Preguntas a editorxs
Hoy responde Pablo Franco de LA FLOR AZUL
La Flor Azul es una editorial de Mar Azul que
tiene un catálogo referido a temas argentinos. Se interesan por los libros de
no ficción, rescates, testimonios, libros biográficos y también los que retoman
temas de la historia del país. En los últimos años publicaron libros como Memorial de los infiernos, de Julio
Ardiles Gray o Bepo, vida secreta de un
linyera, de Hugo Nardio o Indios,
ejército y frontera, de David Viñas, pero también una versión libre de un
texto de William Henry Hudson escrita por Juan Forn y María Domínguez, Nieblita del Yí, ilustrada por Teresita
Olhaberry. Tienen una línea sobre
pueblos originarios en la que publicaron libros como Mi sangre Yagán, de Víctor Vargas Filgueira o Tehuelches y Fueguinos en zoológicos humanos, de Norma Sosa. Este
año abrieron otra de autores contemporáneos de novela.
¿Qué estás leyendo?
Este último año leí muchos libros raros y desconocidos, ediciones de autor,
escritores de pueblo, porque estoy escribiendo un libro que lo requiere. Me llevé
muchas sorpresas muy gratas, con libros que no fueron muy bien escritos pero
que cuentan historias increíbles. Y al mismo tiempo, para el mismo proyecto,
volví a los clásicos rioplatenses de la conquista. Ulrico Schmild, Alvar Núñez
Cabeza de Vaca, y también el diario de viaje de Colón transcripto por Bartolomé
de las Casas, todos textos fundacionales de nuestras letras. Ha sido un viaje
maravilloso.
Por otro lado leo bastantes autores contemporáneos, inéditos que llegan para la
editorial, y ya publicados que me interesan y voy siguiendo.
¿Cuáles son esos autores a los que
siempre volvés?
Estos años volví a leer algunos clásicos, porque tenía la curiosidad de saber
si lo que yo pensaba de algunos textos leídos en la juventud resultaba ser lo
mismo después de una segunda lectura. Me pasó con Moby Dick, por ejemplo, y con Pedro
Páramo y el Llano en llamas. Pero
no entré en la etapa de las relecturas, todavía estoy buscando, me atrae mucho más
lo que no conozco, creo que siempre hay algo bueno por descubrir.
¿Cómo es el proceso de lectura de un
manuscrito?
Básicamente una lectura introductoria de unas 25 o 30 páginas, que son
decisivas para saber si hay un tono, una historia y una manera de escribir que
pueda interesarme. Y después ir hasta el final si hay todo eso. Es medio bravo
leer en la computadora, así que ahora estoy pasando los textos al libro
electrónico, y así es más fácil.
¿Qué tiene que tener un libro para que te
interese publicarlo?
Yo soy mucho de buscar buenas historias, pero no es lo único. Es un conjunto de
cosas. Y algo mágico también. Cuando te cruzás con un buen libro hay algo
maravilloso. Me ha pasado que un libro está muy bien escrito, impecable, casi
para ser publicado como está y sin embargo no es lo que buscamos en la
editorial. Le pedimos al autor, entonces, que no deje de enviarnos otros
trabajos, que nos interesa su escritura, pero que justo ese que leímos no era
el texto para La Flor Azul. Porque tenemos una limitación en cuanto a la
cantidad de títulos para publicar. Y también nos ha pasado que un texto está a
medio terminar, con problemas de estructura, con muchas cosas para arreglar,
pero así y todo tiene mucha potencia y queremos trabajar con el autor hasta que
se publique.
¿Cuánto intervenís en los textos que
publicás?
Como decía, depende el caso, hay libros que nos han llevado meses de trabajo y
correcciones, y otros que ya estaban listos. Pero también está la
predisposición del autor a realizar algunos cambios o a no hacerlo. Cada uno es
libre de aceptar o no las sugerencias, y nadie tiene la verdad, ni el autor ni
el editor. Pero debo decir, también, que algunos libros hemos desistido de
publicarlos porque los autores no estaban dispuestos a modificar nada, cuando
era muy evidente, por ejemplo, que había una introducción muy larga y aburrida,
aunque lo que se contaba después era muy interesante y encajaba con el catálogo
de la editorial.
Muchas veces los mismos autores tienen dudas sobre algún aspecto, como el
título, y conversando se llega a algo nuevo y mejor. A veces como editor
también dudamos de cambiar o no algo, pero con la explicación del autor se
entiende mejor y se deja como está. Cada caso es único, y cada texto también,
tiene sus propias reglas y hay que ver las cuestiones en cada contexto.
En general es un trabajo en conjunto, para eso es indispensable el diálogo, y
que sea presencial. Con varios autores nos juntamos una semana entera y así es
mucho más fácil, porque llegamos a acuerdos y soluciones. Y en general, cuando
logramos trabajar así, los textos se convierten en libros mucho mejores.
¿Qué relación buscás entre el arte de
tapa y el texto que esa tapa presenta?
Nosotros amamos las fotos. Es una tradición que se está perdiendo, sobre todo
en la edición independiente, pero que a nosotros nos atrae retomar y seguir.
Sobre todo con fotógrafos argentinos. Es difícil porque también tiene un costo,
y el libro en una edición independiente muchas veces no soporta ese costo, pero
vamos haciendo lo que se puede. Los fotógrafos nos ayudan mucho, les gusta ver
su trabajo en libros.
La relación de la imagen con el texto para nosotros siempre es indirecta, casi
metafórica, cuando menos ilustra más dice. Es un arte hacer tapas. Muchas veces
las imaginamos de una manera y termina siendo muy distinta, incluso con lo
misma foto. Nuestra diseñadora, Ana Armendáriz, es una genia proponiendo tapas,
y siempre nos sorprende con opciones buenísimas. Teresita Olhaberry, que es
artista plástica, aporta una mirada indispensable a la hora de elegir. Hay
discusiones, pero cuando encontramos la solución es como una iluminación, y una
alegría enorme.