realidad a fin de que sea más justa. Tómalo o déjalo. Y siempre es mejor tomarlo. Como el café. Es corto, medio pocillo, a veces ni siquiera muy caliente, pero sabemos que es rico y vale la pena, y lo volveremos a buscar.

–Un caffé, per cortesía.

Una noche intentaré ingresar a un sector descubierto del Palazzo Reale donde se realizaría una fiesta musical que, luego, descubriré, era sobre todo electrónica, hecho que me desanima un poco.

También nos mandamos a Reggio Caserta, una horita de tren mientras digería los conchiglioni con salchicha parrillera de conejo y vino rosso della Puglia, dopopranzo, hacia otra residencia borbónica, administrativa, ostentosa, con apartamentos reales que no conocí y un parque de tres kilómetros lleno de estatuas, estanques y un jardín inglés. Tampoco ahí querían dejarnos entrar pero chapeamos con las credenciales de Chicha y se nos franqueó el ingreso. Adentro me pedirían tres veces más su documentación. Parecían bastante recelosos de la situación. Era il giorno della mamma. Primavera full.

El último ortiba de seguridad que quiso ver el carné, escrito en español, lo hizo, en realidad, porque nos venía fichando desde hacía rato y yo me acerqué a preguntarle si esas minicombis que regresaban de las cataratas donde finalizaba el jardín hasta la puerta real de entrada, eran gratis y, obviamente, podía viajar con mi perra. Luego de fingir inspección, respondió:

–Es la primera vez en mi vida, desde que trabajo acá, que veo un perro adentro del parque real.

Nos volvimos en camionetita con una familia llena de niños que reían.

 

 

Que la pata de la mesa no baile

 

Cuando comenzaba a escribir esta crónica, continuación de las anteriores, mientras desayunaba un jugo de naranja, te de manzanilla, tostaditas integrales con mermelada light de cereza y unos copos de maíz, tratando de reducir daños de sfogliatellas, cornettos, dulce de pistacho, zeppoles de San Giuseppe etc, viví un momento de zozobra: parecía que todo se sacudía, el jugo estuvo a punto de derramarse y Chicha ladró hacia los misterios de la mañana.    

Leo en mi celular una noticia de Página 12: “Napoli tiembla por debajo de la tierra. El terremoto más potente fue de 4,4 grados, el mayor en 40 años. El fantasma de Pompeya recorre la región y hay planes de evacuación, si siguen los movimientos.” (22 de mayo de 2024)

Primero pensé que el periodista quiso demostrar que había leído El Capital de Marx y por eso lo de un fantasma que recorre la ciudad. Luego tomé un sorbo de té hirviendo y vi que había un charquito bajo la taza. Pompei está al sur y esto sucede en la zona de Campi Flegrei, al norte, donde tienen sus propios volcanes y cráteres. (De hecho, se dice que hay una entradita al Infierno por ahí.)

Puede haber réplicas, puede sentirse. El temblor del plato, un tintinear de cuchara en el frasco parecían corroborarlo. Pero entonces me di cuenta de que se había salido el pedazo de cartón doblado que M. pone abajo para que la pata de la mesa no baile.

Sigo escribiendo. En realidad, antes de partir a Sicilia, con escala de tres días en Reggio Calabria, quería hacer un poco de justicia por esos guachines que recorren la ciudad de noche y hacen temblar a cierta gente. Tal vez, ni entenderlos ni justificarlos. Tal vez no sean tan malos.

Apago el teléfono para no distraerme. Afuera los pibitos entraban alborotados a la escuela. Uno llevaba la 10 de Argentina MARADONA en la espalda. Históricos scunizzos. Los pibes que crecen en los vicoli del barrio. Frecuentemente sin una presencia familiar fuerte, eluden escuela y orfanato. Forman grupos con códigos propios. Sin romantizar a las pandillas, allí se encuentra la carne viva de la ciudad. Allí se forma el callo con piel de tufo.  Ahí entre ellos, está el fantasma de Gennarino Capuozzo, que, con 11 años, se le plantó a los nazis y cayó en combate. Medalla de oro. Uno de los 1500 scugnizzos asesinados en la guerra.  Tienen un monumento que los recuerda en piazza della Repubblica. Esos que ante el panzer no disparaban, le mandaban granada de mano. La explosión de la revancha.

 Así de estrepitosa será nuestra salida de la ciudad partenopea, en auto, M. al volante, y como todo napolitano y napolitana, manejó, hasta Napoli Centrale, como el mismísimo orto, a los gritos y bocinazos, frenadas casi mortales, charlando conmigo, recomendando lugares, fumando, mandando mensajitos y más bocina, esquivando a una vieja que cruzaba por las rayitas blancas, compitiendo con el enjambre de vespas que gambetean a la gente durante el semáforo rojo y ci siamo. Fammi sapere quando sei arrivato. Ciao.

 Reggio Calabria es una ciudad que ya me pareció extraña en el 2011 y que parece no haber cambiado mucho trece años después. Ancora viven en los ‘50 me había comentado S., pucho en mano, voz ronca.

 Como todo lugar fronterizo, tiene cierto halo que inquieta. De frente, puede verse una Messina medio difusa, separada por el estrecho que lleva su nombre. Allí comienza Sicilia. Ni ésta, ni la vez anterior, recuerdo haber visto una imagen nítida. El viajero distraído podría creer que, de fondo, hay un decorado. Creo que, a lo lejos, todavía más borroneado, está el Etna, el volcán donde, a veces, en el sótano Hefesto forja las armas de los dioses del Olimpo. Pero no lo sé. Tampoco me animo a preguntar, por no parecer medio shome.

Menos aún interrogar a esos pescadores que descansan, a la sombra, la poca sombra, en la playa, seguramente, luego de su laburo diario en los barquitos de madera. Hombres rudos, piel curtida. Casi los únicos pobladores de las playas mezquinas de piedritas.

Luego me cuenta un señor, en el castillo aragonés, que sí es el Etna pero que, por culpa del Siroco, un viento pesado, no se ve un cazzo, porque cuando sopla desde el África, a su paso por el Mediterráneo, levanta y trae esa humedad que vuelve el fondo borroso, como casi de ensueño.

 También me entero que cuando fue el terremoto del 40, la gente quería escapar por vía marina, con sus barquitos y canoas y fueron devorados por una especie de tsunami.

Obligado el paseo por el Lungomare Italo Falcomatá.

Va a ser difícil soltar a Chicha, así, porque cuando está libre corre, ladra, quiere jugar, busca palos para que le arroje lejos y luego traerlos y no querer dármelos sino tironear y chumbar aún más fuerte.

Y, entonces, un muchacho que, ya a la distancia, lo veía retozando, en una extraña postura, en uno de los muelles de madera medio podrida, se me acercará a decirme que está prohibido que los perros ladren.

¿Pueden hablar?, le pregunto en tono de descanso, hasta que me doy cuenta que es medio opa y que está con una señora que lo cuida, que podría ser su mamá. Él ríe, inocente, me muestra un autito de colección naranja, quélindolofelicito, un Mazda dice la caja (aún no lo saca de su envoltorio original) y me propone viajar en él. Ti serve? Me viene a la mente el señor Burns, cuando enloquece con su casino, abandonado y barbudo, obligando a Smithers a viajar en la cumbancha. Me alejo sintiendo a la espalda una carcajada rota.

Nos vamos con Chicha a reparo de un sol que pincha.

(Vale aclarar que ella sí pudo al menos refrescarse un poco en la orilla, ya que no necesita malla ni ojotas.)

Tenemos que reposar un poco más, reponernos de las cinco horas de tren.

El viaje fue ameno. Conocí a F. que se sentó frente a mí. Ya nos habíamos topado cuando subíamos, él detrás, con su maleta, casi tocándome, y yo girando de pulenta, hasta que vi los antebrazos inflados y tatuados, el Rolex y el anillo con una piedra turquesa en el meñique. Prego señor, pase.

Siempre llevo los billetes del tren en la segunda hoja del pasaporto. Así, por si el chancho tiene ganas de joder, al menos, se rescata que soy conciudadano.

En la primera página, donde está mi foto 4x4 con fondo blanco, tengo una estampita de Diego que me regaló mi amigo Edu. Gracias a eso, entableremos una conversación donde me enteraré que es el primo del mayor coleccionista de camisetas de Napoli, que tiene hasta la que usó Diego cuando era parte de los “cebollitas”, la pelota Tango del Mundial ´86, el molde de la zurda del Pibe de oro hecho escultura, fotos autografiadas. Un millonario que viaja por el mundo, que juegue donde juegue el club de sus amores, ahí lo encontrarán tifando “sono qui per te”.

Antes de continuar y tomar el traghetto desde San Giovani a la isla, vamos a dar una vuelta por Scilla, un pueblito calabrés. Me clavo un panino de pez espada a la parrilla y un chapuzón. Teneme a Chicha, por favor, me seco un poco al sol y regresamos.

Por suerte no se nos apareció ese monstruo comegente que se cruza Ulises en La Odisea.

Al otro día debemos estar en casa de Francesco, a quien sólo conocí por chat y que ofrece trabajo y hospedaje para quienes queremos quedarnos todo el verano en Palermo, vivir su movida, curtir sus playas.

La idea es solo quedarnos un mes, un poco más. Me gustaría pasar por Catania. No sé si antes o después del 26 de julio.

¿La meta final del viaje es la Fiesta de San Giacomo en Capizzi? Prometí hace años hacer un registro de esa celebración popular.  ¿El fin de un tramo de la aventura? Registrar el folklore, asimilar la cultura, traerme el callo. ¿Se viene el docu?

¿Tendré que poner el hombro? ¿El hombre? ¿El hambre?

¿Portar al santo y llevarme la marca como contaba el nono Santiago?

Sí o sí volveremos a Napoli. De hecho, mi ropa de invierno quedó en la casa de unos amigos, en La Sanitá.

Eso hubiera aligerado el peso de la valija si no fuese porque calculé mal con la cantidad de alimento para perro y aproveché la oferta y me quedan como cinco kilos de crocantino de atún y salmón.

El barquito arranca. Desde adentro no se ve nada. Ya cruzamos el Estrecho de Messina. Las ventanas son opacas.  En el sosiego del mediodía entramos a Sicilia con el tambaleo de las olas.