25.7.16

Conversación entre Osvaldo Lamborghini y Luis Thonis


Encuentro con Osvaldo Lamborghini, cazador nocturno de la vanguardia local (*)


La obra de Osvaldo Lamborghini puede parecer breve si partimos de la convención que remite lo legible de un texto a su cantidad de páginas. No obstante, El Fiord  (1969), Sebregondi Retrocede (1973) o su reciente libro Poemas (1981), ediciones Tierra Baldía, hablan de esa otra cantidad, la de sus insistencias, fundadoras de una nueva literatura argentina.
Es posible hablar ya de lo lamborginesco para designar una contramitología tramada en y sobre los escombros rítmicos de las líneas menores de nuestra cultura.
En sus varias inflexiones dichos libros pueden aparecer como vanguardia, es decir, como algo previamente informulado –Lamborghini en varios tramos de la conversación define su vanguardia– respecto de las leyes, los patrones, los verosímiles que impone el mercado. Pero basta habitar una página de Sebregondi para entrever que este cazador nocturno no retrocede sin abrir un juego donde coexisten diversas hechuras lingüísticas en un trabajo inusual con el lenguaje.
La dificultad de clasificar el ya mítico Fiord, o seguir linealmente las andanzas del marqués de Sebregondi –¿poemas?, ¿novelas?, ¿falsas novelas que fracasan en ese lugar donde no hay victoria ni derrota y sólo queda la dicha y el riesgo de escribir?– se acentúa al extremo en Poemas.
Su reciente publicación, entre otras cosas, nos acercó a la ciudad de Pringles. Dialogamos en la casa del poeta Arturo Carrera, una casa ostensiblemente pompeyana, con dos espejos necesarios para prefigurar cierto infinito –del mismo modo que dos voces bastan para fundar la apariencia de un diálogo interminable– donde una niña pintada desde antiguo por Renoir, o una muchacha salida sin premura de un Veermer, fueron otras tantas leyes de hospitalidad a los restos de tango, lunfardo, gauchesco, a las eufonías de la palabra. Por momentos, era sospechable que el Niño Diablo de Hudson acudiera, luego de amansar otra vez el cimarrón, pero convirtiéndose en el quicio y por una magia menor, en un personaje de Gombrowicz al cual está tan próximo Sebregondi.


L.T.


Luis Thonis: La aparición de Poemas introduce una variante respecto a El Fiord o Sebregondi Retrocede, obras por sí diferentes. ¿Se trataría menos de una diferencia entre prosa y poesía, que de la continuidad de una obra indefinible genéricamente?

Osvaldo Lamborghini: Hay menos la ilusión de equivalencia con un posible –imposible– “pase al acto” en Poemas –en fin– que en El Fiord y Sebregondi Retrocede. De todos modos la Narración de la Historia –título de un cuento de Correas pero mías son las mayúsculas– no está excluida de este libro “último”. La Narración de la Historia es un arte en la Argentina: una cuestión capital y, al mismo tiempo, o por lo mismo, federalizable: contra el despotismo de Una sola Aduana, contra el despotismo de Una “organización nacional”.

LT: Las referencias al gauchesco, el tango, el lunfardo, las glosolalias hacen a una poética –en Poemas– que recorre diversos tópicos de nuestra literatura, la reescriben. ¿Se va engendrando otro lenguaje, de señas inciertas, por ejemplo, “Soré y Resoré, divinidades clancas de la llanura”? ¿Piensa que una nueva escritura sólo puede nacer de una “vieja lengua”, de su tesoro verbal?

OL: Inscribir lo ya escrito, inscribir. El parche glosolálico –batirlo– es un triunfo momentáneo, breve, de cierto exceso de sentido: el paqué de Girondo de En la masmédula resucita a millones de hablantes frescos como lechugas, y decapita, afortunadamente, la tartamudez engolada de los catedráticos. Son demasiadas las lenguas que se añudan en la Argentina. Y el aquí me pongo a cantar, la potencia doble de poder decirlo, es un buen ejemplo de glosolalia feliz.

L.T.: ¿El Fiord y Sebregondi Retrocede carecen de antecedentes directos en la literatura argentina? O si los tienen, ¿no es más legible lo que en ellos se pierde que la deuda cultural en que se apoyan?

O.L.: Lo que en ellos se pierde es una generación de lectores aldeanos descerebrados por la ecriture, nada más.

L.T.: Opongo la “pérdida” que refiere a las posiciones del sujeto en el lenguaje a la idea positivista –cualquiera sea la ideología en que se ampare– de recuperación porque ésta ha dado lugar a un historicismo lineal, binario, escolar, que excluye de sí el cuerpo, el deseo, el goce, pensando el no sentido como sinsentido –sólo hay historia del Sentido. En cuanto a las rupturas, recordemos que en “Muerte y transfiguración del Martín Fierro”, Martínez Estrada ya establecía todo un sistema de analogías formales entre algunas partes separables del Poema –las escenas de la Pelea y la Payada– y los procedimientos de montaje, ex corpus, del cine de Eiseinstein; explicaba también que su lectura es otra a través de Kafka. Si usted reivindica esa tradición, en sus textos habría montaje…

O.L.: Pienso –pero yo nunca sé si pienso o “escribo”– que toda literatura es montaje, incluida la puramente “facial”, como ocurre ahora con los punks, que se dibujan cicatrices en la cara. Montan, sobre sus propios cuerpos, el relato no vivido de aquella historia: la pesadilla de papá y mamá. Claramente, esto no responde a su pregunta: se trata, más bien, de una maniobra de “diversión”: montaje, por supuesto… Martínez Estrada, Eiseinstein, José Hernández… es montar demasiado: creo que así se nos van a cansar pronto los caballos. Estoy jugando con las palabras, y lo único que puedo responder, “¡ex corpus!” en cuanto a “mi” libro y su relación con el montaje, es el “mi” entre comillas.

L.T.: ¿Y?

O.L.: Y que escucho, mezclo, repito, y tacho y cambio de lugar, y cito. Exageradamente tal vez. Macedonio leía “a oscuras”, y así entonces se produjo ese perfecto acontecimiento de moviola: el film quebrado plantea el espacio y el tiempo (la metáfora) simultánea de Shopenhauer, Quevedo, Del Campo, y William James.

L.T.: Usted también tiene varios caballos.

O.L.: Más el set “bajo” del Ropero, la Pava, el Mate, la Pensión.

L.T.: En sus libros hay una ausencia de “conciencia moral” o de “visión del mundo”. ¿Esa ausencia inscribe al autor como un fragmento más entre otros? ¿Cuántos Lamborghini han escrito y cómo se deslizan en las letras de Poemas?

O.L.: La mía es una literatura familiar: el deseo (y también las ganas) de prolongar indefinidamente la sobremesa. Pero la historia no lo permitió: presencias entrañables, ineludibles distanciamientos. Hay otro Lamborghini, Leónidas: los dos, más tantos otros que no tienen la suerte/desgracia de portar el Lamborghini, estamos precisamente allí, en ese fragmento que pretende, sí, conservar un museo de vanguardia, algún chiste de Macedonio. Porque el Museo, siempre irrisorio en estas latitudes, es preferible al universo concentracionario de los comentaristas sabios: “en el lento divagar del cabaret…”

L.T.: Respecto de los narradores, ¿qué pueden tener que ver entre sí, por ejemplo, la voz monótona que organiza el espacio clausurado de El Fiord con el atonalismo, esa voz que llega a disgregarse en relatos como “La Mañana” aparecido en la revista Escandalar?

O.L.: El Fiord es un final. Mi primer libro, pero que está pensado como el título. Pero claro: ¿quién se entiende? Me gusta El Fiord como intento de frontera, de “últimas poblaciones”. Lo que usted llama voz monótona cumple aquí otra función: ¿se habrá acabado lo que se daba? Si después los narradores se multiplican, el hecho se debe menos a un efecto “barroco” de polifonía que a una escisión cada vez mayor del Narrador, no de Osvaldo Lamborghini. Como si dijéramos, empezar eternamente para llegar a los mismos resultados.

L.T.: Y esa escisión, esa “esquicia” del narrador hará que la mirada caiga hacia algo no representable, haciendo imposible la lectura transparente. Sin embargo, en cuanto a la mirada que no quiere caer, a la crítica que se desprende de ella, fundada en el mito del Escribir Bien, las cosas no están de todo claras; por una lamentable paradoja, en la literatura suele considerarse como ajeno lo que podría leerse a la vista: ¿a qué se debe ese efecto de extrañeza que produjo y sigue produciendo Poemas?

O.L.: Es cierto lo que usted señala: esa “baja” paradoja que hace aparecer a mis escritos como “extraños”, cuando la verdad es que ellos se limitan a cortar y plegar diferentes propuestas de la literatura argentina: sólo que sin respetar sus supuestas intenciones, ni su aparente linealidad. Ascasubi, Le Pera, Hernández, Cayol, Del Campo, Gardel, conviven –violentamente, ¿hay otra manera?– en mis textos.
Contrario ejemplo es el caso de nuestro actual (y lamentable) teatro realista, en el (lamentable) estilo de El gran deschave. Pero punto final aquí: es casi de mala fe ponerse a deschavar (aquí), tanta, pero tanta mala fe.


(*)  Este diálogo –con la introducción respectiva– apareció por primera vez en el diario Convicción– 4/3/1981. Era el diario de los militares y a muchos les resulta insólito. Pero no lo es tanto si se tiene en cuenta que la línea política la escribían periodistas como Alejandro Horowitz y en la parte cultural tenía cierta independencia. Estábamos en la casa de Arturo Carrera y a Osvaldo se le ocurrió el reportaje, aparecido por la generosidad de Ernesto Shoo, que se tomaba sus riesgos en ciertas cosas que publicaba. En realidad, fue un corte en una conversación ininterrrumpida en la que no todo era acuerdo. El reportaje causó indignación a algunos dentro del diario por la forma de expresarse de Lamborghini –hay que tener en cuenta el contexto militarizado de ese momento– y afuera también hubo una cuota de mala fe, ya que no había nada que sonara oficial. Al contrario. Antes había escrito sobre Néstor Perlongher, también publicado en la editorial de Rodolfo Fogwil… finalmente los militares vinieron a preguntar quién era yo: lo que decía sonaba raro. Jorge Dorio, después me contó que el director le dijo: a ese tipo pueden llevárselo, escribe en griego… parece que eso desalentó a los defensores de la patria.

18.7.16

César Aira



Cometí un crimen, me atraparon, me juzgaron, y me dieron treinta y cinco años de libertad. Tuve que interrumpir el proceso de formación de mi carácter y adaptar medios y fines a condiciones nuevas que me eran desconocidas. Mientras otros combatían la intuición en animales interesantes yo colaboraba en la intuición de la lluvia y el buen tiempo. Quedé completamente desmoralizado. ¿De quién temía ahora? me preguntaba. ¿De mí mismo? Inicié una dieta estricta. Debía estar liviano y ágil para desplazarme en el campo minado del tiempo. Y mantenerme informado, atento a la menor vibración del presente. Dos periódicos se disputaban mi atención en aquella época, Le Matin y Le Soir. Buscaba en ellos una prueba de realidad. Las noticias de uno desmentían las del otro; así que en las contradicciones me darían la clave con la que obtener el perdón. Pero el perdón ya me atravesaba el pecho como una espada. Ese soldado que yacía muerto a mis pies, no lo había matado yo. Yo había matado una idea.


Tomado de: La copiadora manuscrita. Buenos Aires, año 4, nº 2.

12.7.16

Odio la poesía objetivista, por Francisco Garamona




Tal cual lo escuché

Ayer un niño me contó la historia
del perro suicida de Ballester.
Parece que este perro
era de un francés que
se fue a andar en canoa
por las islas de El Tigre
y un barco le pasó por encima
dejándolo sin vida.
El perro ahora anda solo
dando vueltas por las calles
esperando que un auto lo mate.



Tiene que cambiar

La fuerza de la noche era suave
y en la espesura de tus ojos
noté que ya no me seguías.
Yo vagaba con una yegua alba,
en la madrugada austera
aunque llena de todo lo que quisieras.
Bares repletos de histeria laxa,
paneles de sombra dibujados
con grullas atraídas
por el perfume de lo nuevo.
Era fácil conseguir buena madera,
para comenzar la construcción
de un barco inamovible,
que respondiera a los deseos
como un mudo que hace caso siempre
a los mandatos de un zorro justiciero.
En un momento dijimos con mi amigo:
“tenemos que elaborar un plan de lucha,
que sea regular, directo, incorregible”.
Él me miró y yo noté que me entendía,
caminamos por callecitas
de plomos y concretos específicos
como dos soldaditos que están juntos
dentro del arcón de un inmaduro niño viejo
en el tren de aprendizaje de su vida.



Unos

Se
vieron
en la
farmacia
y fueron
hasta
una
obra
en
cons-
trucción
para
estar
juntos
otra
vez.
Después
él
se
subió
a
su
bicicleta
y
ella
caminó
por
la
calle
de
tierra.
Se
hacía
temprano
de
noche
en
el
invierno.



Suave brillo de los ojos

Al lado de mi librería
(Padilla 865, Buenos Aires)
vi a un mendigo que estaba a punto
de darse un saque de cocaína.
La soledad de su imagen
de pronto me conquistó.
“¿Necesita algo mi amigo?”
le pregunté acercándome.
Sus ojos brillaron un poco,
con ese orgullo extinguido
del que hablaba Balzac.
“Lo que puedas darme
te agradezco”, me dijo.
Era de mañana, llovía,
y en la librería unos obreros
estaban haciendo una remodelación.
Le compré una cerveza
en el chino y le di unos pesos.
Hay que compartirlo todo.
¿Dónde andarás hoy joven
mendigo, bello y drogadicto?
Si yo pudiera escribiría tu vida
en un libro voluminoso de hojas de oro
arrancadas del árbol de la especie.
Contaría aventuras increíbles
para hacerte quedar bien.
Vos estabas solo, sentado
en el escalón de la entrada de una escuela.
Yo estaba solo también.
Te busqué muchas veces
por las calles del barrio
y aunque no lo supieras
me preocupaba por vos.
Tenía un montón de cosas para darte.
Pero no te encontré más.
¿Qué tenue hilo nos unía?


Tomados de: Francisco Garamona. Odio la poesía objetivista. Iván Rosado, 2016

4.7.16

Guillaume Apollinaire - Zona (primera versión)


Lo que sigue es una traducción de la primera versión de Zona, que Apollinaire escribió en su cuaderno en septiembre-octubre de 1912.
Su título original era Grito.
Se publicó por primera vez en diciembre de 1912, en el nro. 11 de la revista Les soirées de Paris, en una versión ya más parecida a la que aparecería al año siguiente en el libro.
El texto en francés está sacado del libro de Michel Décaudin, Le dossier d’Alcools (Ed. Droz, Ginebra, 1996), como todos los datos de esta nota.
Ahí Décaudin cuenta que Apollinaire lo incluyó en Alcoholes durante las últimas correcciones de pruebas, cambiándole el título por Zona. A último momento también cambió el título del libro, que hasta ahí era Eau de vie, y le sacó los signos de puntuación a todos los poemas.
La mayor diferencia con la versión conocida es que está escrito en pareados bastante regulares con rima consonante y asonante, y el cambio de la primera persona por la segunda, pero todo el trabajo de reescritura es muy interesante. Para compararlas: 
http://marianofiszmantraducciones.blogspot.com.ar/2016/07/zona-de-guillaume-apollinaire.html

NOTA: en 2008, Javier Aduriz me encargó que seleccionara y tradujera una antología de Apollinaire para una colección de poesía bilingüe que dirigía en Ediciones del Dock. Buscando material para escribir el prólogo encontré esta versión, y a él se le ocurrió que estaría bueno incluirla. Javier Aduriz murió y el libro nunca fue publicado.
Va dedicado a él, eternamente agradecido.
Mariano Fiszman



Zona


Estoy hastiado de vivir en este mundo antiguo
Europa fea y pintarrajeada como una puta vieja

Todo huele a antigüedad la Griega y la Romana
Y hasta los automóviles parecen antiguos

Sólo se mantuvo nueva la religión
Y simple como los hangares de Port-Aviation

Sólo tú no eres antiguo en Europa oh cristianismo
El europeo más moderno eres tú Papa Pío X

Pero perdí la costumbre de creer y la vergüenza no me deja
Entrar y confesarme en una iglesia

Leo prospectos catálogos carteles que cantan muy alto
Es la única poesía que me gusta y para prosa están los diarios

Y las entregas a 25 céntimos llenas de aventuras policiales
Que a veces se disfrutan más que las historias justicieras

Hoy vi una linda calle cuyo nombre olvidé
Era muy nueva, limpia y era el clarín del sol

Los directores los capataces y las bellas mecanógrafas
Cuatro veces por día de lunes a sábado pasan

De mañana la sirena se queja tres veces
Una campana rabiosa ladra a eso de las doce

Las inscripciones de los letreros y de los paredones
Las placas, los avisos como loros gritones

Y no me gusta mucho más de París que la gracia de esta calle industrial
Situada entre la calle Aumont-Thiéville y la avenida des Ternes

¡Oh calle joven! y cuando era chico
Mi madre sólo me vestía de azul y de blanco

Era piadoso y con mi compañero más antiguo René Dalize
Conversábamos siempre de las pompas de la Iglesia

Una vez salimos del dormitorio a escondidas
Y rezamos toda la noche en la capilla del colegio

Y aún hoy cuando me siento desgraciado y triste
Virgen María atraes sobre mí la mirada divina de Cristo

Es el lirio hermoso que a pesar de nosotros, de todos nosotros, cultivamos
Es la antorcha de cabellos rojos que no apaga el viento

Es el hijo pálido y bermejo de la madre dolorosa
Es el árbol frondoso de todos los rezos

Es la doble horca del honor y de la eternidad, es la estrella de seis picos
Es Dios que muere el viernes y resucita el domingo

Camino por París muy solo entre la muchedumbre
Mugiendo a mi alrededor pasan rebaños de autobuses

La angustia del amor me aprieta la garganta
Sé bien que nunca nadie me amará

Si viviera en los tiempos antiguos me retiraría en un monasterio
En el siglo en que estoy cuando me encuentro rezando me avergüenzo

Me burlo de mí y mi risa chisporrotea como el fuego del infierno
Las chispas de mi risa doran el fondo de mi vida

Es un cuadro colgado en un museo sombrío
Y algunas veces vengo a mirarla de cerca

Ando por París, las mujeres están ensangrentadas
El aire está infectado, sus menstruos corren por las zanjas

El aliento de las mujeres es fétido y su voz es mentirosa
El amor por el que sufro es una enfermedad vergonzosa

Es una inmunda hinchazón de la que espero ser curado
Me tiene toda la noche en mi cama desvelado

Me hace morir de una angustia voluptuosa
Pensando que el cuerpo desnudo de mi antigua amante abrazo

Y ahora estoy en la orilla del Mediterráneo
Bajo los limoneros que florecen todo el año

Con mis amigos paseamos en barco
Hay un nizardo un mentoniano y dos turbiascos

Miramos los pulpos de las profundidades con horror
Y entre las algas nadan peces que son la imagen del salvador

Estoy en el jardín de una fonda en las afueras de Praga
Me siento muy feliz, hay una rosa encima de  la mesa

Y observo en vez de terminar mi cuento en prosa
La cetonia que duerme en el centro de la rosa

Vi mi retrato dibujado por la naturaleza en ágatas de Saint-Vit
Estaba triste a morir el día que lo vi

Parezco Lázaro enloquecido por la luz
Las agujas del reloj del barrio judío van al revés

Y yo también retrocedo en mi vida lentamente
Subiendo al Hradchin y a la noche escuchando

A las putas en burdeles cantar canciones checas
Aquí estoy entre sandías en Marsella.

Aquí estoy en Ámsterdam con una muchacha que me parece linda y es fea
Debe casarse con un estudiante de Leiden

Se alquilan cuartos en latín cubicula locanda
Me acuerdo pasé tres días ahí y tres en Gouda

Estoy en París ante el juez de instrucción
Como a un criminal me encierran en la prisión

Hice viajes dolorosos y gozosos
Antes de entender que ya no era un mocoso

Sufrí de amor a los veinte y a los treinta años
Viví como un loco y perdí mi tiempo

Desde mi más tierna edad me siento abandonado
No me atrevo a confiarme a la estrella como los reyes magos

Ya no me atrevo a mirar la cruz y a cada rato quisiera sollozar
Por mí, por la que amo, por todo lo que me horrorizó

Miro con ojos llenos de lágrimas a esos pobres emigrantes
Creen en Dios, rezan las mujeres amamantan a sus hijos

Llenan con sus olores el hall de la estación Sán Lázaro
Vienen de Rusia, de Rumania, hay polacos y tártaros

De los países adonde van tienen miedo por anticipado
He visto a un viejo pope que rezaba en eslavo

Se interrumpía para gritarles a sus hijos y sus hijas, muy feos
Y acostaron a una embarazada sobre un poco de heno

Muchos de esos emigrantes se quedan aquí y se alojan
En las calles des Rosiers o des Écouffes en pocilgas

Suelo verlos, de tarde salen a la calle a tomar aire
Casi todos son judíos sus mujeres usan pelucas

Se quedan sentadas exangües en el fondo de las tiendas
Y son tristes y dolientes como mujeres santas

Los hombres leen los diarios en idisch
Y cuando beben algo es limonada

Hay azules, verdes, rojas y anaranjadas
En las vitrinas las postales están bien ordenadas

Y entre esos judíos hay católicos eslavos ortodoxos
Parados en la puerta de sus negocios

Y yo en quien se mezclan la sangre eslava y la sangre latina
Miro a esos pobres polacos que sueñan con otros días

Los días en que Polonia era un gran reino
Y se cultivaban las letras, se formaba a los hombres

Polonia era la hermanita de Francia
Polonia hoy es sólo una esperanza

Las pobres polacas, las pobres muchachas del campo
Son llevadas a Alemania en rebaños

De Hamburgo las despachan a burdeles americanos
A los puertos de China o hasta sudafricanos

Se convierten en prostitutas lamentables
Cuando son viejas, sólo les queda matarse

Viví en Auteuil más o menos tres meses
Entre los dos ladrones como Jesús murió en la cruz

Uno, el criminal, ese fue el buen ladrón
Será desgraciado y morirá en prisión

El otro, el mal ladrón era una mujer
Se quedó con mi vida, fue un robo cruel

Y por haber vivido entre esos dos ladrones
Un día me detuvieron, el año pasado como encubridor

Conocí las miserias de gente muy diversa
Banqueros corruptos, muy pobres poetas

Viejos actores, escritores de fajas postales
Pintores sin un peso enfermos de sífilis

Rufianes, repartidores de prospectos
Hombres sándwich, diarieros

No hay que culparlos si a veces se hacen malos
Nada empuja tanto al mal como no tener plata

Las grandes calles de noche tienen el color del oro
El pobre dorado que repite Paris-Sport

Miro con ganas las putas y los automóviles
En los restaurantes cambian la vajilla entre risas

Los gitanos tocan melodías endiabladas
Nada más trágico para un pobre que los aires alegres

Los letreros luminosos contrastan por los colores de sus luces
Con la ropa desteñida de los pobres abridores de puertas

Los autos que aceleran aplastan contra el barro
Las esperanzas de los vagabundos, de los desamparados

De los que están acorralados, de los que se arrepienten
En las calles alegres, al pie de Montmartre, bajan por la pendiente

Caen en el crimen, caen en la sangre
Y muchos no son malos por naturaleza

Estoy de pie ante el estaño de un bar de viciados
Tomo por diez centavos entre los desgraciados

Estoy de noche en un gran restaurante
Se canta, se baila, se bebe champagne con las chicas

No son malas chicas no obstante
Todas, hasta las más feas hicieron sufrir a sus amantes

Estoy con una puta que me parecía linda
Sus senos parecen esponjas para lavar la vajilla

Es la hija de un sargento de policía de Jersey
Yo no había visto sus manos que son duras y se tuercen

Y siento mucha compasión por su regazo
Es por no herirla que entro ahí con asco

Y humillo a esta pobre muchacha mi boca
Beso esa especie de herida peluda y roja

Estoy solo en la noche la mañana va a venir
Los lecheros hacen tintinear sus jarros en las calles

La mayoría de los faroles de gas están apagados
Suena la bocina de un auto lejano

Me pone triste estar aquí, quisiera navegar
Hacia nuevos países donde las noches serían alegres

donde en las calles no habría desgraciados
donde beberíamos licores ignorados

Y no todos esos alcoholes ardientes como mi vida
Mi vida que bebo y que me quema como aguardiente

Camino hacia Auteuil, quiero ir a pie a mi casa
Dormir entre mis fetiches de las islas Marquesas y Guinea

Las obreras corren hacia el subterráneo
Una estrella después de una estrella se apaga

El sol está ahí es un cuello cortado
Como un día quizá lo tengan algunos de los pobres que me he encontrado

El sol me da miedo, derrama su sangre sobre París

Soy desgraciado por amor día y noche
Entre los desgraciados del día y de la noche