19.4.23

La ruta de la edición: CENCERRO

Preguntas a editorxs

Hoy responden José Fraguas y Santiago Erausquin de Cencerro



¿En qué año arrancó la editorial? ¿Cuántos títulos llevan publicados desde entonces? ¿Quiénes son lxs editores?

JF: El nombre de la editorial dice mucho sobre su identidad y se vincula a varias cosas. Es una cita de un diálogo de la película La flor de mi secreto de Almodóvar en la que la madre de la protagonista le dice a su hija que acaba de separarse de su marido que se ha quedado “como vaca sin cencerro”. En 2003 yo me encontraba un poco así porque estaba recién separado pero la metáfora es de todos modos reveladora de una situación existencial humana básica, la de estar desorientado, sin rumbo, sin ritmo, etc. En ese momento fundar el sello fue un intento más intuitivo que consciente de orientar los esfuerzos, la creatividad, el deseo a través de un proyecto colectivo. El cencerro, palabra que tiene de por sí un sonido muy particular, es también un instrumento musical y la editorial empezó publicando poesía. Además está vinculado a un animal del paisaje argentino, la vaca, que es al mismo tiempo una suerte de arquetipo universal asociado a la fertilidad, la generosidad, la vida y la serenidad.

Cencerro nació en 2003 inspirado en las plaquettes que editaban Vox y B&F pero también en la primera autora que publicamos, la artista visual Lulú Jankilevich, que creaba con muy pocos elementos, tules y luces sobre todo, un ambiente de fantasía en su casa y compartía sus poemas y fotos en copias que uno podía encontrar desparramados por ahí y llevarse. Fue muy importante también encontrar espacios apropiados y amigables para hacer las presentaciones que fue primero el club Mantis de Beto Fabbiani que estaba en la esquina de la calle Pringles y el pasaje Obrero Nuñez, construido sobre el solar en el que funcionó una calesita durante por muchos años, y luego el Multiespacio Pasco que funciona en un viejo caserón en el barrio de Balvanera.  El diseño de las tapas lo realizó Diego Jankilevich hasta que en 2005 se sumó Santiago Erausquin que además de ser editor se ocupa desde ese momento de todo el diseño interior y el arte de los libritos. Hemos publicado trece libros de poesía, quince de narrativa, tres obras de teatro, siete clásicos, un ensayo y dos antologías. Desde el principio apostamos por la potencia de lo micro que se manifiesta tanto el tipo de fabricación artesanal del libro como en las tiradas pequeñas y el precio accesible de los ejemplares. 

SE: Cencerro tiene muchos aspectos hermosos, pero uno de los más interesantes es que se trata, estrictamente, de un proyecto sin fines de lucro, que no intenta poner en circulación grandes cantidades de ejemplares, ni tener una distribución convencional. Pero sí pone el acento en el mimo, en el afecto con el que se confeccionan los libritos, la celebración de poder presentarlos, la alegría de que se agoten.

Para mí Cencerro es José Fraguas. Y fue conocerlo a él y entrar en mundo Cencerro. Yo no dejo de hacer presente al sello editorial de la vaquita con ojos desorbitados en cualquier emprendimiento que realice: videos o registros audiovisuales de muestras de pintura, presentaciones, lo que sea, Cencerro está en los créditos acompañándome, porque me acompaña siempre Jóse.

 

¿Qué están leyendo?

JF: Estoy leyendo Huaco retrato de Gabriela Wiener, Nadja de André Breton y La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica de Mario Praz. Increíblemente también un texto que aborda específicamente el tema de la ruta de la edición: El libro en movimiento. La política autónoma y la ciudad letrada subterránea de Magalí Rabasa, editado por Tinta Limón en 2021. La autora propone entre otras cosas pensar al libro de edición independiente como un fenómeno vivo, indisociable del modo en que se fabrica, los contenidos que hace circular, las redes alternativas que establece, etc. 

SE: Claus y Lucas, de Agota Kristof. Tiene varios asuntos que me interpelan últimamente: guerra, niños, adolescentes, hermanos gemelos, madres abandónicas, abuelas desalmadas, cementerios, soldados, amistad, humor, locura, lugares extraños y amenazantes, cuartos de hotel, trenes… y desde la forma las diferentes voces en primera persona, la prosa limpia y directa, cierta amabalidad para el lector.

También estuve leyendo un libro sobre la vida y obra de Thomas Eakins, un pintor estadounidense de fines de siglo XIX, famoso por sus clases de dibujo con modelo vivo y desnudo, que parece que protagonizó más de un escándalo. Lo sigo hace bastante por sus trabajos que no son muchos, lamentablemente.


¿Cuáles son esos autores a los que siempre vuelven?

JF: Marosa Di Giorgio, Hebe Uhart, Mario Levrero, Felisberto Hernández, Héctor Viel Temperley, Aurora Venturini. Cuando estoy desconectado, angustiado, escéptico o no sé bien qué leer, recurro a El final de la historia de Lydia Davis, una novela que sin ser afectada ni literatosa habla, entre muchas otras cosas, de la escritura, la lectura y la memoria y santo remedio.     

SE: La casa de Bernarda Alba y la poesía de Federico García Lorca; Los miserables de Victor Hugo; Rosaura a las diez de Marco Denevi; Guan tu fak de Alejandro Lopez; las crónicas y cuentos de Alejandro Dolina.

 
¿Cómo es el proceso de lectura de un manuscrito?

C: Casi todo lo que nos llega está casi listo para ser publicado. Lo revisamos para que no tenga erratas y vamos pensando en prólogo, contratapa, tapa. El manuscrito se va transformando así en libro y en el proceso nos comunicamos con otros escritores y artistas que colaboran en la edición y/o en la presentación que consideramos una oportunidad también para el encuentro y la fiesta.

 

¿Qué tiene que tener un libro para que les interese publicarlo?

C: No pensamos en un autor ni en un lector abstracto, la edición está atravesada por afectos, diferentes tipos y grados de empatías y afinidades, historias compartidas. Todo comenzó en parte como un juego y nos gusta que los autores no se tomen demasiado en serio a sí mismos, que no los devore el rol o la pose de escritor. Eso no quiere decir que sean personajes o hagan un personaje como parte de su propuesta estética. Si hay alguna solemnidad o seriedad es la que requiere la entrega y el amor al juego.

 

¿Cuánto intervienen en los textos que publican?

JF: Al principio la torpeza, la inexperiencia y la soberbia juvenil hacían que me metiera demasiado. Con el tiempo comprendí que está muy bueno cuidar y curar lo que se publica pero en un proceso en el que se aúnan esfuerzos del autor y el editor para que quede “objetivamente” lo mejor posible. Tratar de evitar entonces en lo posible el capricho personal, el perfeccionismo insensible, el detallismo improductivo, la corrección vinculada a la obsesión inconducente.

SE: Agregamos a veces prólogo e ilustraciones y una contratapa.  Hay que tomar decisiones en función del espacio, la distribución del texto en las páginas, la articulación con las ilustraciones si las tiene.

 

¿Qué relación buscan entre el arte de tapa y el texto que presenta?

 JF: Uf, es un tema que nos interesa de los pies a la cabeza. La tapa es el rostro del libro y uno desea que sea siempre la mejor posible. Como en muchas otras cosas demanda alcanzar un delicado equilibrio: tiene que relacionarse con el contenido sin ser demasiado obvio, responder a la poética de la obra, decir algo por sí misma. A todo esto la experiencia enseña que muchas veces aparece medio involuntariamente.  

SE: Tratamos de ponerle onda. Hemos realizado con la técnica de grabado y el esténcil tres tapas logradísimas. Me refiero al proceso de hacer esas tapas que fue muy lindo, que es clave en Cencerro. Los libros de poemas presentan los desafíos más atractivos: tratamos de buscar imágenes que no sean literales, pero que ambienten el relato, que le aporte, que funcione como un paratexto que habilite la interpretación.

 

¿Qué consejos le darían a lxs escritorxs que buscan publicar sus obras?

JF: Que conciban la tarea de escribir como una artesanía que requiere tiempo, concentración y que tiene sentido en sí misma. Es importante también trabajar el vínculo propio con la palabra que es un bien social, comprender cómo y para que se la usa, percibir la relación con la oralidad, con lo inconsciente. Es una tarea infinita y enriquecedora. Y desarrollar conciencia y sensibilidad sobre eso es una vía indirecta para que las cosas que se producen “sin querer queriendo” estén listas para compartirse. Nos ha ocurrido varias veces cuando quisimos publicar un texto que el autor se negara por juzgarlo poca cosa. “Esperen que escriba algo mejor”, dijo alguien que había escrito unos monólogos divertidísimos. Hay que ser crítico con lo que uno hace pero nunca dejar de mirarlo con buenos ojos. Ponerse en el lugar de juez implacable como en muchos ámbitos de la vida no lleva a buen puerto.


SE: Les diría que lo hagan, que tengan en cuenta las distintas alternativas pero que no pierdan esa magia de la creatividad, ese regodeo en el proceso más esencial del vínculo con la escritura, ese carácter de artesanía que mencionaba José. Cencerro tiene eso. Y celebrar la publicación, porque publicar es poner al servicio del otre un discurso, una manera otra de ser y leer al mundo.